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Roberto Morales Ayala

Zona Franca

El pacto del diablo

22/05/2013 10:31 a.m.

Los pactos, a menudo, son la aceptación del estado fallido. Donde no funciona la ley, donde no se aplica, donde no se cumple el orden, tiene que entablarse un pacto, el acuerdo entre las partes en pugna, entre los grupos beligerantes, entre los partidos políticos y, por qué no, entre los capos de los mafias.

El Pacto por Veracruz es eso. Intenta subsanar el orden legal vulnerado, las normas electorales torcidas por el PRI, evidenciadas a raíz de la revelación que hiciera el Partido Acción Nacional sobre una red de mapaches comandados por el gobernador Javier Duarte de Ochoa para apropiarse de los programas sociales federales y usarlos para coaccionar, discriminar y obligar a los beneficiarios a votar por los candidatos priistas.

El Pacto por Veracruz es una copia estilo jarocho del addendum, el agregado hecho al Pacto por México cuando los partidos Acción Nacional y de la Revolución Democrática, reaccionaron por las pilladas de los priistas veracruzanos, dejaron solo al Presidente Enrique Peña Nieto y amagaron con frustrar las reformas estructurales. De aquella crisis, del riesgo de cancelar el apoyo del Congreso, surgió el compromiso de transparentar los programas sociales y blindarlos para no ser usados con fines electorales.

El Pacto por Veracruz no es, pues, algo original. Su nombre real, de entrada, mueve a sospecha. Es más nombre que sustancia: “Acuerdo de Preservación del Entorno Político de Equidad de la Competencia Electoral”, y este martes 21, en Xalapa, se creó la “Comisión Plural Estatal para la Preservación del Entorno Político, Equidad de la Contienda Electoral en Veracruz”. O sea, demagogia pura.

Como su antecesor, el addendum al Pacto por México, el Pacto de Veracruz o Pacto de Mandinga, diríase en la jerga popular, tampoco es idea de los priistas. Aquel, el nacional, se creó por la reacción de los líderes nacionales del PAN y PRD, derivadas del video y los audios en que se ve y escucha a los mapaches de Javier Duarte planeando cómo robarse Oportunidades, 65 y Más, Seguro Popular y demás programas sociales usados con fines clientelares porque, como los describiría el ex secretario de Finanzas, Salvador Manzur Díaz, son “oro molido”, expresión que le costó el cargo pese a la defensa que de él hiciera el gobernador Duarte y que seguro le costará la persecución de la Procuraduría General de la República.

Al perredista Rogelio Franco Castán, diputado local y líder de una de las tribus en eterna pugna, se le debe la idea de suscribir un Pacto por Veracruz que Duarte y su equipo de "estrategas" bautizaron como “Acuerdo de Preservación del Entorno Político de Equidad de la Competencia Electoral”.

Franco, quien todo el tiempo está en el ojo del huracán y ahora más por los enredos políticos que han empequeñecido al PRD, planteó que era necesario suscribir un acuerdo para que los programas sociales estatales tampoco pudieran ser usados como arma electoral; que los adultos mayores, o quienes reciben cemento y varilla para la construcción de techos y pisos de viviendas, o los becarios, no fuera obligados a votar por el PRI a cambio de sus beneficios.

Desde que Rogelio Franco lo planteó, una fuerte corriente de opinión intuyó que el autor real de esa mascarada era Fidel Herrera Beltrán, el ex gobernador que sigue mandando en Veracruz. Es sabido qué tan enredado estuvo Franco con Fidel Herrera en los días del sexenio de la locura fidelista.

La idea es enviar el mensaje de que las elecciones en Veracruz han quedado blindadas; que gobierno estatal y partidos políticos están en la misma frecuencia; que todos, aunque ya se sabe la clase de marrullerías son capaces de hacer, van a actuar en apego a la ley, con ética y con compromiso social.

Esa es la idea, la del engaño y la de la mentira. Pero la visión de la sociedad veracruzana es otra. El PRI y los partidos políticos, si no son lo mismo, cuando menos se entienden. Los pactos no son nuevos; los han hecho siempre. Pactan candidaturas débiles donde el partido contrario necesita ganar. A cambio, obtienen alcaldías, diputaciones o dinero.

Así que limpios, lo que se dice limpios, no son.

El Pacto por Veracruz es el Pacto de la Mentira. Veracruz es el paraíso de la impunidad electoral. De toda la vida, de siempre, el PRI ha robado elecciones. Antes se robaba las urnas, aplicaba ratón loco, taqueteaba, contrataba turistas electorales; ahora se roba los programas sociales del gobierno federal y obliga a los beneficiarios a votar por el PRI, y al que no lo hace, lo da de baja porque para eso controla los enlaces municipales.

La oposición lo sabe pero, salvo Miguel Ángel Yunes Linares y sus hijos, nada hace por impedirlo. La oposición —el PAN, el PRD y los otros satélites— sabe quiénes son los mapaches del PRI y los deja actuar. A Manzur se le han sabido las mañas desde que fue alcalde de Boca del Río cuando trajo votantes de otros estados y ganó por escaso margen de sufragios, pero lo dejaron hacer de las suyas.

En Veracruz, las elecciones son una farsa. Se parece a un partido de futbol donde el árbitro y los jugadores del equipo contrario están comprados.

Los líderes de la oposición, salvo contadas excepciones, se entienden con los priistas. Alejandro Vázquez Cuevas fue diputado local, dirigente estatal del PAN, enemigo de Fidel Herrera Beltrán y después de una sentada a platicar, terminó siendo su aliado. Cuando concluía el sexenio fidelista ya se había echado dos notarías a la bolsa.

Julen Rementería, ex alcalde del puerto de Veracruz, llegó al Congreso estatal, se mostró combativo y terminó avalando las transas de los priistas. Hoy, dentro del PAN, su misión es impedir el avance de la familia Yunes para evitar que el sexenio duartista se caiga y favorecer que el sueño de Fidel Herrera de ser cacique estatal cristalice.

En el PRD están peor. Nunca se sabe quién es el líder real del partido. Se impugnan en los tribunales electorales y cuando una sentencia no les agrada, acuden al TRIFE. Y si no les conviene el resultado, se quejan ante la Comisión de Garantías. Y si les es adverso el resultado, vuelven a los tribunales. El PRD no es un partido político; es una arena de box donde los conflictos se dirimen a pelizcos y trompadas.

Sus líderes no cifran el éxito en propuestas de cambio social. El éxito está en el beneficio que le reportan sus enjuagues con el gobierno en turno. La elección 2013 es el mejor ejemplo. Pudieron suscribir una alianza con el PAN para derrotar al PRI, pero optaron por generar un conflicto artificial y dejar que el tribunal electoral invalidara el proyecto aliancista.

Hoy se sabe que los candidatos del PRD los designa el gobierno duartista y el alto mando del PRI. Sergio Rodríguez, su líder estatal, toma el teléfono, consulta, recibe el visto bueno y transmite la orden. O sea, el priismo ocupando las candidaturas del PRD.

El Pacto por Veracruz no garantiza una elección limpia porque sus actores tienen las manos sucias. Por lo menos dos de ellos, Alfredo Tress Jiménez, de Alternativa Veracruzana, y Eduardo Carreón, de Nueva Alianza, lo firmaron sin conocer su contenido ni sus alcances. Firmaron un cheque en blanco. Y asi lo reconocieron.

No es un pacto político que le aporte a Veracruz. Es un pacto para mantener la idea de elecciones limpias cuando sus actores faltan a la ética, gozan de la impunidad, sirven al gobierno estatal, se le cuadran a Fidel y le allanan el camino para consumar su proyecto transexenal.

En términos claros, no es un Pacto por Veracruz; es un pacto del diablo.

([email protected])(@moralesrobert)

 


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