Heredar el cargo político a la familia o brincar de un puesto a otro, en un sistema político que presume de democrático, resulta ser una práctica vulgar y ofensiva, porque para lograrlo, los interesados hacen uso ilegal e indiscriminado de los recursos públicos, por lo que debería de ser prohibida.

La ambición de mantener feudos políticos no solamente responde a ese vicio tan adictivo y corruptor que es el poder, sino también al instinto político de sobrevivencia, de la necesidad de un escudo de protección que los ampare de sanciones administrativas o de la cárcel por los desastres financieros y robos que se cometen contra el erario público.

En el sur de Veracruz abundan los cacicazgos y los intentos de serlo; la llamada capital de Veracruz –Coatzacoalcos- es un prototipo actual de lo que aquí se expone. Marcos Theurel intentó por todos los medios heredarle la Presidencia Municipal a su esposa, Guadalupe Félix Porras.

Theurel no lo logró porque pese a la millonada que gasta en publicidad para posicionar a su mujer como candidata, la deplorable imagen de su gobierno es un lastre para sus pretensiones caciquiles. Sin embargo, para los grupos de poder que tienen la sartén por el mango, el poco más de 20 por ciento de popularidad que obtuvo Félix Porras, por volátil que sea, los obligó a concederles la candidatura a síndico.

El ardid es harto complicado. ¿De qué le serviría tener ahí a su consorte, en la sindicatura, si la señora Theurel estará enfrentada a un dilema cuando el nuevo alcalde y el tesorero revisen la actuación de Marcos y pongan en el tablero de las discusiones contratos amañados, obras que no pasaron por el cabildo, obras para los amigos, negocios para los recomendados de los padrinos políticos del señor Theurel?
 
Eso, sin embargo, ni le va ni le viene al alcalde de Coatzacoalcos. Tres años infló con publicidad oficial a Lupita Félix, su esposa, y tres años tendrá que ver cómo le hace Lupita Félix para salvarle el pellejo a su cuestionado marido.
 
El afán monárquico desde luego no termina ahí. Los alcaldes, no sólo los priístas sino también los que provienen de la oposición, pretenden imponer a la corte familiar en el reino, los principados y los ducados.
 
En Nanchital se apuntan los vástagos del alcalde Alfredo Yuen Jiménez para sucederlo en el cargo. Jorge Yuen Ricárdez, alias El Diablo, que con ese mote debiera aspirar a una diputación en el averno, es uno de los francotiradores pese a sus vicios y desmanes. Su hermano Miguel, notario público, también se apunta para heredar de su padre la alcaldía. Lo malo para ambos es que los nanchitenses los ven con rechazo.
 
En Las Choapas, el alcalde Renato Tronco Gómez no tiene otro prospecto que su hermano Miguel Ángel, un neófito en política, de alcances menores y que desde ahora se concibe como la marioneta milusos, pues lo mismo le sirve para realizar obras con su constructora, que para punzar al PRI y amagar con irse por la oposición.
 
Algo similar ocurre en Minatitlán. Guadalupe Porras David, la alcaldesa de los mil desfalcos, quiso dejar en 2010 a su hijo Ciro Félix en la diputación federal. No lo logró. Pudo convertirlo en síndico suplente, pero el titular, Nicolás Ruiz Rosete, ahí permanece, sin dejar pasar al heredero de la abeja reina. Ahora intenta que el junior sea candidato a la diputación local.
 
La monarquía no sólo es vertical. También se heredan las alcaldías entre hermanos. En Acayucan, por ejemplo, la priísta Fabiola Vázquez Saut se la entregó a Regina y Regina se la regresó a Fabiola. Hoy, el proyecto es que Regina vuelva a ser presidenta municipal, aún cuando su tío Abel Vázquez González será el candidato del PRD a la alcaldía. Todo queda en familia.
 
Veracruz está plagado de políticos con mente cortesana. Guillermo Zúñiga Martínez, quien fue alcalde de Xalapa, pretende que su hijo Américo sea presidente municipal de la capital del estado. Américo es diputado local, como su padre lo fue e incluso líder del Congreso de Veracruz.
 
Los Yunes son otro caso. Miguel Angel, el jefe del clan, cuando era priísta fue diputado local. Su hijo Miguel Angel Yunes Márquez fue diputado por el PAN y luego alcalde de Boca del Río. Su otro vástago, Fernando, fue diputado local y es actualmente senador de la República.
 
Un panista, José Ramón Gutiérrez de Velasco, fue alcalde de Veracruz. Su esposa Claudia Beltrami fue diputada local y en un descuido pudo ser alcaldesa del puerto jarocho.
 
Jon Rementería Sempé alcanzó el nada célebre título del peor alcalde que haya tenido Veracruz, pero eso no impidió que su hija Ainara Rementería Coello se convirtiera en diputada local, donde ha pasado inadvertida, sin mayores logros o iniciativas de peso. Eso sí, es la principal aspirante a la candidatura del PRI a la alcaldía de Veracruz.
 
Entre los perredistas, los más criticados son los integrantes de la familia Condado, de Acayucan. Todos, desde Clemente Condado Mortera hasta sus hijos y nueras, han pasado por la diputación, ya sea federal y local, aunque todos por la vía plurinominal.
 
La tentación del poder no distingue colores. Sean del PRI, del PAN, del PRD o de los partidos menores, a todos cautiva. Peor cuando quien detenta ese poder pretende heredarlo a un familiar, pues para ello atropella el derecho de los demás.
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