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Arturo Reyes Isidoro

Prosa Aprisa

Sonambulismo presidencial

01/12/2009 08:46 p.m.
Publicó José “Pepe” Cárdenas en su columna “Ventana”, de El Universal, el pasado 20 de noviembre: “RENDIJA: Tarde o temprano, todo se sabe.
 
A las tres de una madrugada de agosto, sonó el teléfono en casa de Eduardo Medina Mora, procurador general de la República; alterado, a esa hora llamaba el presidente Calderón para reclamarle su deslealtad en vísperas electorales. La mañana siguiente, el procurador fue a Los Pinos; portaba la renuncia irrevocable. ¿Por qué? —preguntó Calderón—.
 
Porque usted me ha perdido la confianza —respondió Medina Mora—. ¿De qué me hablas? Yo no recuerdo haberte llamado anoche”.

Por lo menos yo, sinceramente, cómo quisiera que eso no sea cierto, es decir, que el presidente haya caído en un verdadero sonambulismo, que sería el primer caso de sonambulismo presidencial en la historia. 
 
Pero han pasado muchas fechas y nadie de la Presidencia de la República desmintió lo publicado, como sí en cambio trató de hacer una aclaración Rodolfo “El Negro” Elizondo, titular de Turismo federal, a otro comentario de “Pepe” Cárdenas publicado también en su columna el 24 de noviembre, sobre un encuentro ríspido que habría tenido igualmente con el presidente.

Es triste ver cómo a Felipe Calderón casi se le fue el país de las manos. El diario Milenio publicó en su edición del viernes 27 de noviembre una fotografía verdaderamente patética del presidente tomada durante la 27 Sesión del Consejo Nacional de Seguridad Pública.
 
Con el codo apoyado en la mesa y la cabeza ligeramente inclinada, con la mano derecha se tapa la cara, como diciendo: que ya se acabe esta pesadilla, es decir, su sexenio.

Un día antes, el 26 de noviembre, se publicó en los diarios de la Organización Editorial Mexicana (OEM) una entrevista exclusiva que el presidente concedió al señor Mario Vázquez Raña. El titular decía así (aquí lo leí en el Diario de Xalapa): “Cómo ganarme la confianza de los mexicanos, mi gran reto: Calderón”.
 
Con eso me bastó para ya no leer el texto de la entrevista. Calderón sigue pensando como candidato. Cómo es posible que cuando ya entró a su cuarto año de gobierno hable de querer ganarse la confianza ciudadana, cuando que a estas alturas debería estar declarando que ya se la ganó con su trabajo (en realidad, ya la perdió).

Podría seguir, pero creo que nada resume mejor lo que está sucediendo con Calderón que lo publicado por el maestro en Sociología Política Alfonso Zárate, director general de Grupo Consultor Interdisciplinario, S.C. (GCI), quien ha ocupado los cargos de director general de Análisis Político en la Presidencia de la República, asesor del secretario de Relaciones Exteriores, asesor del subsecretario de Gobernación, y en el ámbito académico, director de Estudios Políticos del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), y profesor en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el Instituto Matías Romero de Estudios Diplomáticos (IMRED) y la Universidad Iberoamericana (UIA). En su colaboración semanal de El Universal, que apareció el pasado 26 de noviembre con el título “El solitario de palacio”, apunta:

“El presidente Felipe Calderón enfrenta casi en solitario y en un entorno de cuestionamientos severos el momento más difícil de su mandato.
 
Tan sólo el viernes (se refiere al 20 de noviembre), los encabezados y los contenidos de las colaboraciones de distintos analistas de nuestro diario (de El Universal) dan cuenta de esa condición”. Primero refiere lo que contó José “Pepe” Cárdenas, que reproduzco al inicio de esta columna. Continúa:

“En la misma página, Javier Solórzano titula su colaboración: ‘¿Dónde está el Presidente?’. Las primeras líneas de su texto son contundentes: ‘El ánimo en el que anda el país no es casual. La clase política parece incompetente y el país va sin rumbo’.
 
En consonancia, Ana María Salazar se pregunta: ‘¿Dónde está el piloto?’. Apenas este martes, Salvador García Soto advierte que el mal humor se ha instalado en Los Pinos.
Pero más allá del ‘círculo rojo’, Calderón Hinojosa enfrenta la censura de algunos de los principales empresarios de México y de sus voceros que, desde los organismos empresariales, dicen que nunca habían sentido tal distancia del titular del Poder Ejecutivo.
 
Tal vez es cierto; más allá del discurso, los gobiernos priístas siempre sumaron a los grandes empresarios y no sólo eso: gobernaron con ellos y para ellos, aunque al final algunos, como Echeverría y López Portillo, hayan terminado en ruptura.

Lo que había ganado el Presidente en las élites económicas con la decisión de extinguir Luz y Fuerza del Centro lo perdió al denunciar que los consorcios (unos 400) apenas contribuyen al erario. Lo dicho y reiterado por Felipe Calderón, aunque cierto, resultó una verdad incómoda y políticamente inoportuna (siempre parece inoportuno reprobar, así sea sólo de palabra, a los ‘dueños de México’).
 
Quienes han aprovechado los resquicios legales para evadir al fisco y multiplicar sus fortunas se ofendieron y mandaron a sus personeros a enmendarle la plana al Presidente.
Pero si esto ocurre al nivel de la élite económica, en el otro extremo hay una base social empobrecida —el desempleo ha crecido de manera alarmante en los últimos años, ni qué decir de la precarización laboral— que constituye una masa resentida y capaz de agregarse a distintos movimientos populares.

En el Congreso, las propuestas del titular del Ejecutivo de desaparecer tres dependencias son desestimadas por los legisladores y un pequeño grupo de diputados pejistas juega el papel de golpeadores sistemáticos a los hombres del Presidente. Y mientras esto ocurre en los extremos de la pirámide social, anchas franjas de las clases medias —ese sector crucial para la estabilidad política y que suele simpatizar con el PAN— muestran altos grados de frustración y desesperanza ante la disminución de sus ingresos y el desbordamiento y la brutalidad de la delincuencia: el secuestro y la extorsión los están lastimando duramente.

Por eso, en momentos en que es imperativo alcanzar acuerdos para salir de la difícil coyuntura y construir las condiciones para un crecimiento sano y sostenido de la economía, que se traduzca en empleos y bienestar social, los apoyos sociales que se requieren para sustentar al Presidente se vuelven cada vez más angostos y volátiles y en su equipo, con raras excepciones, prevalece la indolencia, el ocultamiento y la ineptitud.

El jefe del Ejecutivo dispone y las altas burocracias lo descomponen, sus órdenes no se traducen en acciones porque los responsables no saben cómo hacerlo o no quieren hacerlo. Por años se desmantelaron los equipos técnicos de secretarías como la de Comunicaciones y Transportes y hoy no tienen con quién armar los proyectos ejecutivos para las obras de infraestructura, o le temen a firmar contratos multimillonarios que, más temprano que tarde, los pueden convertir en indiciados.

Hay muchas decisiones pendientes para que el país se prepare para crecer, y de ellas, varias no requieren la aprobación del Congreso, corresponden a las atribuciones constitucionales y legales del titular del Ejecutivo.
 
En los últimos nueve años la economía ha crecido en promedio sólo 1%. Si Calderón se atreve, enfrentará duras resistencias. Pero si no se atreve, será peor. ‘No hay peor lucha que la que no se hace’.

A cuatro días de iniciar la segunda mitad de su gobierno (su colaboración apareció el 26 de noviembre), es el momento de que el Presidente se pregunte cómo querrá ser recordado una vez que concluya su mandato.

Con su frivolidad e ignorancia, Fox dilapidó el enorme entusiasmo colectivo que generó la alternancia. El bato con botas —le llamó Humberto Musacchio— resultó un mandilón cuya ineptitud le sigue costando mucho al país.

Por ser hijo de Luis Calderón Vega y haberse nutrido en la filosofía democrática del PAN original, Calderón tiene un compromiso mayúsculo. Administrar la inercia no es opción. Todavía está a tiempo de recuperar la iniciativa, pero difícilmente lo hará con colaboradores que no tienen la estatura para enfrentar el complejo escenario”.

Es patético el caso de Felipe Calderón y podríamos quedarnos sólo en la condolencia que sentimos por él como persona, pero resulta que es ni más ni menos que el presidente de la república y entonces tenemos que dejar a un lado ese sentimiento para pasar a preocuparnos porque con su ineficacia, su indolencia, su ineptitud, su falta de autoridad, le ha dado en la madre al país y con ello a todos nosotros que vamos a pagar los platos rotos con más impuestos.
 
Soy de los que trata de verle el lado positivo a las cosas y dentro de todo lo malo, lo bueno es que Felipe Calderón ya nos está mostrando –porque es el vivo y triste ejemplo–  lo que le pasaría a Veracruz si el panismo llegara al gobierno del estado.

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