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Arturo Reyes Isidoro

Prosa Aprisa

La víspera

14/11/2012 08:43 a.m.

Se le considera el hombre más cercano al Presidente electo y en quien recaen las decisiones más trascendentes en el equipo de transición. Lo llaman “el hombre del Presidente”.

Lo mismo acompaña a Enrique Peña Nieto a las giras internacionales y a los encuentros con líderes mundiales, que acude en su compañía a Los Pinos para tratar los temas de interés nacional con el presidente Felipe Calderón.

A Luis Videgaray  se le considera, junto con Miguel Osorio Chong, uno de los dos principales brazos políticos del Presidente electo.

Se da por un hecho que el ex secretario de Finanzas del Estado de México jugará el papel más relevante en la administración que está por asumir el poder dentro de 17 días.

Hasta ahora, hablar de Luis Videgaray es darle casi la equivalencia de hablar de Enrique Peña Nieto.

Por eso, no deja de ser significativo que sea quien venga mañana jueves con la representación del nuevo Presidente al acto con motivo del Segundo Informe de Gobierno, que a lo mejor pudo haber venido el propio Peña Nieto de no haber tenido que viajara a Cádiz, España, donde asistirá viernes y sábado a la XXII Cumbre Iberoamericana. Pero deja y envía a su más cercano.

Así, el simbolismo que tiene la presencia de Videgaray es que el nuevo Presidente le da una gran relevancia a Veracruz y con ello un gran respaldo al gobernador Javier Duarte de Ochoa.

Políticamente, a juicio mío, eso es lo más importante para el cordobés, pues con ello seguramente se enterrarán en forma definitiva los rumores que todavía perviven de que dejaría el gobierno del estado.

Sotto voce, después del 4 de julio, cuando se confirmó que Enrique Peña Nieto había perdido la elección en Veracruz aunque el PRI había superado su votación con respecto a 6 años antes cuando perdió Roberto Madrazo Pintado, la especie de su posible salida empezó a crecer.

De fuentes del Distrito Federal y del círculo peñanietista se sabe que, en efecto, la molestia por el resultado electoral en Veracruz era mayúscula y, tal vez si no de parte de Peña Nieto sí por lo menos de miembros de su equipo, se empezó a hablar que quedaban emplazados y con un futuro incierto los gobernadores de Nuevo León, Veracruz, Tamaulipas y Quintana Roo.

Así que cuando el senador Héctor Yunes Landa salió a desmentir el rumor y de que se le achacaba, en realidad éste ya era viejo (tal vez se le achacaba porque imprudentemente algunos de sus colaboradores, tal vez sin que él lo supiera, empezaron a comentar que el de Soledad de Doblado había recibido instrucciones de que se moviera en el estado para que tuviera fuerza y presencia por si se daba el cambio y para que él pudiera entrar de relevo y que por eso andaba –y anda– muy movido).

Por lo que se advierte, la molestia ha pasado. Finalmente, Peña Nieto ganó en otros estados y la Presidencia y el primer mensaje que envió a Javier Duarte de Ochoa de que ya lo pasado pasado y de que le daría todo su respaldo para seguir adelante fue el pasado 24 de octubre cuando lo recibió en la Ciudad de México y, además, lo distinguió siendo el primer gobernador con el que se reunió a dialogar.

Fuentes confiables del altiplano me llegaron a confirmar la gran importancia y relevancia que le da el Presidente electo a Veracruz, como a ningún otro estado, por todo su potencial, su historia y el futuro que ofrece, y por eso, me dijeron, la molestia que había causado el resultado electoral.

Pero, sin duda, hubo dos factores que contribuyeron al restablecimiento de la que, se ve, es ya una nueva y buena relación de los gobiernos: uno, aquél pronunciamiento adelantado de adhesión y fidelidad peñaniesta por parte de Javier Duarte de Ochoa, que causó incluso la molestia de Manlio Fabio Beltrones, quien era otro aspirante presidencial, adherencia que se confirmó cuando Toluca y Xalapa se hermanaron aquel 5 de septiembre de 2011 pero cuyo protocolo firmaron los entonces gobernadores del Estado de México y de Veracruz, Enrique Peña Nieto y Javier Duarte de Ochoa, respectivamente; y, dos, la petición que hizo en julio pasado para que viniera a colaborar con él un peñanietista en activo, Enrique Ampudia Melo, a quien nombró subsecretario de Gobierno y quien opera con una gran eficacia política, hecho que significó un puente de entendimiento y con quien ha ido sentando las bases para esta buena relación que, me confió un día Ampudia, detonará al estado por todos los proyectos que el mexiquense tiene para Veracruz y para lo cual quiere a un gobernador fuerte.
Así, más allá de lo que pueda decir Luis Videgaray mañana, políticamente su sola presencia ya dice mucho o todo y Duarte de Ochoa debe estar muy complacido a unas horas de que rinda cuenta por segunda vez a los veracruzanos. No viene Peña Nieto, pero como si viniera.

Pudiera pensarse que al cordobés, luego de etapas tan difíciles que le ha tocado enfrentar, se le perfila, por fin, un panorama de prosperidad, para él como gobernador, para su administración, y es de esperarse que para todos los veracruzanos. Deberá llegar mañana al podio sonriente.

Con su informe de este jueves, de hecho concluye los dos primeros años de gobierno e inicia el tercero, es decir, se enfila ya hacia la mitad de su gestión, llegará hasta lo más alto que puede llegar porque para finales del próximo año iniciará la cuenta de regreso. No tiene tiempo que perder.

Lo demás, para su éxito pleno en lo que resta del sexenio, deberá correr por su cuenta, por la sacudida que le dé al árbol de colaboradores y que nombre a personas idóneas, con experiencia, que lo ayuden; a que se corrijan fallas, errores, omisiones; a que –desde mi punto de vista de lo más esencial– teja redes, establezca o restablezca puentes de entendimiento con un importante sector de la prensa que no acaba de creer y nada la convence, y a que responda con el mejor lenguaje, el que todos creen y del que nadie duda: el de los resultados.


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