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Roberto Morales Ayala

Zona Franca

El poder avala al poder, el pueblo no

16/07/2012 08:43 a.m.
“El poder, cita el Nobel sudafricano John Maxwell Coetzee, sólo se habla con el poder”.
 
El poder en México está representado por una clase política, económica y eclesiástica infestada de corrupción y degradación moral. Ese poder es el se avala asimismo.
 
La frase de Maxwell resume los caminos en que se mueve la Conferencia Nacional de Gobernadores (CONAGO), que en un albazo, un madruguete, un descontón político, dio por bueno el triunfo del priista Enrique Peña Nieto en la elección presidencial del 1 de julio.
 
La semana pasada, la CONAGO asestó un golpe mediático en voz de su presidente en turno, el gobernador de Chihuahua, César Duarte, al decir que esa instancia acordó de manera “unánime” respaldar la victoria del priísta, hecho que irritó al jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, quien lo desmintió porque ni lo daba por hecho ni estaba aquella reunión, en Zacatecas.
 
El madruguete tenía un fin: unirse al coro de grupos de poder que avalan a Peña Nieto y, consecuentemente, rechazan los argumentos del candidato de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador, en el sentido de que hubo fraude electoral.
 
O sea, el poder avala al poder.
 
Unos días antes, el arzobispo de Xalapa, monseñor Hipólito Reyes Larios, produjo otra declaración que hace evidente dos cosas: la jerarquía católica está plácemes por el cuestionado triunfo y, también, porque no ganó López Obrador.
 
Reyes Larios es un prelado contradictorio y polémico. Cuando habla, navega entre la coherencia y la insensatez. Produce juicios ligeros y su proclividad al atraco electoral y la desmesura de sus palabras, lo hacen ver como un priísta con sotana.
 
Que Reyes Larios dé por sentado el triunfo de Peña Nieto pudiera ser asunto de segunda fila si analizamos las sinrazones de su argumentación.
 
Dice, entre otras necedades, que el triunfo de Peña es “más claro que el agua” por el cúmulo de votos obtenido y que el método como el priísta logró la votación, o sea, mediante la entrega de despensas y otras prebendas a los electores, no son causa para invalidar la elección, algo así como podrido pero sabroso.
 
Sus palabras son, por principio de cuentas, asombrosas y descabelladas.
 
Ahí va una:
 
“No se puede juzgar las estrategias que el PRI haya aplicado para obtener el triunfo, pues al final de cuentas todos los partidos hacen lo mismo”, dijo el prelado católico.
 
Otra más:
 
“Los demás partidos, ¿no han hecho lo mismo? Yo creo que son métodos que utilizan, que la gente los acepta. Los resultados están clarísimos, ya hicieron hasta recuento de votos. Ahora están más bien hablando de los métodos y las formas que los utilizan todos los partidos y yo creo que los resultados están bastante claros y cuando se mete uno a una competencia, ya hemos dicho, se puede ganar o se puede perder y pues quien ganó y está comprobado por la decisión de 19 de millones de votantes a favor de quien ha ganado, creo que ya está garantizada; son más de 2 millones y medio de votos”, definió su ilustrísima xalapeña.
 
En boca de un arzobispo, el aval a un fraude electoral es pecado capital. Reyes Larios da por bueno un triunfo que se basó en una serie de delitos electorales, arrancando con el rebase de topes financieros, compra de voluntades vía despensas y otros accesorios, coacción, pago a televisoras durante seis años para posicionar la imagen de Peña Nieto. O sea, avala un triunfo pasado por el pantano.
 
Pero dice algo más serio: la oposición compra voluntades de la misma manera que lo hace el PRI. Y por ello, dice monseñor Reyes Larios, “no se puede juzgar las estrategias que el PRI haya aplicado para obtener el triunfo”.
 
En manos de su ilustrísima, la Iglesia anda en los caminos del pecado electoral. La compra de espacios, principalmente en Televisa, y en muchos otros medios de comunicación, es una transgresión a los principios de la democracia, contenidos en la Constitución Mexicana. La forma en que los gobiernos priístas han continuado robándose las elecciones estatales, es la muestra fehaciente de que el PRI no ha cambiado y que su única forma de asegurar su permanencia es a través de las prácticas fraudulentas.
 
Lo que Reyes Larios afirma es tan grave como decepcionante. Un alto prelado no puede, ni debe, dar por buena una elección marcada por las trampas, bajo el argumento de que todos los partidos incurrieron en los mismos métodos que se le cuestionan al PRI. Es decir, gocemos la democracia sucia.
 
Este fin de semana, volvieron a realizarse marchas contra Peña Nieto en todo el país. En el Distrito Federal y en las principales ciudades de la geografía mexicana se congregaron jóvenes, amas de casa, adultos en general, que repudiaban el viciado triunfo priísta. Condenaban el fraude y exigían la democratización de los medios de comunicación que se prestaron a allanar el camino del PRI hacia Los Pinos.
 
En San Salvador Atenco, Estado de México, inició un movimiento para impedir que Peña Nieto arribe a la Presidencia.
 
Tanto los señores de la CONAGO como el arzobispo de Xalapa –que son una biopsia de quienes detentan el poder en nuestro país-  son omisos en su papel de garante de las voluntades ciudadanas, así como en el respeto a la ley.
 
Mientras los poderosos en México caminan por el sendero de la comodidad y la ilegalidad, el pueblo lo hace por el de la reivindicación de sus derechos.
 
En un hecho insólito, hasta la Iglesia hizo oración para aceptar el resultado tramposo de las elecciones. No piensa que por cada ciudadano que tiene el valor de caminar contra la imposición, hay miles que sienten la misma inconformidad.
 
El poder avala al poder, pero el pueblo no. Por el contrario, lo repudia. ([email protected]) (@moralesrobert)

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