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Roberto Morales Ayala

Zona Franca

Las rémoras que no le sirvieron a Peña Nieto

09/09/2013 10:27 a.m.
Como el buen candil de la calle, Enrique Peña Nieto no limpia su casa —la corrupción de su gobierno y el enjambre de intereses que le dejó el calderonismo— pero afila el diente para una tarea imposible: exigir que otros sectores se depuren.
Peña Nieto, que hasta ahora no da muestra ni de talento ni de sagacidad política, arrebata derechos a los maestros, no para mejorar la educación en México sino con el evidente interés de convertirlos en mano de obra disponible y barata para la industria de la educación privada.

El asunto es por demás complejo. Echó a andar su reforma educativa, la acordó en el seno del Pacto por México, la promulgó, encarceló a Elba Esther Gordillo y creyó que el gremio de los maestros se iba a dejar aplastar.

En México la educación gratuita es una de las más grandes conquistas, incompleta por la corrupción de los gobiernos que la llevan y traen demagógicamente, engordando a la elite aplaudidora de los representantes magisteriales, pero abandonando las aulas y dejando al maestro sin el material didáctico indispensable para las clases.

La educación gratuita, la que imparte el Estado, es defectuosa porque así le conviene al gobierno y a los grupos de poder. Constitucionalmente es gratuita, pero en los hechos es onerosa. Las cuotas escolares condicionan el ingreso de los alumnos. Si los padres no pagan, sus hijos no tienen escuela.

A los padres les corresponde el arreglo del salón de clases, los cristales rotos, los plafones caídos, las filtraciones en el techo, la barda a punto de caerse, el aparato de aire acondicionado para el director y todo lo que signifique mantenimiento, porque de eso no se encarga el gobierno.

Hoy, con la reforma educativa, el gobierno se desentiende aún más. Uno de los “beneficios” que propone Peña Nieto es que las escuelas tengan autonomía y capacidad de autogestión, lo que involucra a los padres en la solución del problema financiero del plantel escolar o entregarle esa función a grupos filantrópicos entre comillas, especializados en remozar escuelas, obviamente a cambio de su respectivo pago, cuya factura pagarán los padres de los alumnos.

Eso es lo que toca a la cada vez más amenazada gratuidad de la educación. El otro punto, y quizá el más complicado para el gobierno, es la afectación de los derechos del magisterio y la fragilidad de las dirigencias seccionales, las del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, que finalmente fueron rebasadas.

El panorama que tiene encima Peña Nieto es como para no dormir. Los maestros se le fueron encima con un argumento que resulta irrebatible: la reforma educativa tiene un alto contenido de laboral y le pega al magisterio en su bolsillo, en su antigüedad, en sus opciones de ascender en el escalafón y en todos sus privilegios.
Se suponía que con el encarcelamiento de la lideresa del magisterio, Elba Esther Gordillo, el gremio magisterial estaría controlado. Peña Nieto procedió como un dinosaurio en el poder, como Salinas de Gortari, su padrino, lo hizo con el líder petrolero Joaquín Hernández Galicia. Sólo que Salinas se le fue encima a los otros dirigentes nacionales y seccionales. O sea desmanteló a la dirigencia corrupta y designó peleles a modo.

Peña Nieto, en cambio, actuó con torpeza. Envió a la cárcel a Elba Esther pero dejó a la dirigencia del SNTE intacta, no sólo en la cúpula sino también en las secciones que operan como cacicazgos en las entidades del país.

Enfrentó primero a la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), que salió a las calles, bloqueó carreteras, sacudió a las instituciones y generó un caos generalizado en entidades como Guerrero, Oaxaca y Chiapas, principalmente. Hasta ahí, se suponía que serían brotes aislados.

Sin embargo, a medida que avanzaba la aprobación de las leyes reglamentarias en materia de educación, entre ellas la Ley del Servicio Profesional Docente, el asunto se complicó.

Hoy son maestros de la CNTE y del SNTE los que marchan por las calles, los que bloquean autopistas, los que toman casetas de peaje, los que desafían al gobierno y dicen que no aceptan las trampas de la ley. Hoy, esos maestros le exigen al gobierno de Peña Nieto que reconozca que la reforma educativa es en realidad una reforma laboral en relación con el magisterio.

Peña Nieto quizá no midió la dimensión de la bomba que estaba activando. El magisterio hoy está fuera de control. Los líderes oficialistas fueron rebasados por sus bases y grandes contingentes ya están en la órbita de las demandas del CNTE, que pide que sean derogadas las leyes reglamentarias que les afectan sus derechos laborales.

Peña Nieto, que no tiene la mínima sensibilidad política, respondió que publicará las leyes reglamentarias para que entren en vigor, pero que le ofrece a los maestros canales de comunicación para atender sus demandas. ¿Para qué? Si existe una evidente cerrazón y advierte que no dará un paso atrás, es inútil que se abra al diálogo.

El magisterio está crecido. La suspensión de clases en muchos estados del país es por tiempo indefinido a partir de hoy. Las bases no atienden al llamado de los líderes charros, que han demostrado que carecen de liderazgo.

Uno de ellos es Juan Nicolás Callejas Arroyo, líder moral de la Sección 32 del SNTE, la más poderosa en Veracruz. Es un dirigente sin ascendiente alguno entre los maestros, que ha lucrado con la política, incapaz de conducir a su rebaño y siempre al servicio del gobernador en turno.

Oírlo es lastimoso. Carece de autoridad moral para hablar. Justifica su pérdida de liderazgo con un discurso en el que se queja que los borregos abandonaron el corral y acusa a maestros de la CNTE de haber infiltrado al magisterio veracruzano.

¿Pues en qué andaba entretenido Juan Nicolás Callejas cuando los maestros lo mandaron al diablo?

Dice ahora que hay confusión y desinformación entre los maestros, que los de la CNTE los sorprendieron, que les dijeron que iban a perder sus derechos laborales, su aguinaldo, su antigüedad, su seguridad social, su estímulo del Día del Maestro.

Callejas sostiene que va a intentar mantener un canal de comunicación con sus agremiados. Pero lo dice cuando ya los 90 mil maestros de Veracruz lo dejaron solo, lo rebasaron, demostraron que su liderazgo no existe y que su cacicazgo es letra muerta. Lo dice cuando esos 90 mil maestros ya se sumaron a la protesta que la CNTE mantiene en la ciudad de México y muchos de ellos marcharán el miércoles próximo hacia Los Pinos para repudiar la reforma educativa de Peña Nieto.

Juan Nicolás Callejas casi le pide a sus maestros que no lo dejen en ridículo, “que establezcamos una gran comunicación para seguir teniendo fuerza”, porque de otra manera no podrán negociar mayores beneficios para el gremio.

Eso le ocurre a los líderes que no supieron mantener su liderazgo. La reforma educativa de Peña Nieto llevó al sistema educativo a la parálisis, y todo porque los líderes charros no supieron cómo contener a sus agremiados.

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