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Roberto Morales Ayala

Zona Franca

La herencia de Caballero

23/08/2013 10:11 a.m.
Joaquín Caballero Rosiñol quiso ser alcalde de Coatzacoalcos, pero nunca imaginó que su herencia, lo que le deja su antecesor, Marcos Theurel Cotero, es políticamente una hipoteca, una quiebra y una crisis.

Caballero ganó la elección del 7 de julio. Aplicó un descontón electoral que no dejó dudas, casi 20 mil votos arriba de su contrincante más cercano, el ex priista y ahora panista Gonzalo Guízar Valladares, al que además de masacrarlo prácticamente lo echó de la política.

Su éxito se basó en la operación realizada por la corriente en la que milita, el marcelismo. De hecho, Caballero fue quien dio la cara, pero el orquestador, quien diseñó la estrategia para ganar, fue el ex alcalde y ex secretario de Desarrollo Social del gobierno veracruzano, Marcelo Montiel Montiel, quien no se tentó el corazón, si es que lo tiene, para infiltrar las estructuras de sus adversarios y golpearlos desde dentro.

Otra parte del éxito correspondió a las prácticas cuestionables, a menudo sucias, del priismo: la compra del voto, el uso de los programas sociales, el canje de favores, la regularización de predios, las becas escolares, entre muchas otras pilladas más. O sea, el fraude sin el que el PRI no puede vivir.

Caballero ganó pero ahora su reto parece insalvable. La alcaldía de Coatzacoalcos es un cofre pirata pero los tesoros ya fueron saqueados.

Theurel pasó por el ayuntamiento y arrasó con los manerales de los lavabos, con los clavos de las puertas y hasta con los sobres de la correspondencia oficial.

Marcos Theurel no dejó nada al azar. A la par que era alcalde, se conducía como tesorero y como secretario de Obras. Vigilaba cada peso y no permitía que nadie se lo llevara, a excepción suya, haciendo evidente que su fama de rapaz en la Secretaría de Comunicaciones del gobierno de Veracruz en tiempos de Fidel Herrera Beltrán, no era producto del resentimiento de sus enemigos, que los tuvo y bien ganados. Su mala fama es real.

Theurel secó las arcas municipales, pero su peor error fue hacerse pasar por el gran financiero, aunque sólo para contratar una deuda con BANOBRAS de 350 millones de pesos, pagadera a 30 años, cuyos fondos extinguió casi de inmediato con el pago de facturas a empresas representadas por presuntos prestanombres.

Con ese dinero liquidó 200 millones de pesos que había contratado Marcelo Montiel y que sólo en pago de capital e intereses tenían prácticamente ahorcado al ayuntamiento de Coatzacoalcos. Pero el asunto le sirvió a Theurel para contratar el nuevo crédito, saldar la deuda marcelista y desaparecer los 150 millones restantes.

La crisis financiera del ayuntamiento es palpable. Van dos veces que el personal se queda sin cobrar su quincena y eso ha provocado una protesta generalizada, incluso con la amenaza de que le tomen el palacio municipal, sin que los líderes sindicales encuentren cómo justificar la negligencia de Theurel y de su tesorero, Daniel Jiménez Medina, pues es obvio que el dirigente, Gersaín Hidalgo Cruz, come en la mano del alcalde.

Al pésimo manejo de las finanzas municipales, se suma el saqueo que realiza mediante la asignación de obras a sus “amigos” y negocios de los que se benefician sus familiares, que han atraído la atención del Congreso de Veracruz y del Órgano de Fiscalización Superior (ORFIS) por las múltiples denuncias interpuestas por los integrantes del cabildo, quienes no le aprobaron la cuenta pública 2012 y se negaron a avalar el sobregiro de 200 millones en ese ejercicio presupuestal, además de las violaciones a la Ley Orgánica del Municipio Libre y la asignación de obras que no autorizaron los ediles.

La relación entre Caballero y Theurel es tensa y crítica. De hecho quien más piedras le colocó en su camino a Caballero cuando pretendía ser diputado federal en 2012, fue Marcos Theurel.

No había evento que no intentara sabotear y a los empleados municipales que acudían a los actos de precampaña o campaña, incluso fuera de su horario de trabajo o en sus días de descanso, cuando la ley se los permite, los despedía de manera arbitraria. Eran los días en que Theurel pretendía convertir a su esposa, Guadalupe Félix Porras, en diputada federal, pero el marcelismo y el gobernador de Veracruz, Javier Duarte, le negaron toda posibilidad.

Theurel fue quien auspició la difusión de una serie de videos en que se acusaba a Marcelo Montiel y a Joaquín Caballero de dar línea a sus seguidores para votar contra el candidato del PRI a la Presidencia de México, Enrique Peña Nieto.

Pese a esa contracampaña, Caballero ganó la elección y se convirtió en diputado federal. Un año después llegó a la contienda por la alcaldía y la historia se repitió. Más que el PAN o Gonzalo Guízar, su verdadero enemigo fue Marcos Theurel, quien lo saboteó y alentó una campaña de lodo en las redes sociales en la que incluso se agraviaba a la esposa de Joaquín Caballero y a sus hijos.

Las relaciones entre Caballero y Theurel son pésimas aunque para la foto siempre sonrían. Caballero representa al marcelismo y Theurel pretendió acabar con la operatividad de Marcelo Montiel tanto en la elección de diputado federal, en 2012, y la municipal, en este 2013.
Theurel dejará un ayuntamiento en crisis, agobiado por las deudas, sin capacidad para saldar adeudos con proveedores y contratistas, sin recursos para pagar salarios, con una hipoteca a 30 años y en gran medida con el reflejo de la corrupción que lo distinguió.

Quienes están cerca de Joaquín Caballero dan por hecho que el primer año en la alcaldía, en 2014, tendrá que aplicar un plan de austeridad, a fin de saldar adeudos y enderezar la barca que amenaza hundirse. En 2015 habrá elección federal y en 2016 la de gobernador. Tácitamente tres años perdidos.

Theurel le dejó el camino minado. Caballero llevará como síndica a Alejandra Theurel, hermana de Marcos, una mujer detestable para los priistas, quien disfrutó de los negocios que se le permitieron y atropelló a proveedores y prestadores de servicios, cuyos trabajos no pudieron cobrar porque la hermana del alcalde ya se les había adelantado y pasado su factura.

La herencia que recibe Joaquín Caballero representa el peor escenario para un alcalde: deuda y crisis financiera que se traducirán en falta de recursos para trabajar y realizar una obra mínimamente aceptable.

Caballero tendrá que dilucidar entre incurrir en el silencio institucional o llamar a cuentas a quien lo hostigó para impedir ser diputado y luego alcalde, a quien lo puso en mal con Peña Nieto y a quien financió al PAN para que el PRI fuera derrotado en Coatzacoalcos, sin lograrlo.

Si opta por lo primero, cargará con la sombra de la complicidad en uno de los peores saqueos que ha sufrido Coatzacoalcos. Si se decide a actuar, podrá confrontar a  Marcos Theurel con sus responsabilidades por ejercer un gobierno de constantes violaciones a la ley y de malversación de recursos públicos.

Sacarse la rifa del tigre no es sólo una frase que describe cuando un reto es mayor y casi insalvable, y que hoy Joaquín Caballero Rosiñol debe estar valorando frente a su inminente llegada a la alcaldía de Coatzacoalcos.

Ese es el dilema.
 
 

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