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Roberto Morales Ayala

Zona Franca

En Veracruz, puros cuentos chinos

05/06/2013 09:07 a.m.
La expresión es despectiva. Suele decirse “cuento chino” a un engaño. “Me corrieron el cuento chino” equivale a “me engañaron”. La expresión es coloquial y no va para los ciudadanos de ese país ni para los descendientes de la gran nación China que merece el respeto de todos.
 
Puntualizado lo anterior, Veracruz no necesitó que viniera Xi Jinping a hablarnos de desarrollo, de planes de inversión, de comercio y empleo, y por supuesto, de una mejoría social. Veracruz no tuvo que ser el anfitrión del poderoso presidente de China para escuchar la receta para alcanzar el paraíso y para comprar la felicidad.
 
Los cuentos chinos son de acá y no los cuentan los chinos sino los políticos mexicanos, que para eso son maestros. Son diestros en el engaño, en embaucar inocentes, en ofrecer y no cumplir.
 
 Siete millones de veracruzanos, casi ocho, tenemos que soportar la incesante demagogia de la clase política, la promesa hueca, el engaño aderezado con melosas frases, sonrisas falsas y sobre todo, la frescura con que pueden decir que lo mejor está por venir.
 
A diario, en cada calle, vemos el espectacular que retrata al nos promete lo imposible; su actitud ganadora; la tierna mirada hacia el niño de colonia, en fraternal abrazo, y el eslogan que lo tiene todo: Porque te conviene.
 
Otros nos dicen que la gente manda o que estamos por un nuevo comienzo. Y la candidata nos recuerda, así como si fuera la abuelita del cuento, que su vocación es ayudar a la gente.
 
Para cuentos chinos, los de Veracruz. Aquí, en tiempos electorales, se lucen los políticos como la savia de los mejores árboles, los que le dan vida a la sociedad; los que soportan el embate de los vientos y permanecen ahí, bien plantados, con las raíces profundas, mientras pasa la tempestad, se diluyen las nubes y regresa el sol.
 
Bien dicen que mentir no es lo mismo que engañar. Miente el que habla y poco después es evidenciado por la verdad. Engaña el que hace creer y nadie descubre la falsedad de sus palabras.
 
Los cuentos chinos están en boga en Veracruz. Nos dijeron que tendríamos desarrollo y progreso y que el político sería ejemplo de fidelidad a Veracruz. Nos hablaron de formas de financiamiento adicional a los presupuestos, la bursatilización del impuesto de la tenencia vehicular, y el préstamo bancario, que serían los motores para la obra pública, para llevar modernidad a los pueblos o para atender la pobreza y la marginación. Y al final el cerebro que urdió todo se llevó el capital y también los intereses.
 
En tiempos electorales, los cuentos chinos son el discurso de los políticos. Volvemos a escuchar que Veracruz va para adelante. El gobierno de Javier Duarte es el gobierno de la prosperidad. O sea, adelante y prosperidad, dos términos que motivan y hacen alentar esperanza, pero que en los hechos son promesa sin cumplir, mientras el saqueo va a alza y los políticos se enriquecen sin encontrar límite y sin que el barril tenga fondo.
 
Porque te conviene, dice el eslogan del PRI. Y viene a la memoria aquella expresión en los videos de los mapaches priistas, en Boca del Río, donde varias veces se escucha al ex secretario de Finanzas, Salvador Manzur Díaz, decirle a los mapachitos que su argumento ante los beneficiarios de los programas sociales es, por un lado, que pertenezcan a ellos, y por el otro, que les conviene votar por el PRI.
 
La oposición es similar. Donde son gobierno, en las alcaldías, prometen el sol, la luna y las estrellas para ver refrendado el voto que los mantenga en el poder y, sobre todo, con acceso al dinero de sus gobernados.
 
La descomposición, sin embargo, es alarmante. Quienes hoy son priistas, pero que han sido marginados de candidaturas para el Congreso de Veracruz o para las alcaldías, no dudan en ingresar al PAN, al PRD o a los partidos menores, con tal de alcanzar un espacio, su lugar en la nómina, los presupuestos o la manera de obtener un lucro político.
 
A los panistas los vemos en el PRD o en el PRI. Julio Saldaña no pudo ser candidato a la alcaldía de Veracruz y no dudó en postularse por el PRD. Marco Salas, el constructor yunista, hizo lo mismo en Xalapa y ahora es amarillo.
 
Otros, como Rafael García Bringas y José Ramón Gutiérrez de Velasco, dejaron al PAN y se fueron al PRI, y ahora serán diputados por el lugar privilegiado que ocupan en la lista de candidatos plurinominales.
 
Los perredistas encuentran cobijo en el PAN y algunos hasta se postulan para diputados, como Alejandro Wong Ramos, en Coatzacoalcos, o Jesús Hernández Tea para síndico.
 
Oposición es descomposición. Está infiltrada por el fidelismo y por el duartismo, a cuyos líderes billeteó durante la “plenitud del pinche poder” y ahora en el gobierno de Javier Duarte.
 
Sergio Rodríguez, líder del PRD estatal, avala candidatos al gusto del PRI. Y es tan obvio que tuvo un desliz al llamar al PRD, Partido Revolucionario Democrático, o sea híbrido, medio de PRI y medio del PRD.
 
El Instituto Electoral Veracruzano promete y promete que la elección del 7 de julio será limpia y apegada a los principios democráticos. Ni cómo creerle. Los consejos electorales están plagados de mapaches y las ratas no sólo recorren la sede del IEV sino que se le suben a la presidenta, Carolina Viveros, por todo el cuerpo. Y lo peor es que así parece estar en su ambiente.
 
Los políticos hablan de limpieza electoral pero sus acciones son un mentís a sus palabras. El voto no se obtiene con una mejor oferta política, porque no la tienen, pero sí con la entrega de despensas, láminas, arena, block, becas, huevo y verduras a bajo precio, y todo aquello que suponga un beneficio para la gente necesitada. Y a cambio, ese voto, sumado al de miles de agradecidos electores, les da la cuota que requieren para ganar una elección.
 
El político veracruzano no tiene oferta. Sean del PRI, del PAN, del PRD o de la chiquillada, no tienen con qué convencer al pueblo. Las elecciones son una suerte de juego en el que triunfa el que mejores mentiras cuente o el que alcance el sublime sueño del engaño perfecto. Y nada más.
 
Nosotros, aquí, en Veracruz no necesitamos que viniera Xi Jinping. Los cuentos chinos los tenemos desde que la memoria existe. Son los de nuestros políticos. Y ahora, en tiempos electorales, se cuentan los mejores.

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