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Roberto Morales Ayala

Zona Franca

Duarte-Yunes-Macías, o la factura pendiente

09/11/2012 10:15 a.m.
Javier Duarte Ochoa y Miguel Angel Yunes Linares son dos tipos de cuidado, poseedores de fortuna, de mansiones, de poder, dueños de vidas y voluntades, dueños también de un carácter de los mil demonios y de un descaro todavía mayor.
 
Vienen protagonizando un escándalo por la revelación de sus bienes: la casucha de 32 millones del Chiquiyunes, Miguel Angel Yunes Márquez, el hijo pródigo, en Boca del Río, y la cuevita de veraneo del gobernador Javier Duarte, en Maricopa, en suelo norteamericano, valuada en un millón de dólares.
 
Eso los tiene enfrentados y confrontados. Los tiene al borde de un colapso político, de revivir viejas rencillas, de dar rienda suelta a la descalificación y hacer sonar, una vez más, tambores de guerra.
 
A Yunes le ha llovido de todo desde que salió a relucir la mansión de su hijo Miguel Angel Yunes Márquez, ex alcalde de Boca del Río, apenas inaugurada, lujosísima por fuera y aún más por dentro, cuyo costo alarmó a medio Veracruz: 32 millones de pesos.
 
La revelación se la debemos al periódico Reforma, que retomó un dato que fue ventaneado en 2010, durante la campaña del viejo Yunes por la gubernatura de Veracruz: el terreno que se había adjudicado el ex alcalde boqueño, en el cual se veía a futuro con una mansión para la envidia de los más adinerados.
 
En los días previos a la publicación, los detalles subieron a internet. Se supo con qué la equipó, sus dimensiones y cuánto le invirtió el hijo de Yunes Linares. Hablaron columnistas y analistas, y fue la comidilla de todos.
 
Poco después, Reforma evidenció al gobernador Javier Duarte. Exhibió cómo se hizo de una mansión en Maricopa, en la región de Phoenix, Arizona, cuando apenas tenía unos meses de haber sido designado secretario de Finanzas del gobierno de Veracruz, en el sexenio de Fidel Herrera Beltrán.
 
Aquella transacción, revelada por Yunes Linares, según Reforma, estuvo dotada de la mayor sospecha. No adquirió la propiedad Javier Duarte sino su esposa Karime Macías Tubilla, y pagó por ella 10 dólares, el 29 de marzo de 2005, a su antigua propietaria, Linda J. Mickelson.
 
El predio en que se halla la casita de veraneo del gobernador Javier Duarte, tiene una extensión de 503 metros cuadrados, aunque la vivienda ocupa sólo 368 metros. Tiene seis recámaras y alberca. Se ubica a un costado del club de golf, en una zona de alta exclusividad.
 
Catastralmente, la mansión Duarte tiene un costo de 7 millones de pesos, pero comercialmente está fijada en un millón de dólares, es decir, en 13 millones de pesos.
 
Hacerse de un inmueble así, fue una imprudencia, máxime que Javier Duarte acababa de ocupar la Secretaría de Finanzas del gobierno veracruzano, muy cerca de la tentación y muy lejos de la mesura. Quizá por ello, en 2007 pretendió repellar ese boquete moral y “vendió” la propiedad a un viejo compañero de correrías de su familia política e integrante del clan, su tío Jorge Ramírez Pérez, a razón de 10 dólares, tal como supuestamente la había adquirido doña Karime.
 
Ramírez Pérez, según registros exhibidos por Reforma, es propietario de las empresas Mexican Reality LLC y Hermes Magazines LLC, ambas en el domicilio de la mansión Duarte, en Maricopa.
 
Este personaje, tío de Karime Macías y concuño del padre de la primera dama de Veracruz, Jesús Antonio Macías Yazegey, es padre de Jorge Fernando Ramírez Tubilla, primer procurador Fiscal del régimen duartista y actual subsecretario de Ingresos de Veracruz.
 
Ramírez Tubilla también está vinculado a la trama. Es asesor de Mexican Reality LLC, propiedad de su padre, cuyo domicilio es la vivienda de veraneo del gobernador de Veracruz en suelo norteamericano.
 
A Javier Duarte no se le conocen habilidades para sortear semejantes conflictos. Una vez que Reforma lo desnudó, cuestionado por la prensa que requería una respuesta al caso de la mansión de la sospecha, simplemente negó ser su propietario. Su vocera, Gina Domínguez, alzó la voz y tajante dijo: el gobernador no tiene propiedades en Estados Unidos. No, él no. Su esposa Karime, sí, que para el caso es lo mismo. O su prestanombre, Jorge Ramírez, que también es tío político del gobernador de Veracruz.
 
Duarte tuvo otro error garrafal. Pudiendo evitar el bulto, arremetió contra Yunes Linares con una frase que acabó con el pacto de no agresión: “ladrón que grita al ladrón”.
 
No son muchos quienes le han llamado ladrón a Yunes Linares sin afrontar las consecuencias. Y quienes lo intentaron, lo han pagado con creces.
 
Quizá la trama pudiera quedar en la sola anécdota de la mansiones de la ignominia, los insultos y los agravios. Pero no. El tema tiene tela de donde cortar.
 
Yunes Linares y el clan Macías-Ramírez tienen facturas pendientes y una historia de odio, heridas abiertas y llagas que nunca habrán de sanar.
 
Hace casi 20 años, siendo secretario de Gobierno de Patricio Chirinos, Yunes Linares dirigió una embestida hacia uno de los grupos políticos que con mayor ahínco retaban al mandatario veracruzano. Lo desafiaban, lo increpaban y suponían que, apoyados por el editor periodístico, José Pablo Robles Martínez, director de Diario del Istmo, lo habrían de doblegar.
 
Yunes Linares les activó una denuncia por fraude a Bancomer, al negarse los empresarios Tony Macías y Luis Daccarett, asesorados por Jorge Ramírez Pérez, a cumplir con el pago de un crédito. Los aprehendió, los encarceló y los sometió a un escándalo, abollando la corona de impunidad que se habían ceñido.
 
No salieron libres por inocentes sino por reunir el dinero y liquidar su adeudo con Bancomer. Se decían insolventes, pero en cuanto sintieron el rigor de una celda, la humedad de una crujía, la hostilidad de un penal, aparecieron los cientos de miles de viejos pesos que adeudaban y dieron por saldado el crédito.
 
De aquella afrenta, Tony Macías y Jorge Ramírez, padre y tío de Karime Macías, nunca se repusieron. El agravio lo traen tatuado en la piel, marcado en la frente e impreso en la conciencia.
 
Javier Duarte sale mal parado del episodio de las mansiones del agravio, más desvencijado que Yunes Linares, pues uno tiene mucho que perder y el otro poco que ganar.
 
Yunes, candidato panista al gobierno de Veracruz, en 2010, hoy no es nada en el esquema institucional. Carece de cargos públicos; se mueve a sus anchas; no le rinde cuentas a nadie, y la casa de Boca del Río ni siquiera es suya, es de su junior.
 
Duarte, en cambio, es el gobernador veracruzano, cuyas acciones son observadas y escudriñadas por todos. Su moral está en entredicho.
 
Haber adquirido una mansión a los pocos meses de asumir la Secretaría de Finanzas; incurrir en simulaciones financieras; usar de prestanombre a su propia esposa y luego a su tío político; negar lo innegable, y todavía imputar condición de ladrón a riesgo de hablarle al espejo, colocan al gobernador de Veracruz en difícil situación, en zona de sospecha.

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