Nos los venden como producto de calidad, virtuosos de la política, hermanos de la caridad, solidarios con el pobre, visionarios de la economía y la solución que México requiere. Son los candidatos a la Presidencia, al Senado y a la diputación federal.

Así vemos a Enrique Peña Nieto, del PRI; Andrés Manuel López Obrador, del PRD, y a Josefina Vázquez Mota, del PAN, con aureola de “buenagente” y, uno de los tres, futuro habitante de Los Pinos.

Son también “buenagente” los candidatos al Senado por Veracruz: Héctor y Pepe Yunes, del PRI; Margarita Guillaumín y Enrique Romero Aquino, del PRD, y Julen Rementería y Fernando Yunes, del PAN.

Y lo son, igual, Noé Hernández y Joaquín Caballero, del PRI; Amado Guzmán y Rocío Nahle, del PRD, y Jesús Carrillo y Zayra González, del PAN.

Son, supuestamente, buenos y honorables. Sin embargo, en su entorno, operan rufianes de la política, cuya virtud es ejercer el poder desde las sombras.

Es “buenagente”, por ejemplo, Enrique Peña Nieto, pero tiene a su lado a Carlos Salinas de Gortari, la familia Hank, la familia Del Mazo, su mentor Arturo Montiel, todos ligados a la corrupción y a un historial caciquil, magnates del poder en el Estado de México, poseedores de fortunas inexplicables y reyes de la extravagancia, la opulencia y el derroche.

Es “buenagente” Andrés Manuel López Obrador, pero su operador político, recaudador de contribuciones ilegales, es René Bejarano, El Señor de la Ligas; es su nexo con diputados como Dolores Padierna, la de los giros negros en la delegación Cuauhtémoc, incluidos sobornos para dejar hacer-dejar pasar; como su operador Gerardo Fernández Noroña, armador de escándalos en el Congreso, provocador de insultos, adalid de la anarquía.

Es “buenagente Josefina Vázquez Mota, pero su coordinador de campaña, Roberto Gil Zuarth, posa la foto con Salinas; su confidente es Cecilia Romero, secretaria general del PAN, acusada de corrupción en el Instituto Nacional de Migración; amiga y compañera del panismo que llegó a Los Pinos para comportarse como culebras y tepocatas, enriqueciéndose al amparo del poder.

Es “buenagente” Héctor Yunes Landa, pero lo distingue un pasado represor, intolerante, perseguidor de periodistas incómodos, a cuyo amparo se forjó el joven Aldo Lara, impuesto como líder del Frente Juvenil del PRI, hecho que provocó una revuelta, repudio, condena y el descrédito total.

Es “buenagente” Pepe Yunes Zorrilla, pero su operador de dádivas es Joel Arcos Roldán, ex diputado local fidelista, acusado públicamente de haber desviado cemento que adquiriera la Secretaría de Desarrollo Social y Medio Ambiente, para la campaña de Javier Duarte de Ochoa, en 2010, no todo usado para comprar votos sino traficarlo y obtener pingües ganancias.

Es “buenagente” Margarita Guillaumín, pero a su lado tiene a Rogelio Franco Castán y Celso Pulido Santiago, de la tribu Nueva Izquierda, negociadora de todo, incluso de las prebendas que obtuvo en el sexenio de Fidel Herrera Beltrán.

Es “buenagente” Enrique Romero Aquino, pero su principal lastre es su hermana Dulce, que de dulce no tiene nada, ex alcaldesa de Ciudad Mendoza, conflictiva, siempre contrapunteada con amigos y enemigos, fanática el poder sin el cual no puede vivir, aunque se sepa odiada en el PRD.

Es “buenagente” Julen Rementería, dueño de la mitad del PAN en Veracruz, ex alcalde del puerto jarocho, padrino del ex diputado local Marco Antonio Núñez López, el Choriqueso, cuyas principales cualidades son la traición y la ambición.

Es “buenagente” Fernando Yunes Márquez, pero quien lo ha suplantado como candidato al senado es su padre Miguel Angel Yunes Linares, acusado de represor en tiempos del chirinismo, cuando aún era priísta, virtuoso de los conflictos, de la mano dura, de la persecución y la intolerancia.

Es “buenagente” Noe Hernández, pero su principal lastre es Carlos Romero Deschamps, líder nacional del sindicato petrolero, cuya hija se da vida de jeque, evidenciando una fortuna incalculable, sólo lograda a través de la corrupción, y los dirigentes menores de la Sección 10, encabezados por Jorge Wade, repudiados por el gremio que los tiene que padecer.

Es “buenagente” Amado Guzmán Alemán, que lo mismo coquetea con las tribus perredistas de Minatitlán, que con el minicacique de Las Choapas, Renato Tronco Gómez, en un espectáculo de pragmatismo y falta de conciencia ideológica, menos aún de compromiso con el pueblo.

Es “buenagente” Joaquín Caballero Rosiñol, alumno del ex alcalde Marcelo Montiel Montiel, acusado de corrupción en sus dos gestiones al frente del ayuntamiento de Coatzacoalcos, de fomentar los negocios para los amigos, de encubrir un asesinato en la zona de tolerancia y de orquestar fraudes electorales para, así, llegar al gobierno de Veracruz donde fue coronado como secretario de Desarrollo Social.

Es “buenagente” Rocío Nahle García, pero sus padrinos son José Pablo Robles y Roselia Barajas, dueños de Diario del Istmo, que gozan de los favores de gobiernos y alcaldes priístas, detentan jugosos contratos de publicidad y contratos de obra pública y luego se ostentan como personajes de izquierda, antes amigos de Cuauhtémoc Cárdenas, y cuando cayó en desgracia, desechado por el perredismo, se engancharon con Andrés Manuel López Obrador.

Es “buenagente” Jesús Serrano Carrillo, pero lo rodean panistas sin causa, panistas doctrinarios, panistas de la corriente de Alejandro Vázquez Cuevas, El Pipo, cuya consolidación en el PAN se dio cuando pactó espacios en el gobierno de Fidel Herrera Beltrán.

Son, todos ellos, “buenagente”, pero se han rodeado de muy “malagente”.