La vista se no puede mostrar porque supera el umbral de vista de lista (5000 elementos) aplicado por el administrador.

Para ver los elementos, intente seleccionar otra vista o crear una nueva. Si no cuenta con permisos suficientes para crear vistas para esta lista, solicite al administrador que modifique la vista de modo que cumpla con el umbral de vista de lista.

Más información sobre la creación de vistas para listas grandes.

Roberto Morales Ayala

Zona Franca

Pagar caricias

28/11/2012 10:19 a.m.

Hundido en el descrédito político y financiero, lastimado el ego del gobierno de Javier Duarte de Ochoa, baja la autoestima, por todo lo que no puede o no sabe hacer, no escatima en pagar caricias, falsas caricias.

Dos casos llamaron la atención en los últimos días. Uno es el del periodista y escritor Armando Fuentes Aguirre, mejor conocido como Catón, y la de la premio Nobel de la Paz, la guatemalteca Rigoberta Menchú.

Engañados o utilizados, y en el caso de la Menchú, no dudaría que bien pagada, vinieron a Veracruz a ofrecer sendas declaraciones para avalar al gobierno duartista en materia de educación y derechos humanos.

Catón fue obsequioso, desmesurado y hasta empalagoso al referirse a los creadores de la Universidad Popular Autónoma de Veracruz (UPAV) pues, dijo, “millares de jóvenes y adultos veracruzanos tienen acceso a los beneficios que brinda la educación”. Fuentes Aguirre vino a dictar una cátedra magistral, denominada “La Cultura Popular en México”.

Para la UPAV, tuvo palabras desmedidas, así, sin medida, sin límite. “Cualquier estado estaría orgulloso de contar con una universidad de esta calidad con la que cuentan ustedes; formar parte de ella es todo un privilegio, pero es necesario recordar que a cada privilegio le acompaña una responsabilidad y la de ustedes estudiantes es ser extraordinarios en esa actividad, cumplir con las expectativas que sus padres y las comunidades de Veracruz y Minatitlán tienen en ustedes”.

Hubo otra frase que exhibió a un Catón desbordado:

“No sólo admiro a esta institución sino que la quiero por la tarea que lleva a cabo entre los veracruzanos. Por ello, es necesario agradecer a quienes concibieron su existencia y la crearon. Espero que ustedes estudiantes se superen en bien de sus familias y de la gran familia que se llama México”.

No podían faltarle los elogios para el gobernador Javier Duarte, por hacer que la UPAV llegue a todos los rincones de Veracruz, y para el rector de la UPAV, “doctor” Guillermo Zúñiga Martínez, por la dedicación que en su vida ha otorgado a la educación.

Expresó que en la UPAV “se cultivan los valores del bien, de la verdad, de la justicia, así como el amor a la sabiduría, a la patria, a nuestra familia y a nuestros semejantes (…) nuestra patria nos pide que vivamos por ella, que realicemos de la mejor manera la tarea que nos toca realizar”.

Catón es un periodista respetado, un magnífico contador de chistes y un atinado analista, que retrata la vida pública, cuyos textos se publican en más de 150 periódicos diariamente. Es prolífico y ameno.

Por eso extraña su obsequiosa argumentación hacia una universidad que anda en boca de todos, cuestionada, que abre carreras al gusto del cliente; que otorga títulos como si fueran confeti; que dispone de una matrícula que supera a la Universidad Veracruzana en sólo año y medio de fundada; que carece de instalaciones propias, pues sus cátedras se imparten en locales prestados o rentados, y que esconde un negocio de más de 400 millones de pesos anualmente.

La UPAV provoca recelo entre los veracruzanos y ya ha sido echada de otros estados, como Puebla y Tabasco, donde simplemente le negaron validez a sus estudios, porque simplemente les parece una farsa.

Quizá sus paisanos, los coahuilenses, estén orgullosos de Catón por cuanto ha logrado, pero yo, como veracruzano, no. Porque eso de venir a chorearnos, a colmar de laureles a la universidad que lo contrata para impartir una cátedra e intentar vendernos un cuento chino, simplemente no se digiere.

Catón vino a Veracruz e hizo el elogio de un engaño. No se opone uno a que las universidades den opciones de cambio a la sociedad, a que formen profesionales para el futuro; a lo que uno se opone es que se engañe con la educación.

Estamos a favor de que la educación nos haga mejores, no a que se nos engañe con ella.

El otro caso tiene que ver con el oportunismo y la mentira. Su protagonista es Rigoberta Menchú, premio Nobel de la Paz en 1992, guatemalteca, protagonista de una historia trágica, mágica e irreal, de una lucha social por sus hermanos indígenas y de un mito tejido a base de falsedad.

Rigoberta también fue traída con el señuelo de la zanahoria: un premio a cambio de tirarse a los pies del gobierno duartista. El gobernador le entregó la Medalla Veracruz por su aportes en beneficio de la sociedad. Eso bastó para que la señora describiera a Veracruz como un paraíso de los derechos humanos.

Dijo que Veracruz es un estado con grandes avances en materia de derechos humanos, reconocimiento a los pueblos indígenas y equidad de género.

“Muchas mujeres hoy reivindican sus derechos y hay políticas públicas que han incluido gran parte de nuestras demandas”, señaló.

Debe tener la mira extraviada Rigoberta Menchú cuando viene a Veracruz a aseverar semejantes absurdos. En Veracruz se violan flagrantemente los derechos humanos de los ciudadanos por parte de las corporaciones policíacas, de los ministerios públicos, de los jueces, de las autoridades municipales, y de ello existen estadísticas que alarman y denuncias sustentadas.

En Veracruz la mujer es atropellada, vejada y las agencias del Ministerio Público, lejos de brindarle protección, terminan lucrando con sus casos o sumiéndolas en el olvido.

Rigoberta Menchú, de origen indígena, ha de saber del caso de Ernestina Ascensión, anciana violada y muerta a manos de militares en la sierra de Zongolica, aunque oficialmente falleció por anemia y gastritis, cuando los médicos que la atendieron y los que le practicaron la autopsia habían determinado que fue ultrajada.

El gobierno de Fidel Herrera Beltrán, que originalmente aceptó la agresión como causa de la muerte, pronto cambió y dejó totalmente en la indefensión a la anciana indígena, para quien hasta la fecha no hay justicia.

En la sierra de Soteapan, en Zongolica, en la región totonaca, el abandono del gobierno de Veracruz es palpable y patético. Los grupos indígenas, se ven obligados a emigrar, trasladarse a otros estados en busca de empleo, mal pagado, pero aún así empleo que no genera el gobierno veracruzano.

La visión de Rigoberta Menchú es corta frente a la realidad de los veracruzanos y una auténtica mentira en cuanto a derechos humanos.

Ayer mismo, el representante del Partido de la Revolución Democrática ante el Instituto Electoral Veracruzano, Fredy Marcos Valor, conminó al ombudsman del estado, Luis Fernando Perera Escamilla, a ponerse a trabajar y dejar a un lado sus poses mediáticas que en nada ayuda a la protección de los derechos humanos.

La actitud demagógica de Rigoberta Menchú es evidente. No sabe qué tan mal andan los derechos humanos en Veracruz, o que tanto les son violados esos derechos a los ciudadanos, pero se le hace fácil e irresponsable venir a exaltarlos.

En el gobierno duartista se ha reprimido a las voces críticas. Periodistas han parado en la cárcel por andar de pleito con el gobernador Duarte, caso concreto Carlos Jesús Rodríguez, propietario de la página gobernantes.com, a quien le revivieron una denuncia, lo detuvieron, en la cárcel casi lo medio mataron a golpes y tuvo que salir directo a un hospital a riesgo de morir en las manos de sus verdugos. A los tuiteros se les encarcela, como le sucedió a María de Jesús Bravo Pagola y Gilberto Martínez. Pero de eso Rigoberta no habla.

La premio Nobel de la Paz es una mujer cuestionada. Se le acusa de oportunista, de bailar al son que le tocan y al ritmo de quien la condecora; de haberse construido una historia falsa en la que no todo lo que dice es cierto y en algunos puntos es asombrosamente mentirosa.

El antropólogo David Stoll, en su libro “Rigoberta Menchú y la historia de todos los pobres guatemaltecos”, documenta tragedias en las que la premio Nobel sólo fue una espectadora y protagonista de dramas que no vivió.

Su propia biógrafa, Elisabeth Burgos, venezolana, terminó por caer en la cuenta que Rigoberta Menchú la hizo escribir pasajes de una vida que no había vivido. En respuesta, la premio Nobel la desacreditó. Dijo que el libro sobre su vida no lo había escrito Burgos, sino que fue la propia Rigoberta con ayuda unos amigos, en México, quienes lo redactaron.

La falsedad cayó por su propio peso. Elisabeth Burgos exhibió las cintas que contenían las 19 horas de entrevistas, en las cuales Rigoberta Menchú contaba sobre su hermano al que vio morir, pero que en realidad está vivo; su infancia trabajando como criada y padeciendo el racismo, cuando nunca ocurrió así; la imagen idealizada de su padre, que no era como lo describe; la muerte de su otro hermano, quemado por militares, que ella afirmaba haber presenciado aunque tampoco fue cierto, o su supuesto analfabetismo, que seguramente ella redactó.

Rigoberta Menchú ha construido un mito que se ha venido desmitificando a medida que los investigadores hurgan en su vida. Acostumbra mentir. Gusta de elogiar y dice lo que los otros quieren escuchar.

Así fue en Veracruz. Vino, Javier Duarte la premió y ella llamó a Veracruz paraíso de los derechos humanos.

Javier Duarte, a cambio de ser elogiado, paga falsas caricias.

([email protected])(@moralesrobert)


¿Te ha parecido interesante la columna?

Comentarios

Comparte
La vista se no puede mostrar porque supera el umbral de vista de lista (5000 elementos) aplicado por el administrador.

Para ver los elementos, intente seleccionar otra vista o crear una nueva. Si no cuenta con permisos suficientes para crear vistas para esta lista, solicite al administrador que modifique la vista de modo que cumpla con el umbral de vista de lista.

Más información sobre la creación de vistas para listas grandes.