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Roberto Morales Ayala

Zona Franca

El Frankenstein de Fidel

03/06/2013 09:14 a.m.
Fidel Herrera Beltrán, parafraseándose a sí mismo, no tiene llenadera. Quiere ser eterno. Y quiere el poder por siempre, así tenga que inventar una clase política tan imperfecta y viciada como él.
 
Lo vemos ahora. Armó la lista de candidatos plurinominales del PRI a su leal entender, reviviendo muertos, agarrando entre los peores elementos de los partidos y de la misma sociedad, y con ellos quiere consolidar su proyecto transexenal.
 
Esos pluris del PRI no son de Javier Duarte, el gobernador al que sólo le permite aparecer en la foto pero no tomar las decisiones trascendentes y cuando lo hace Veracruz se convierte en zona de desastre y en el centro del escándalo nacional.
 
Esos pluris son a modo de Fidel Herrera. Lo integran fidelistas de escaso prestigio e incluso de malísima fama, emisarios de la violencia y el caos, y panistas que tan solo ayer quemaban en leña verde al PRI y hoy son tránsfugas del PAN.
 
Le dio nivel a un extraño entre los priístas de viejo cuño, Gustavo Gudiño Corro, cuyo mérito es ser hermano de la alcaldesa de Veracruz, a quien nadie quiere en el puerto por incapaz, por soberbia y porque todo mundo sospecha que el erario se ha esfumado en contratos que sólo sirvieron para enriquecer a los consentidos de la fidelidad.
 
Fidel premió a dos grupos extremadamente violentos, a quienes usaba para sembrar miedo, para tomar alcaldías, para invadir predios y para enfrentar a la sociedad. Al Movimiento Antorchista le dio la sexta posición. Su candidata, Minerva Salcedo Baca, es la esposa del líder, Samuel Aguirre, quien ya en el pasado reciente fue diputado también.
 
Al Movimiento de los 400 Pueblos le hizo otra concesión. Marco Antonio del Ángel Arroyo, hijo de su líder, César del Ángel Fuentes, aparece en la posición ocho. Ahora lo que vendrá es que el show de los encuerados se traslade al Congreso de Veracruz y que ahí hagan presión, tomen las calles como territorio propio, los jardines como letrinas y el salón de plenos como comedor, porque a eso los acostumbró Fidel Herrera.
 
Otra fidelista, Martha Montoya Barradas, va en la posición nueve. Fue directora de Tránsito en el gobierno de Fidel Herrera. Le llovían acusaciones por favorecer a un grupo de empresas transportistas, generalmente negocio de priistas; de obligar a los taxistas a pintar de rojo sus unidades cuando faltaban semanas para la elección intermedia de 2007 en que el PRI recuperó la mayoría, y de solapar la indiscriminada entrega de placas de taxi, que representó un negocio millonario, pues los vehículos debían ser comprados en Autos Herrera, en Monterrey.
 
Fidel también reclutó cartuchos quemados en el PAN. A Rafael García Bringas, ex alcalde de Coatzacoalcos, después candidato reincidente a la presidencia municipal, donde fue derrotado, y finalmente diputado federal, en 2009, ya siendo panista, lo colocó en el número dos de la lista plurinominal.
 
García Bringas no representaba mucho en el PAN. Cuando decidió regresar al PRI, se llevó sus escasos 30 seguidores, entre ellos su hijo, el regidor Rafael García Carrillo, y su secretaria, Mary Lara, a quien también hizo regidora. Fuera de eso, no le aportó al PRI, incluida la escasa operación que tenía en colonias y que hoy está reducida a nada, ya que su salida del PAN fue tomada como alta traición en las colonias populares.
 
El otro panista que se integra a la clase política fidelista es José Ramón Gutiérrez de Velasco Hoyos, a quien Fidel ubicó en la posición cuatro. Fue alcalde de Veracruz, considerado el peor y quizá el más corrupto de los ediles que pasaron por el palacio municipal.
 
Gutiérrez de Velasco ni siquiera cuidó las formas. Un día, de buenas a primeras, en medio de la crisis que suscitó la elección interna por las plurinominales azules, aprovechó para desmarcarse, lanzar ajos y cebollas, calificar al PAN como un partido que no estaba a la altura de los veracruzanos y anunció su renuncia al partido que lo llevó a la alcaldía de Veracruz.
 
Días después se aventó un café con Erick Lagos, líder estatal del PRI y operador fidelista. Y el viernes 31 de mayo, ya era el ocupante número cuatro de la lista plurinominal priista. Así de descarado.
 
La nueva clase política que Fidel Herrera ha ido conformando es una lacra social y un peligro para las instituciones. Marcos Theurel, en Coatzacoalcos; Guadalupe Porras David, en Minatitlán; Renato Tronco, en Las Choapas, Vicente Escalante Macario, en Agua Dulce; Gladys Merlín, en Cosoleacaque; Carolina Gudiño, en Veracruz; Salvador Manzur, en Boca del Río; Francisco Portilla Bonilla, en Córdoba; Alfredo Gándara, en Poza Rica, son algunos de los egresados de la Academia Fidel y que han dejado secas las arcas públicas y una estela de corrupción en los ayuntamientos que les ha tocado presidir.
 
La mano de Fidel Herrera no es fina; es grotescamente burda. A Gerardo Buganza Salmerón le robó la elección en 2004; Buganza lo acusó de haberse valido de un fraude electoral y hoy el ex panista es secretario de Gobierno con Javier Duarte.
 
En 2010, el brazo derecho de Miguel Ángel Yunes Linares, Enrique Ampudia Mello, desarrolló una intensa campaña que puso a temblar a Fidel y a Javier Duarte. Les volteó al priismo, sacudió las estructuras sociales y les hizo caer sus bastiones. Ampudia Mello goza de fama de espía desde sus tiempos del chirinismo en que fue director de Gobierno, siendo implacable con los enemigos del gobierno, con los partidos de oposición y hasta con el clero. Finalmente Fidel lo reclutó y hoy es subsecretario de gobierno del régimen duartista.
 
La clase política de Fidel Herrera es un muerto rearmado con pedazos de todo: el brazo de un desgraciado, la pierna de un malviviente, el ojo de un criminal, el hígado de un cínico, el corazón de un desalmado, el cerebro de un perverso, o sea él. El doctor Frankenstein se hubiera muerto de envidia ante la obra política de Fidel Herrera en Veracruz.
 
Fidel no encarna un nuevo estilo de hacer política. La sociedad veracruzana lo asocia con el endeudamiento, la manera tramposa de gobernar, el desastre administrativo, los negocios con recursos del pueblo, la frivolidad para enfrentar los problemas sociales.
 
Fidel es sinónimo de pobreza, de miseria, falta de educación, desempleo, mentira y cinismo.
 
Su nueva clase política no le ha dado nada a Veracruz, ni le va a dar. Sus nuevos integrantes, los que van en la lista plurinominal del PRI, son un remiendo más de su desvencijada nave con la que intenta retener el poder.
 
Son como él, sin principios ni ideología; dispuestos a lo que el amo les ordene, violentos si es necesario, deseosos de alterar el orden social, de tomar plazas y avenidas, de traicionar su palabra, o de ladrar contra el partido que los llevó a un Congreso o a una alcaldía.
 
Esa nueva clase política es, como tenía que ser, tan imperfecta como Fidel.
 
 

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