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Roberto Morales Ayala

Zona Franca

El PRI y Renato son tal para cual…

11/07/2013 07:51 a.m.

Bastó una elección, la del domingo 7, para ver reducido a su tamaño real a Renato Tronco Gómez, a su condición de aprendiz de político que lejos de guardarle respeto a la democracia, terminó robándose los votos, lo que mejor sabe hacer.

Renato contendió por la diputación local, usó los colores del PRI, echó mano de los recursos públicos, se benefició de las prácticas fraudulentas e irá al Congreso estatal.

Sin embargo, tiene un problema sumamente complicado: su hermano Miguel Ángel perdió la alcaldía, rellenaron urnas para revertir la tendencia en contra, se confabularon con el órgano electoral y finalmente arrebataron un triunfo que será impugnado y finalmente revertido en los tribunales electorales.

Renato, que siempre ha sido hablador y que se come el mundo de un bocado, ahora causa pena —y risa— cuando culpa a los priistas de sus angustias. Dice que no fue fuego amigo, fue “infierno amigo”, queriendo justificar la lección que le dio el pueblo de Las Choapas a su hermano Miguel Ángel, en lo particular, y al proyecto tronquista para seguir aferrado a la alcaldía en lo general.

Que Renato Tronco sea diputado es irrelevante ante el escenario en que se encuentra, teniendo que robarse la elección para que su hermano sea alcalde, generando un conflicto poselectoral y ante la inminencia, si la justicia se aplica, de verse fuera de la presidencia municipal y despojado del poder que detenta en agravio de una sociedad que, por lo pronto, ya le mostró qué tanto lo detesta.

Renato dice que hubo infierno amigo. Les reclama a los priistas que lo hayan traicionado, que sus operadores le hubieran fallado, que todos hayan querido verlo derrotado.

El discurso de Renato es lastimoso, no por lo que dice, sino por verlo tan quejumbroso, dolido e impotente. Un cacique no da esa imagen. Un cacique no reclama. Un cacique no es vulnerable ni se muestra como un ser aplastado por los demás, así le duela el lomo o sienta herida la piel.

Renato se quejaba de los priistas e insistía en la traición, en el infierno amigo, en los que lo dejaron solo y que habrá que llamarlos a cuentas.

Lo cierto es que si alguien sabe de traición es Renato Tronco. Las campañas por las alcaldías permitieron ver que en ese terreno el ex alcalde de La Choapas es un aventajado traidor, capaz de hundir a su partido, el PRI, y tenderle la trampa y sumirlo en la derrota.

En Agua Dulce apoyó con todo a su hermano José María, candidato del Partido del Trabajo, así fuera en detrimento del PRI, poniendo en riesgo el trabajo electoral de Daniel Martínez, ex líder de la Sección 22, cuya candidatura obedeció a un pacto entre el gobernador Javier Duarte de Ochoa y el dirigente nacional del sindicato petrolero, Carlos Romero Deschamps. Pero eso a Renato no le importó. Respaldar a su hermano era prioritario, así fuera traicionando al PRI.

Otra traición se dio en Moloacán. Su empleada Xóchitl Ordaz, candidata de Alternativa Veracruzana, tuvo todo el apoyo del tronquismo para enfrentar al PRI. Le enviaba operadores, le suministraba recursos, le daba espacios en los medios de comunicación, aún a costa del candidato priista, Omar Ricárdez Chong. 

Renato Tronco es un consumado traidor que ahora se queja de las traiciones de otros. Al PAN lo traicionó después que el partido albiazul lo hizo alcalde de Las Choapas y posteriormente diputado local. Lo traicionó cuando el gobierno de Fidel Herrera Beltrán lo acusó de ser el autor intelectual del asesinato de Alfredo Pérez Juárez, maestro, líder panista y regidor, a quien acribillaron una noche que Renato nunca habrá de olvidar.

El PAN lo cobijó. Sus diputados locales impidieron en el Congreso de Veracruz que Renato Tronco fuera desaforado y sometido a juicio, que habría significado que parara en la cárcel por el resto de sus días. Pero Renato les pagó declarándose diputado independiente y más tarde sumado al PRI.

Renato dice que se mentaba madres con el ex gobernador Fidel Herrera Beltrán pero que ahora lo reconoce como un “señorón”. Renato es cínico. Resultó su “señorón” quien hizo todo para meterlo a la cárcel, quien le echó a la Procuraduría de Veracruz encima, quien lo acusó de la autoría intelectual de un crimen, quien lo selló como el hombre que ordenó quitarle la vida al profesor Alfredo Pérez Juárez.

Renato tiene una vocación traidora. Les dio la espalda a muchos de quienes lo vieron pasar de su condición de líder campesino a político arribista, que lo respaldaron, que lo encumbraron y con los que rompió cuando se percataron que el poder comenzaba a enloquecerlo, muchos de ellos agredidos, hostigados, descalificados por no convertirse en sus cómplices.

Cuando Daniel Martínez, hoy alcalde electo de Agua Dulce, iniciaba su campaña, Renato fue a sanjuanear a los operadores políticos del candidato priista. Se les fue encima. Les leyó la cartilla. Les dijo que pusieran a trabajar y que no engañaran a Daniel Martínez, que no anduvieran tratando ganarse un lugar en el próximo gobierno municipal con una falsa imagen de trabajo. Fue a la casa de su anfitrión a ofender.

Hoy Renato se queja de sus operadores, de quienes le tenían que mover los votos en el distrito, de quienes tenían que abonar a su candidatura. Y reclama perfiles políticos como si este personaje de película caricaturesca o de teatro de comedia tuviera algo, por lo menos algo, con qué poder ocupar un espacio en la Legislatura del Estado.

Renato es traidor, pero el PRI requiere de sujetos como él. El PRI se nutre de traidores de carrera, que forjan sus trayectorias en la ambición personal, en la mentira y en la falta de conciencia social, en el despojo y en el atropello de los que tienen y sobre todo de los que nada tienen.

La desesperación de Renato Tronco es evidente. La derrota de su hermano Miguel Ángel en Las Choapas, el relleno de urnas para robarse la elección, el clima de violencia generado por los grupos de choque que envió para enfrentar a los perredistas a las puertas del consejo municipal electoral, han mostrado un rostro angustiante, la fragilidad del cacique o, mejor dicho, la muestra de que Renato no llegó a ser un cacique real sino un político improvisado, un político de menor tamaño, que llegó al poder por accidente y una vez en él se dedicó a enriquecerse y a abusar.

La elección nos ha dejado una lección. Renato Tronco fue derrotado de manera apabullante. Las cifras reales demuestran que su hermano Miguel Ángel perdió. Las urnas embarazadas evidencian que sólo con trampa pueden retener la alcaldía. Su discurso llorón exhibe a Renato Tronco caído en desgracia, impotente, incapaz de explicar cómo fue apaleado en las mesas de votación y cómo tuvo que recurrir al fraude para aferrarse a la presidencia municipal.

Esos son los prohombres del PRI. Los incuba el PRI, los encumbra y los usa para seguir controlando alcaldías y gobiernos. Son proclives a la traición y al engaño.

Renato y el PRI, finalmente son tal para cual.

([email protected])(@moralesrobert)


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