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Roberto Morales Ayala

Zona Franca

Duarte y la libertad de expresión

10/06/2013 01:12 p.m.
Javier Duarte tiene un débil concepto de la libertad de expresión. La concibe como el aplauso de los medios comprados, que equivale a un aplauso sobrevaluado, cotizado en millones de pesos con cargo al erario, al dinero del pueblo.

Los medios cuestan. La de ocho columnas tiene su precio; la foto en primera plana, y si es a color, más. Una nota en interiores, quizá menos, pero tiene su costo. Los elogios de los columnistas, de los articulistas, son de a tanto la línea.

Y así los de radio y televisión. La nota de arranque en un noticiario tiene un costo de factura elevadísimo. Los debates en programas de opinión, donde se quema incienso al gobernador, son de precio millonario.

La prensa estatal, la prensa a sueldo de Javier Duarte, está en un nivel. Sus dueños y concesionarios se enriquecen a costa del erario público. Los elogios al gobernador en turno son una industria y, desde luego, una contracultura porque rompen con la esencia de periodismo y con su compromiso social.

La prensa nacional es cosa aparte. Los contratos publicitarios con infinitamente superiores. Si a un medio estatal se le paga un millón de pesos mensuales por elogiar al gobernador, aunque no haya un solo cristiano que les crea, lo que se paga a los medios nacionales es descomunal. Las televisoras cobran entre 15 y 20 millones mensuales, distribuidos entre noticiarios de la mañana, tarde, noche, en horario A y triple A, programas de análisis y opinión, de entretenimiento donde actores y comediantes le echan porras a Javier Duarte, como si la fórmula de la risa sirviera para lavarle la imagen.

Esa es la lógica con que se rige la relación entre el gobierno veracruzano y la prensa. Está marcada por el elogio y la factura, no por el desempeño ni los aciertos, ni por el desarrollo o el progreso, ni por los frutos del combate a la pobreza o por la seguridad. El elogio en olor a tinta es costoso y lo pagan los veracruzanos, no sale del bolsillo del gobernador.

Lo peor es que es epidémico. Los alcaldes hacen lo mismo; los diputados también. Disponen de muchos millones para lustrar sus carreras políticas cuando en su mayoría están marcados por la corrupción y por la violación a los derechos de los ciudadanos.

Que en el festejo de la libertad de expresión del 7 de junio, el gobernador Duarte haya traído a Catón —Armando Fuentes Aguirre—, un periodista coahuilense, cuya fama descansa principalmente en sus cuentos divertidos y sus ocurrentes chistes, y que haga un elogio de la sonrisa, la de los veracruzanos y la del gobierno de la prosperidad, es tanto como creer en el estado de bienestar que por supuesto los de acá, los de este estado del Golfo de México, ni vivimos ni sentimos.
Duarte se congratula de que Veracruz tenga más medios de comunicación que cualquier otro estado del país. Eso es falso orgullo. Dice que es bueno, quizá porque somos muchos. Pero muchos no significa buenos, ni profesionales, ni cazados con la verdad. Muchos a los que se refiere el gobernador callan, ocultan la verdad. Muchos de esos medios cobran por elogiar y también lo hacen por informar parcialmente. Dan gato por liebre, información a medias, porque esa es su misión en el contrato de servicios que suscriben de palabra con el gobernador.

Javier Duarte no auspicia la libertad de expresión para que el pueblo esté informado. Auspicia la libertad de sus medios, de su prensa, para que mantengan a la sociedad ajena a la realidad que vive y a la incapacidad del gobierno de Veracruz para enfrentar a los problemas, que por la falta de resultados lo han rezagado en el contexto nacional.

En torno al gobernador Duarte está la industria de la comunicación. De ella se sirven periodistas identificables porque en sus textos, en sus palabras, en sus imágenes hay un elogio permanente. De ella también se sirve ahora la familia del gobernador, los parientes políticos, los primos y los sobrinos que se asumen como heraldos de la sociedad para cobrar millonarios contratos de publicidad sin otro afán que el de lucrar, pero ni por accidente, el de informar con veracidad.

La libertad de expresión a la que alude el gobernador no es la misma que la sociedad veracruzana demanda. Esa libertad le sirve a los políticos para instalar medios de comunicación y suponer que desde ahí pueden controlar a la opinión pública. Los políticos en el gobierno autorizan los pagos publicitarios. Los políticos en los medios cobran. Luego lo reciclan en una especie de reparto de botín. Eso es lavado de dinero. Y el origen de dinero es el erario público. Es una simulación y es un delito.

El otro aspecto es la indiferencia del gobernador de Veracruz ante la inseguridad de los periodistas veracruzanos. “Soy un convencido de la importancia social de los medios de comunicación. Creo fervientemente que su trabajo es fundamental en la meta de construir un mejor país, y desde luego, un mejor Estado”, dice y sonríe. Duarte de Ochoa asusta con la ligereza de sus palabras. Son nueve periodistas asesinados en su sexenio y a ellos no les dedica una sola palabra.

Lo que son las cosas. Veracruz, el estado con más medios de comunicación, y Veracruz, el estado donde más periodistas mueren violentamente; son perseguidos, se les difama, se les persigue, se les encarcela, se les fabrican delitos, se les consigna y se les juzga. Ese es el trato que le da Javier Duarte a los periodistas que no forman parte de su club del aplauso: la indiferencia.

La libertad de expresión duartista es contrapuesta a la búsqueda de la verdad. La libertad de expresión que ejerce la prensa crítica es afín al deseo de la sociedad de estar informada.
 
Por eso la prensa crítica sirve y la prensa aduladora es basura.

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