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Roberto Morales Ayala

Zona Franca

El gobernador de las estrellitas

10/04/2013 12:43 p.m.

Javier Duarte se ha metido en mil problemas por ese afán de subsanar sus limitaciones y mediocridades, su falta de acciones de gobierno y sus incumplidas políticas públicas, con el desmedido y costoso aparato publicitario que lo circunda y con la autogestión de premios y reconocimientos en los que sólo él cree.

Duarte no ha sabido gobernar Veracruz pero, eso sí, goza de los elogios comprados y de las estrellitas que, a través de los premios patito que recibe, muestra en la frente.

Sus dos años al frente del gobierno de Veracruz han sido un desperdicio. No puede con la seguridad, que de hecho entregó desde el primer día a las fuerzas federales. Y a medio operativo, contra lo que podría suponerse, le arrojaron 35 cuerpos torturados y mutilados en la zona turística de Boca del Río. Días después hallaron otros 30; horas más tarde, 14. Y así ha sido la pesadilla de la violencia, donde los sicarios arrojan granadas que matan turistas o destazan seres humanos, y cuya impunidad tiene mucho que ver con la complicidad de la policía estatal y municipal, e incluso la vinculación de algunos mandos operativos de la Procuraduría estatal con el crimen organizado.

Pero dice el gobernador Duarte que Veracruz camina seguro.

Javier Duarte tampoco ha podido enfrentar el caos financiero que él mismo dejó cuando formó parte del gobierno de Fidel Herrera Beltrán, justo en la Secretaría de Finanzas y Planeación. Por su mano pasaron créditos y bursatilizaciones. Él mismo se asumió como el padre del manejo de los recursos en la bolsa de valores y la colocación de acciones bursátiles que propiciaron el endeudamiento de gobierno y de la mayoría de los municipios por 20 años, a cambio de recursos que se emplearon en obras públicas de mala calidad, que fueron desviados a campañas políticas o que simplemente desaparecieron.

Dice Duarte que Veracruz es una ventana de oportunidades, pero en su segundo informe de gobierno hizo lo más cómodo: omitió citar que la deuda pública sigue siendo de casi 40 mil millones de pesos. Cerró la ventana.

Javier Duarte tiene imán para los escándalos derivados de la corrupción. El sistema educativo está atestado de “aviadores”, gente que cobra pero no trabaja y que siguen siendo solapados por el gobierno que él encabeza. Y es que mientras el titular de la Secretaría de Educación encontró nóminas infladas, y así lo expresó, el gobernador de Veracruz ni se inmutó. No movió un dedo para no inquietar a su amiga Elba Esther Gordillo, la lideresa del magisterio, hoy en desgracia carcelaria.

El sector salud está peor. La Auditoría Superior de la Federación determinó que el gobierno de Javier Duarte desvió recursos federales superiores a 750 millones de pesos y los aplicó a rubros no autorizados, en el ejercicio 2011. El dinero se fue en pago de pensiones y adeudos, cuando que debió usarse en compra de medicamentos y servicios médicos.

Ese pecadito le provocó al gobernador Javier Duarte una denuncia penal, interpuesta por el senador panista Fernando Yunes Márquez, quien además reunió 80 firmas de legisladores que respaldaron el contenido del documento presentado ante la Procuraduría General de la República y a la cual, por ley, debe darle curso el gobierno priista de Enrique Peña Nieto, o de lo contrario incurriría en encubrimiento.

Como esas, hay cientos de lunares negros en el gobierno duartista. Los programas de gobierno no se cumplen y las políticas públicas son demagogia.

En cambio, lo que sobra es publicidad en medios de comunicación que cobran en millones de pesos el supuesto manejo de imagen del gobernador Duarte, pero cuya efectividad es relativa y en algunos, nula. Ese rubro es secreto de estado. La sociedad, los investigadores y académicos, inclusive la prensa crítica se enfrentan a una muralla cuando intentan saber cuánto destina el gobierno de Veracruz al renglón publicitario y a una propaganda que a todas luces es fantasía.

Cuando un gobernante recurre a ese tipo de tretas, es porque su actuación carece de resultados y porque el edificio de poder tiene cimientos endebles. Y a ese ardid se agrega el afán de Javier Duarte por premiarse, gestionar premios o pagar premios.

Veracruz puede carecer de políticas públicas que den resultado, pero tiene un gobernador que se la vive entre fotos y videos donde posa con el diploma entre sus manos, colmado de elogios, elogiado con frases huecas, pero que de tanto repetirse la escena, Javier Duarte termina creyéndose tales patrañas.

Ya lo premiaron los editores de periódicos en español que se editan en Estados Unidos, justo cuando el hijo del columnista Miguel Ángel López Velasco, del diario Notiver, en suelo norteamericano recriminaba la falta de protección del gobierno de Veracruz a los comunicadores y la decisión de muchos de ellos de emigrar o acogerse al resguardo de las organizaciones de prensa a nivel internacional.

El otro premio, el que le concedió la Asociación Mexicana de Editores de Periódicos (AMEP), fue el acabose. Lo protestó la prensa crítica de Veracruz, la nacional y hasta la extranjera. Lo abucheó la sociedad. Se desmarcaron algunos medios, miembros de la AMEP, pero que no fueron consultados para otorgarle el reconocimiento al vilipendiado Javier Duarte. Reporteros Sin Fronteras, un organismo que da seguimiento a los casos de agresión, acoso, hostigamiento, amenazas contra periodistas a nivel mundial, se le fue encima.

Duarte, esas cosas, no las comprende. Al gobernador de Veracruz le encanta verse con las estrellitas en la frente, como los niños de preescolar al salir del aula. Sólo que las estrellitas son de papel, son oropel. No son medallas ni pines bañados en oro, plata o bronce. Bueno, hasta una de latón tiene más valor que una estrellita en la frente, pegada con saliva, como las que le gustan a Duarte.

Él pertenece a una generación de políticos a quienes les importa un pepino si los programas de gobierno funcionan o si las políticas públicas se cumplen, o si simplemente existen. Duarte, como dice Alejandro Calvillo, es de los políticos a los que el elogio falso los deslumbra, porque esa es su meta, su destino. No les importa que los programas de gobierno resuelvan lo problemas que les reclama la sociedad o que haya una política dedicada a otorgar vivienda sin dañar el medio ambiente, o que se instalen clínicas de salud para ciudadanos que carecen de Seguro Social, ISSSTE o Seguro Popular. Lo que los mueve es ser premiados, salir en la foto, pagar lo que sea porque se difunda, porque esa es, suponen, la forma de hacerse de capital político, prestigio y ser, potencialmente, candidatos a mejores cargos en el esquema de poder.

Mediocres, audaces, maniobreros, demagogos y mil adjetivos más suelen definir a la familia política, a quienes nos gobiernan, a muchos más como Javier Duarte, que si se ven premiados, con sus estrellitas en la frente, piensan que han logrado engañar a sus gobernados.

Es como el cuento de Rey Desnudo. Un día llegó un mercader, lo hizo vestir ropa transparente y así lo sacó a pasear. Nadie quiso decir nada ante semejante ridículo. Pero un niño lo observó y gritó: “El rey está desnudo”, y comenzó a reír. Tímidamente primero, luego a carcajadas, todos se burlaban del rey. Comprendió entonces que había sido víctima de una estafa.

Así está el gobernador de Veracruz. Lo tienen engañado pero no quiere admitirlo.

([email protected])(@moralesrobert)


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