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Roberto Morales Ayala

Zona Franca

Peña Nieto, los priístas y la sombra del narco

15/08/2012 05:59 p.m.
Con Enrique Peña Nieto, que podría ser el nuevo Presidente de México, lejos de observarse que se pretenda subsanar la putrefacción política, dos acciones, una policiaca —por supuesto fuera del país— y una política —por supuestísimo que dentro del país— nos confirman que las cosas en el país irán empeorando.
 
Manlio Fabio Beltrones Rivera, quien será nuevo líder de los diputados priístas, en la mira del FBI de los Estados Unidos y de la DEA, la agencia antidrogas norteamericana, tiene un historial que mata cualquier prestigio.
 
En sus orígenes políticos se halla la mano de Fernando Gutiérrez Barrios, del que fue secretario particular y luego subsecretario en Gobernación. Carlos Salinas de Gortari lo tomó como suyo y lo hizo gobernador de Sonora.
 
Cuando ocurrió el crimen de Luis Donaldo Colosio, en Lomas Taurinas, Tijuana, Beltrones era gobernador de Sonora. Salinas de Gortari lo comisionó para “interrogar” al asesino material, Mario Aburto Martínez, y exprimirle la información que condujera al móvil y al autor intelectual. Lo que Beltrones escuchó, lo supo Salinas y ahí quedó.
 
Desde entonces, bajo la sombra de Salinas, Manlio Fabio Beltrones ha tenido una carrera meteórica, fulgurante, convertido en un hombre poderoso, un auténtico quiropráctico del sistema y de los priístas, pues dicen que todo lo endereza y lo que no, lo termina de torcer.
 
Su hoja de servicios tiene, sin embargo, una mancha indeleble: la sospecha de su involucramiento en el narcotráfico.
 
El 23 de febrero de 1997, el New York Times publicó un reportaje bajo la firma de su corresponsal en México, Sam Dillon, y del periodista independiente Craig Pyes, en que, según datos de la DEA, dos gobernadores, Manlio Fabio Beltrones, de Sonora, y Jorge Carrillo Olea, de Morelos, protegían las operaciones del líder del Cártel de Juárez, Amado Carrillo Fuentes.
 
Lógico, el reportaje se convirtió en una bomba. Beltrones desmintió su participación, argumentó que su gobierno realizaba un combate frontal al narcotráfico, incluyendo aportaciones financieras al Ejército, y presentó una denuncia penal por difamación contra el New York Times y los periodistas Dillon y Pyes.
 
La denuncia fue mera formalidad. Tiempo después, la PGR la desestimó porque había sido presentada en territorio mexicano y no en Estados Unidos, donde se realizó la publicación. Beltrones pagó a otro periodista, Keith Rosemblum, para que realizara una investigación, cuyas conclusiones dieron vida al libro “No hay acusador ni crimen, pero tú eres culpable”, en el que desvanecen todas los señalamientos de la DEA en su contra.
 
Beltrones carga con la mala fama encima. Nunca, pese a negarlo en abierto y financiar investigaciones que derrumben la tesis de la complicidad, ha logrado disipar la sospecha de que fue un atinado colaborador del narco mexicano, concretamente del extinto Amado Carrillo Fuentes, el Señor de los Cielos.
 
Pese a ello, será por tercera vez diputado federal —ya fue dos veces senador— y tendrá a su cargo la operación política y las turbulentas negociaciones con la oposición para hacer menos dramática la Presidencia de Enrique Peña Nieto.
 
El otro caso es más reciente y quizá más escandaloso. Se trata de la detención en Madrid, España, de cuatro personajes a quienes se les vincula con el narcotráfico. Uno de ellos es Jesús Gutiérrez Guzmán, presunto primo del líder del Cártel de Sinaloa, Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera, y otro, Rafael Humberto Celaya Valenzuela, ex aspirante a diputado federal por el distrito de San Luis Río Colorado, Sonora, zona de alta incidencia de tráfico de drogas.
 
Curiosamente, la detención del “primo” del “Chapo” Guzmán pasó a segundo término, ante la difusión de una decena de fotografías y tuits en internet en que Celaya Valenzuela aparcería con Enrique Peña Nieto y con el futuro líder de los senadores del PRI, Emilio Gamboa Patrón.
 
Por lo menos en tres gráficas se ve a Celaya Valenzuela, con el entonces candidato presidencial Peña Nieto; en otra más aparece con Gamboa Patrón; unas más, con amigos, en ciudades europeas.
 
Un mensaje de Twitter, suscrito desde la cuenta de Celaya Valenzuela, refiere que Peña Nieto lo desligó coordinador de las campañas de candidatos a diputados federales en Sonora.
 
De inmediato, con el escándalo encima, el PRI se apresuró a señalar que Peña Nieto había sido captado en miles de fotografías, a solicitud de los priístas, durante su campaña electoral, y que las de Celaya Valenzuela eran otras más. Pero, como fuera, la sombra del narcotráfico volvió posarse sobre el candidato del PRI.
 
Uno de los temas más controvertidos antes y durante la campaña presidencial, fue la vinculación de gobernadores priístas al narco; la forma en que permitieron que se apropiaran de territorios; el uso de las corporaciones policíacas para encubrir o para informar sobre operativos federales. El PRI fue motor del narco para hacer fracasar la lucha del Presidente Felipe Calderón contra el crimen organizado y se dedicó a cuestionar la estrategia que usó al Ejército y la Marina contra los capos.
 
 
 
En ese panorama, que Beltrones sea el operador del peñismo en la Cámara de Diputados y que Celaya Valenzuela aparezca en fotografías dignas de toda sospecha, no abonan en nada a la confianza que Peña Nieto reclama de los mexicanos en un tema que de por sí es espinosísimo: el narcotráfico. ([email protected])(@moralesrobert)

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