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Roberto Morales Ayala

Zona Franca

Un embustero que quiere ser gobernador

28/01/2013 08:26 a.m.
De políticos que prometen y no cumplen, que empeñan su palabra y juran hasta el nombre de Dios en vano, y que usan los moldes y las tretas del viejo PRI como moneda de cambio, está lleno el zoológico priísta. Uno de ellos es Héctor Yunes Landa.

Senador, porque no pudo ser gobernador de Veracruz, Yunes Landa es un aclamado demagogo que tiene en venta el sol, la luna y las estrellas, y que en un descuido, con esa singular habilidad para el engaño, se los vende a quien se los quiera comprar.

Es evidentemente un vendedor de mentiras y un engañador por vocación.

En su historial hay promesas de alcaldías que nunca asignó; diputaciones que negoció; cargos en el gobierno que entregó a sus enemigos a cambio de beneficios para él, y toda una biblia de lo que no se debe hacer, pero que Héctor Yunes cumple cabal, puntual y perversamente.
 
Desde hace años se le acusa de haberle provocado un quebranto al ingenio El Modelo, pues las campañas de Fidel Herrera Beltrán y Héctor Yunes recibieron un financiamiento de 247 millones de pesos —150 millones para Fidel y 97 millones para Héctor— que nunca pagaron a la caja de ahorros de los trabajadores cañeros y que provocó que algunos de sus dirigentes fueran perseguidos y encarcelados.
 
Yunes Landa siempre lo ha negado, como niega todo aquello que le mancha su sinuosa y serpenteante carrera política. “Que lo prueben, que presenten pruebas”, pidió el senador veracruzano apenas en octubre cuando se recrudecieron los señalamientos, como si por las operaciones sucias se expidiera factura
 
Héctor Yunes es, por si no fuera suficiente su cuestionada solvencia moral, un engañador sin escrúpulos y con una alta dosis de cinismo.
 
Tres agendas lo describen como es: los gasolinazos, el conflicto cañero y su mano metida en ayuntamientos donde el crimen organizado ha hecho de las suyas.

En 2012, cuando era presidente estatal del PRI y luego cuando buscaba ser senador por Veracruz, su premio de consolación porque no le tocó la gubernatura, usó el tema de los gasolinazos del gobierno federal para cachar votos.
 
Decía que “los mexicanos sufren todos los días las malas decisiones del gobierno federal, como el gasolinazo”, y así se iba, encuerdado, acusando a Felipe Calderón de ser insensible a las necesidades del pueblo.

“Calderón reta, agrede y agravia a los demás partidos en detrimento de los mexicanos”, recetaba ante un público priísta que le aplaudía todas sus ocurrencias.
 
Así andaba por todo Veracruz con el rollo de los gasolinazos. Echaba mano de cifras, que si cuánto costaba la Premium, que si cuanto la Magna y cuánto el diesel y su constante incremento que encarecía el transporte, que detonaba la inflación, que hacía más pobres a los pobres. Y de nuevo con la cantaleta: Calderón es insensible al pueblo mexicano.
 
Con ese cuento, prometía que el gobierno priísta no habría de incurrir en más gasolinazos porque simplemente el PRI sí sabía gobernar.
 
No tardó mucho en que la realidad lo hiciera comerse sus palabras. Apenas iniciado el gobierno de Enrique Peña Nieto, llegaron los primeros gasolinazos. Cuestionado por la prensa, emergió el otro Héctor Yunes. O mejor dicho, asomó el otro rostro del senador veracruzano. Ya no condenó sino que justificó:

“Nos dejaron un país en crisis, nos dejaron a un enfermo muy grave. Lo primero que se tiene que hacer es estabilizarlo y una vez estabilizado el enfermo, tenemos que empezar a rehabilitarlo; nos podemos ser imprudentes en cambiar las cosas de un día para otro”, dijo.
 
Esa expresión lo hizo recibir una avalancha de críticas. Lo menos que le dijeron es que se había mordido la lengua, que no tenía palabra, que era un hablador y que el insensible Peña Nieto lo había dejado en ridículo.
 
Otro tema de su perversa agenda fue el asunto cañero. Para ser diputado federal, presidente del PRI estatal y senador, se apoyó en los cortadores de caña y a ellos les prometía su apoyo para mejorar sus condiciones de vida, que sus cosechas fueran mejor pagadas y que los salarios de los ingenios fueran bien retribuidas.

Eso era antes. En diciembre pasado, avaló públicamente la venta de los nueve ingenios expropiados por el gobierno calderonista, tres de ellos cerrados por decisión de los accionistas.
 
Yunes Landa justificaba la medida sin importarle que la convocatoria abriera de par en par las puertas al capital extranjero, a las transnacionales, porque, decía, lo primero era garantizar la materia de trabajo.
 
Lo que no calculó fue que hace una semana los trabajadores cañeros de 54 ingenios del país tomaran bodegas y centros de procesamiento de caña, en protesta por la falta de pago, por la miseria en que se cotiza el producto y por las malas condiciones de trabajo. Nada de eso percibió el ilustre senador veracruzano.
 
El otro tema tiene que ver con lo que hay detrás de la desaparición de ocho policías municipales en Úrsulo Galván. Se presume que se los llevó el crimen organizado y que difícilmente aparecerán con vida.
 
Yunes Landa no es ajeno a lo que ha ocurrido en ese municipio. De acuerdo con el columnista Luis Velázquez Rivera, metió las manos a favor de un alcalde, quien había sido caballerango del constructor Francisco Colorado, actualmente detenido y procesado en Estados Unidos por lavado de dinero de Los Zetas.
 
En ese tiempo, de acuerdo con Luis Velázquez, proliferó el tráfico de droga. Al palacio municipal le llamaban “El Pantano”, porque estaba lleno de cocodrilos; el manejo del erario público se convirtió en un desaseo administrativo sin precedente; nunca hubo rendición de cuentas, y lo peor, el Congreso jarocho siempre guardó silencio, calladitos, cómplices; ni siquiera el presidente municipal quiso firmar el informe contable del tesorero, y hasta la fecha, quedó como una impronta de autoritarismo puro, y el pueblo se hundió en la obra pública.
 
Son tres lunares que distinguen el mundo sórdido de Héctor Yunes Landa. Tres lunares y hay muchos más.
 

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