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Roberto Morales Ayala

Zona Franca

Debate de incongruencias

25/06/2013 08:55 a.m.
Decir y ser, son dos cosas diametralmente opuestas en la vida política de los dos principales contendientes por la alcaldía de Coatzacoalcos, Joaquín Caballero Rosiñol del PRI, y Gonzalo Guízar Valladares del PAN.

 Dicen, ofertan, se venden y casi se comen al mundo, pero en los hechos ambos han sido menos que efectivos. Son hombres del mañana, de promesa y de palabras que se lleva el viento, pues al Coatzacoalcos que aspiran a gobernar nada le han podido, o le han querido dar.
 Desde el día del debate de candidatos a la alcaldía, se ha visto pasar la alharaca triunfalista, el duelo de los vencedores, la parafernalia de los contendientes, cuyos equipos de propaganda se han encargado de difundir que el rojo o el azul, Caballero o Gonzalo, son el triunfador de un ejercicio político que cada vez es más ocioso y menos práctico para efectos de la democracia.

“Joaquín ganó el debate”, repiten en Twitter y Facebook los seguidores del candidato del PRI. Lo mismo se dice en los portales patrocinados por priistas. Se pagan espacios en los medios de comunicación, destacando el titular del triunfo del candidato del PRI, en abierta violación a la legislación electoral que prohíbe la contratación de publicidad de manera directa, sin intervención de los órganos electorales.

“Ganamos el debate. Responsabilidad y Acción. Gonzalo Presidente. Un Nuevo Comienzo Ya”, afirman los panistas. También lo dicen en las redes sociales, en Twitter y Facebook, afectados por la fiebre de la alcaldía pero, sobre todo, dominados por ese afán de descontar a su oponente, algo muy propio de la familia Guízar, que si algo tienen es que les gusta la lucha cuerpo a cuerpo, el golpe bajo y el piquete de ojos.

 Caballero y Guízar tienen un pobre concepto de lo que representa del debate de candidatos. Fueron a exponer lo que a diario vienen diciendo en las colonias, en el centro, en los ejidos, en los mercados, en los parques públicos, en sus fiestones, con los conferencistas, con Jordi Rosado o con Omar Chaparro.

 No se pudo advertir el contraste de los proyectos para gobernar Coatzacoalcos. Joaquín Caballero se ajustó a su formato y de ahí no salió. Gonzalo Guízar igual.

 Caballero, por ejemplo, parecía repetir lo que tanto dijo en 2010 cuando buscó, peleó y fracasó en el proyecto de ser alcalde hasta que el gobernador Fidel Herrera Beltrán impuso a Marcos Theurel como candidato del PRI a la presidencia municipal. Que si hay que integrar a las colonias al progreso, o realizar un amplio programa de bacheo, o desarrollar una red de pavimentación, o mejorar el sistema de alumbrado, cambiando las luminarias averiadas en un plazo máximo de 72 horas, o la construcción de secundarias y preparatorias, o construir plantas de tratamiento en colonias como la López Mateos, o realizar un circuito vial en el área del terraplén o por la avenida Genera Anaya hasta conectar las colonias del sur con la avenida Universidad.

 Poco o casi nada nuevo agregó a su propuesta de gobierno, si acaso lo del acuario, que fue el sueño de Iván Hillman Chapoy y que no lo concretó porque se avorazó con el costo; o la construcción de la carretera de cuatro carriles desde el ITESCO hasta la congregación de Barrillas.

 Caballero llegó al debate con un acordeón de sus buenos propósitos, con el resumen de sus promesas de campaña, repitiendo lo que todos los días, en noticiarios de radio y televisión, en prensa, en las redes sociales, en los portales de internet, ofrece. Rígido y acartonado, se veía mecánico, sin soltura y sin comodidad.

 Guízar también es prometedor. Promete una universidad pública, promete mejorar mercados, promete garantizar la seguridad de los ciudadanos, promete atraer inversiones, promete urbanizar a Coatzacoalcos, incluso designando como titular de Obras Públicas a quien proponga la Cámara Mexicana de la Industria de la Construcción, promete realizar las gestiones para que el problema del abasto de agua se solucione.

 Aunque los suyos dijeron que Gonzalo Guízar ganó el debate, el candidato panista a la alcaldía de Coatzacoalcos fue más mesurado. Dijo que “el verdadero debate es con la sociedad, lo más importante es platicar con los ciudadanos y consensar sus necesidades, llevando verdaderas propuestas; en un debate gana la DEMOCRACIA. Y la veremos reflejada éste 7 de julio, por un Nuevo Comienzo Ya!”.

Ambos son buenísimos para ofrecer y prometer. La oferta política no empobrece. Al contrario, permite alentar esperanzas en un pueblo deseoso de mejorar sus condiciones de vida; entre aquellos a quienes les urge un empleo digno y bien pagado, pues lo que se tiene apenas da para sobrevivir y a veces ni eso.

 El problema de Joaquín Caballero y Gonzalo Guízar, los dos punteros en las encuestas, es la falta de congruencia entre lo que se dice y lo se es. O sea, el problema es creerles.

 Joaquín Caballero pertenece a la generación que ha malversado los recursos de Coatzacoalcos. Es un seguidor y aplaudidor de Marcelo Montiel Montiel y de Marcos Theurel Cotero. Se ha movido en la órbita de las obras públicas, como director de Desarrollo Urbano y como Secretario de Obras.

 Lo que dice, por consiguiente, está muy lejos de lo que es. Promete un desarrollo para Coatzacoalcos cuando por su manos pasaron cientos de millones de pesos que se dilapidaron en pavimentación, pero que representaron una sustanciosa entrada de recursos no fiscalizables, lo que comúnmente se denomina el diezmo.

 En el gobierno del estado, cuando ocupó la Dirección de Obras de la Secretaría de Desarrollo Social, en la gestión de Marcelo Montiel, hizo lo mismo pero en grandes dimensiones.

 Caballero usó la diputación federal como un trampolín para ser candidato a la alcaldía de Coatzacoalcos. De hecho sólo estuvo en el cargo seis meses, dejando ahí a una maestra novata en política, Patricia Peña, a la que cayó la diputación como anillo al dedo, pero que en la Cámara simplemente es como si no existiera.

 Mucho prometió en su campaña para la diputación federal por Coatzacoalcos, pero todo quedó en el aire porque lo que a Caballero Rosiñol le importaba era llegar a la presidencia municipal por los millones que representa en presupuesto.

 Gonzalo Guízar es igual. Fue regidor municipal, presidente del PRI, diputado federal, diputado local y nada le ha dado a Coatzacoalcos. Los cargos los ha usado para provecho personal, pero no se sabe que haya aterrizado beneficios para el municipio que lo vio nacer.

 No se recuerda a Gonzalo Guízar por el provecho que haya acarreado a este municipio, pero sí por los escándalos en que se han visto inmiscuidos sus hermanos, con despojo de terrenos, robos, asaltos, fraudes. El mismo candidato panista es señalado de haber dejado de cubrir un adeudo con una financiera que a la postre cayó insolvencia, con el consabido daño a quienes tenían invertido sus ahorros y a quienes la financiera les dejó de pagar.

 Hablar y prometer es lo de menos. Lo importante está en lo que el político es y , sobre todo, en lo que es capaz de hacer. Los debates son un ejercicio democrático. Son un foro para exponer pero, más aún, para contrastar proyectos.

 Pero cuando los actores políticos —Joaquín y Gonzalo, por ejemplo— están precedidos de mala fama, de ineficiencia, de demagogia, de falta de congruencia entre lo que prometen y lo que son, simplemente se vuelve un debate fallido.
 

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