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Roberto Morales Ayala

Zona Franca

El grito de los caciques

16/09/2013 11:42 a.m.
Los caciques, para empezar, son cínicos y farsantes. Les gusta atropellar la ley, despojar a los demás y cometer todo tipo de tropelías, pero no les gusta que se les diga lo que son, lo que hacen y, sobre todo, que a nadie engañan.
 
Se roban las elecciones y no quieren que se les diga que son unos defraudadores. Compran a los electores o los obligan a votar por ellos o por sus títeres, usan los recursos públicos para hacer campaña o manejan a las autoridades electorales, pero se indignan cuando se le dice que si no es con fraude, simplemente no ganan.
 
Así andan ahora que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de Veracruz desechó las pruebas que presentó la oposición para acreditar que en la elección municipal de Las Choapas, Miguel Ángel Tronco, candidato del PRI-Verde-PANAL, hermano del cacique Renato, recurrió a prácticas fraudulentas para imponerse y, como es lógico, robarse la alcaldía.
 
El tribunal ordenó un recuento total de votos. Ahí se observaron múltiples irregularidades, desde votos que le fueron robados al candidato del PRD, Marco Antonio Estrada Montiel, hasta paquetes electorales que fueron violados y su contenido modificado para favorecer a Miguel Tronco, o votos de diputado que contabilizaron a favor del priista.
 
Pero pese a la evidencia de esas irregularidades, el tribunal confirmó la constancia de mayoría, no porque se haya ajustado a la ley sino porque esa instancia y concretamente su presidente, Daniel Ruiz Morales, están al servicio del PRI, del gobernador Javier Duarte y de su antecesor, Fidel Herrera Beltrán.
 
Lo del tribunal fue un paso que había que seguir y cumplir. Era de esperar que convalidara el fraude porque así ha actuado en múltiples casos, con el fraude en toda su expresión, pero invariablemente valida los fraudes priistas.
 
Todo Las Choapas y todo Veracruz saben que Renato Tronco y su hermano Miguel Ángel recurrieron al fraude electoral para retener la alcaldía, así fuera con las peores prácticas.
 
El asunto viene a cuento porque los tronquistas piden ahora pruebas del fraude. ¡Pruebas! ¡Pruebas!, dicen ahora con alma consternada, como si fueran seres celestiales a quienes el diablo intenta enlodar para arrastrarlos al fondo del averno.
 
¡Pruebas! ¡Pruebas! exigen como si el pueblo de Las Choapas no supiera cómo compraron el voto, con su campaña de verduras, frutas y lácteos de baja calidad; o con las obras públicas realizadas con recursos del ayuntamiento y hechas pasar como de su constructora para lograr el agradecimiento de los votantes de las zonas rurales; o las pavimentaciones y obras de drenaje iniciadas a cambio de que votaran por el gris Miguel Ángel y que ahí quedaron a medio camino; o los grupos de matones que envió al campo a amedrentar a quienes habían externado que votarían por Marco Estrada o por el panista Serafín Roldán; o la descarada actuación del consejo municipal electoral, encabezado por Erika del Carmen Reyes Escobar, que en todo momento se condujo con parcialidad a favor del PRI.
 
¡Pruebas!¡Pruebas! Es el grito de soberbia de las huestes del tronquismo, luego de que el presidente del Tribunal Estatal Electoral, Daniel Ruiz Morales, desestimara las evidentes irregularidades detectadas en el recuento de los paquetes electorales y le ratificara al hermano del cacique Renato Tronco Gómez, Miguel, la constancia de mayoría en las pasadas elecciones del siete de julio.
 
¿Quieren una respuesta? Las pruebas están por todo Las Choapas. Son el producto de un actuar cínico y engreído con que Renato Tronco manejó la campaña de su hermano Miguel y la suya misma, y que generó un repudio general al abuso de la ley y al atropello de los lineamientos electorales. De ahí que las cifras reporten unos cuantos votos de diferencia. Sólo que los votos de Miguel Tronco proceden del fraude y los de Marco Estrada proceden de la ciudadanía que ya se hartó del nefasto tronquismo.
 
Las pruebas que Renato y sus borregos exigen, se fueron documentando a lo largo de la campaña por la alcaldía, y a las cuales recurrió porque sabía que con el voto limpio no habría tenido la más mínima posibilidad de competir.
 
La soberbia con que hoy reclaman pruebas del fraude del que se les acusa, hace recordar aquel pasaje descrito en líneas de texto por don Luis Cabrera Soto, férreo opositor de la dictadura política que ejercía Porfirio Díaz y defensor de la causa agraria que enarbolara Emiliano Zapata, periodista y político, cuando estando en la Cámara de Diputados fustigó a uno de sus pares al que acusó de ladrón.
 
¡Pruebas! ¡Pruebas! exigió el señalado. Y entonces don Luis Cabrera reviró sarcástico: “Lo acuso a usted de ladrón, no de pendejo”.
 
Lo de ladrón le viene hoy al tronquismo, que no sólo se ha robado lo que hay en el erario público —he ahí los contratos de obra firmados por Renato a favor de la Unión de Ejidos 25 de Abril, bajo la presidencia de Miguel Ángel, su hermano— sino los espectaculares de campaña pagados con dinero del ayuntamiento; los albañiles de las pavimentaciones municipales usados como propagandistas del PRI; la maquinaria destinada para atender reclamos del campesinado, pero activada con recursos públicos, y decenas de casos más que les permitieron obtener los votos sucios que necesitaban para meterse en la contienda.
Son ladrones, como diría Luis Cabrera en aquella célebre anécdota, pero no pendejos.
 
Y no lo son porque cuando menos se hicieron aliados y cómplices del gobernador Javier Duarte y del ex gobernador Fidel Herrera Beltrán, aunque éste haya movido cielo, mar y tierra para acusar a Renato Tronco, durante su primera alcaldía, del crimen del ex regidor panista, Alfredo Pérez Juárez. Después de aquel acoso, Renato entró al aro, se hizo priista y comenzó a saber lo que es enriquecerse al amparo de un gobernador que permitía, toleraba y fomentaba la corrupción y, por supuesto, consentía a sus alumnos más corruptos.
 
Ladrones sí, pendejos no, porque tuvieron de su lado no únicamente al consejo electoral municipal sino también a la presidenta del Instituto Electoral Veracruzano, Carolina Viveros, quien ordenó que los paquetes con los votos fueran trasladados a Xalapa, supuestamente para garantizar su seguridad, pero que hay sospechas y evidencias de que les metieron mano, cambiaron actas de escrutinio, sustrajeron votos que eran del perredista Marco Estrada y le dieron los votos que quisieron a Miguel Tronco para que el recuento mantuviera una ventaja que no nace de la voluntad popular sino del fraude.
 
Quieren pruebas los tronquistas de un fraude que está a la vista de todos, que los choapenses advirtieron desde antes de la contienda electoral y cuando en tiempos de campaña actuaron con todo descaro no para ganar, sino para robarse una decisión ciudadana que agravia a la gente de bien.
 
Al margen de lo que ahora diga el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, el TRIFE, que es la instancia final de este conflicto, la elección de Las Choapas dejó en claro que la sociedad ya marcó un alto a un grupo de vivales que convirtieron el ayuntamiento en un botín y su cercanía con quienes mandan en Veracruz —Duarte y Fidel— en una fuente de enriquecimiento ilícito. Baste ver el nivel de votación y que si nos atenemos a los votos limpios, no los del fraude, Renato sólo obtuvo el repudio social.
 
Al margen de lo que el TRIFE determine —valide o no la elección—, el pueblo de Las Choapas ya habrá entendido que manteniendo su cohesión, su ánimo y su determinación, podrá echar del poder a quienes lo han detentado sin peso moral alguno. Ya se lo demostraron.

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