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Roberto Morales Ayala

Zona Franca

Duarte, el peor desastre de Veracruz

18/09/2013 09:54 a.m.

Las tragedias de los pueblos son infaustas, ingratas, tristes, dejan secuelas y una incertidumbre total, pero sobre todo, miden a sus gobiernos, los evalúan, los catalizan y a menudo los reprueban.
 
La tragedia de Altotonga así es. Murieron 12 personas al desgajarse un cerro que arrasó a un camión de pasajeros y a algunos trabajadores que laboraban para despejar el camino. Murieron así, asfixiados, bajo toneladas de lodo, tierra y piedras cuando apenas despuntaba la mañana del lunes 16.
 
La tragedia enlutó a muchos y desmembró familias, pero puso en relieve a un gobernador intolerante, prepotente, falto de tacto para tratar a quienes demandan soluciones, no excusas, e insensible ante la desesperación de su pueblo.
 
Basta ver un video en youtube (http://www.youtube.com/watch?v=HQA_6roGsUg) o en Facebook (https://www.facebook.com/photo.php?v=247170652096880&set=vb.100004118408292&type=2&theater) para advertir cuan distante es Javier Duarte de Ochoa de la gente y qué tan soez es su lenguaje ante el reclamo de los habitantes de Altotonga, donde ocurrió el deslave y la muerte de 12 veracruzanos.
 
El episodio se remite a sólo 54 segundos. Entre su cordón policíaco, porque el miedo no anda en burro, el gobernador de Veracruz intenta paliar el malestar que traslucen quienes lo encaran. Habla de la pérdida de vidas que lamentar.
 
Se escucha una voz que dice que “la culpa no es de nosotros. Muchas veces hemos tocado la Secretaría…”. Alguien más habla de los caminos. Javier Duarte refuta con sequedad: “Este no es un tema de caminos. Es un tema, es un tema…”.
 
Vuelve a ser interrumpido: “Sí es de caminos”, le dice el ciudadano que lo increpa. Surge entonces el Javier Duarte iracundo, cortante, que alza la voz y cierra el diálogo: “¡Bueno, ya están las máquinas aquí! Aquí están las máquinas y vamos a seguir apoyando”.
 
Duarte se dirige a su camioneta sin mediar más palabra. Mientras avanza entre la gente, rompiendo incluso su cerco policíaco, se escuchan más voces que lo cuestionan. Le recuerdan que la maquinaria que el gobierno tiene en el lugar lleva más de dos meses parada “y no las han encendido”.
 
“Ahorita las van a encender”, responde Javier Duarte al tiempo que trepa en el estribo de su camioneta y desde ahí responde a los encendidos habitantes. Habla, gesticula, manotea, mientras las voces de reclamo se multiplican y se vuelve inaudible el alegato del gobernador de Veracruz. Se refugia en el vehículo y emprende la marcha, tácitamente corrido del lugar.
 
En 54 segundos se pone al desnudo el carácter áspero del gobernador Duarte, pero sobre todo su trato soez con un grupo de habitantes que ejercía su derecho a expresarse, a reclamar por la negligencia oficial, a indignarse por la falta de celeridad de las obras públicas y a traslucir su impotencia ante la nueva tragedia, que esta vez, sólo ahí, en Altotonga, muy cerca de Perote, en los feudos del senador José Francisco Yunes Zorrilla, y que cobró la vida de 12 personas.
 
El video evidencia la prepotencia del gobernador y su falta de habilidad política para tratar un asunto de alta prioridad, como es atender a un grupo de personas a quienes la tragedia les pegó de lleno y los mantiene en la zozobra.
 
Descubre ese carácter intratable de Javier Duarte, la altivez y la aspereza con sus gobernados olvidando que un gobernador es mandatario, que el pueblo es mandante y a ese pueblo se debe y al que debe respetar. Duarte no es más que la sociedad, sino servidor de todos.
 
En el ríspido diálogo con los habitantes de Altotonga, sale a flote la negligencia de las instituciones, la Secretaría de Comunicaciones y el gobierno de Veracruz. Denuncian que dejan correr el tiempo y la maquinaria permanece inactiva sin resolver el problema crucial, el de las vías de transporte y el traslado de personas.
 
“Es de caminos”, le repetían al gobernador Duarte. “No es de caminos”, respondía el mandatario veracruzano. Y ahí se prendió la chispa que lo hizo estallar, alzar la voz lleno de cólera para traslucir a un personaje sin mano izquierda, sin capacidad para sortear el desánimo de los desvalidos.
 
Duarte se podrá enchilar y marcharse con cajas destempladas, pero el reclamo de la gente tiene una fuerte carga de razón. El gobierno juega con las obras públicas, las convierte en negocio, lucra políticamente, sobre todo electoralmente, y muchos de la corte del rey se embolsan millones de pesos cada vez que hay una tragedia, pues la ley les permite otorgar obra sin someter al proceso de licitación.
 
Durante años, los caminos rurales han sido un botín de los políticos encargados de asignar las obras y de los contratistas designados para ejecutarlas. Los caminos se realizan con estándares de calidad muy por debajo de lo que marca la ley y a menudo sólo para librar el primer año de uso para evitar que los daños posteriores tengan repercusión en quienes cargaron con la responsabilidad de realizarlas. Pese a que están hechas para deteriorarse en poco tiempo, son cobradas en millones de pesos, con el consabido pago de diezmo y otras untadas de mano.
 
Los caminos rurales, además, son selectivos. Se realizan en zonas donde el PRI tiene influencia y cuenta con un voto duro. Así ocurre en la sierra de Soteapan, donde la inversión se hace efectiva en obras gestionadas, casi exigidas por Antorcha Campesina, uno de los brazos electorales del PRI
 
En cambio, los caminos gestionados por grupos de campesinos antagónicos al PRI, principalmente perredistas, son mantenidos en una larga espera, sin inversión alguna, generando la protesta y el reclamo de la sociedad.
 
El conflicto magisterial provocó en días pasados la toma de la presa Yuribia, en la sierra de Soteapan, que abastece de agua a Coatzacoalcos, a la mitad de Minatitlán y a un 30 por ciento de Cosoleacaque. Los maestros se apoderaron de sus instalaciones y generaron una crisis de alto impacto.
 
La reacción de un sector de la prensa fue descalificar el hecho. “La presa Yuribia, rehén de los maestros”, decía una de los encabezados periodísticos. La intención es clara pero deja de lado que la presa Yuribia y los sistemas de agua, CMAS en Coatzacoalcos, en Minatitlán, en los principales municipios veracruzanos, ha sido durante años rehén de los gobiernos priístas.
 
Fidel Herrera, Javier Duarte, Roberto Chagra, Marcelo Montiel, Iván Hillman, Tony Macías, Guadalupe Porras, Gladys Merlín, todos han lucrado con los sistemas de agua y alcantarillado. Los han usado como caja chica, como financiadores de campañas políticas y hasta para sufragar viajes de placer.
 
Los bienes públicos, las dependencias de gobierno, los recursos del erario, no han sido usados para beneficio de la sociedad. Los caminos permanentemente están deteriorados y cuando sobreviene una tragedia, los políticos se escabullen. Los sistemas de agua sirven para que los políticos se enriquezcan.
 
Por eso es justo el reclamo de los habitantes de Altotonga, quienes ante la negligencia del gobierno de Veracruz elevan su voz, exigen soluciones y esperan acciones que les garanticen que no habrá más tragedias que lamentar.
 
Y por eso es injustificable que el gobernador Javier Duarte se irrite, alce la voz, muestre su carácter prepotente y se escabulla para no enfrentar a un pueblo que no admite más paliativos ni promesas huecas sino obras que eviten que 12 personas o más vuelvan a perder la vida.
([email protected])(@moralesrobert)

 


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