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Roberto Morales Ayala

Zona Franca

Violencia y muerte entre sindicatos

21/10/2013 08:40 a.m.

Con esa espiral de violencia, con las agresiones, los levantones y las amenazas, con tantas voces de alerta, lo único extraño es que ninguna autoridad atendiera el llamado y evitara lo que finalmente ocurrió. Un integrante de las polémicas dirigencias sindicales que hoy pululan en el sur de Veracruz, Adolfo Sastré Palacios, tras diez días sin saberse nada de él, fue hallado en una fosa clandestina.
 
Sastré Palacios entra a la estadística oficial de muerte. Se le vio con vida el 8 de octubre. Viajó de Agua Dulce, municipio del sur de Veracruz, a Coatzacoalcos en transporte de ADO. Tenía una cita con su lideresa regional, Isabel Corro Martínez, habló con su pareja vía telefónica y después desapareció.
 
Su cuerpo apareció la noche del 17 por un golpe de suerte. Se hallaba en una fosa clandestina en el rancho de Fernando Aguilar Gil, a la altura del kilómetro 5+500 de la antigua carretera Agua Dulce-Coatzacoalcos. Los empleados del ganadero buscaban vaquillas extraviadas cuando notaron que había tierra removida, humedad sanguinolenta y olores fétidos. Cavaron y hallaron los restos.
 
Dieron parte a la autoridad. Identificaron a Adolfo Sastré, quien presentaba huellas de tortura y había sido degollado. A un centenar de metros hallaron otra fosa y un ejecutado más. Tenía cuerpo pero no cabeza. Se trataba de un obrero de nombre Darwin del la Cruz Zarauz, quien vivía en la colonia 18 de Marzo.
 
Adolfo Sastré era un cabecilla sindical controvertido, o mejor dicho, de pésima fama. Encabezaba a la Federación Auténtica de Trabajadores del Estado de Veracruz (FATEV) en Agua Dulce. Peleaba con otras agrupaciones por los contratos, suscritos con las empresas constructoras. Coyoteaba el trabajo y exprimía a sus agremiados, a quienes despojaba de una cuota semanal.
 
En un buen número de veces se lió a golpes con otras agrupaciones. Sembró enemigos por donde iba y en algunas ocasiones lo tundieron sin piedad. Era un cabeza dura, capaz de estafar hasta al más pintado.
 
Adolfo Sastré no era campesino pero sabía cultivar. Cultivó odio, resentimiento, amenazas, venganza y finalmente su propia muerte.
 
Murió con el sello del crimen organizado. En su cuerpo había signos de tortura y fue degollado. Es el modus operandi de la delincuencia brutal, la de la guerra entre mafias, los que hierro matan y a hierro mueren. La muerte de Sastré es un mensaje para que los que pagan cuota no dejen de pagarla, los que invaden territorio dejen de hacerlo, los que traspusieron una línea vuelvan a su espacio.
 
Adolfo Sastré fue visto en Agua Dulce ese día 8, en la terminal de ADO. Dejó ahí su motocicleta. Según reportó, acudió a su cita con la lideresa Isabel Corro, de la FATEV en Coatzacoalcos. Ella lo pasó a dejar a Ticketbus, donde compró su boleto de regreso a Agua Dulce, programado para las 6 de la tarde. Habló por teléfono con su pareja, de nombre Yessica. Después no se supo más de él.
 
Es obvio a Adolfo Sastré alguien “lo puso”. Le sabían sus movimientos, que iría a Coatzacoalcos, que se vería con Isabel Corro, que regresaría a las 6 de la tarde en un ADO. Lo que no se sabe es si abordó o no el autobús, o si llegó a Agua Dulce y ahí lo estaban esperando. Como sea, le seguían los pasos, lo levantaron, lo torturaron —¿qué información le sacaron?— y por último lo degollaron para luego sepultarlo clandestinamente.
 
Hacía semanas, muchas semanas, se percibía el olor a muerte. Los grupos de obreros se venían disputando a golpes los contratos con las constructoras. Si un sindicato se arreglaba con la empresa, tenía que pagar su cuota, ya fuera a sindicatos rivales o al crimen organizado.
 
Lo insólito es que las autoridades, las policías, el Ministerio Público, se hayan mostrado indiferentes y pasivas ante lo que estaba por venir, que pudiendo evitar una tragedia, no movieron un dedo para someterlos al imperio de la ley. Lo aberrante es que un cacique local, en lugar de tomar su lugar de gobernante y brindar seguridad a la sociedad, le entró al negocio, aliándose a unos y reprimiendo a otros, para quedarse con una jugosa tajada del pastel de la “próspera” industria de la explotación del obrero.

El diputado electo por Las Choapas, Renato Tronco Gómez, siendo alcalde, se apropió del control de las contrataciones de obreros para Comesa, una empresa de exploración petrolera cuyo principal socio e inversionista es Pemex. A los trabajadores no solo los despojan de una cuota económica, sino que también los usa como grupo de choque, tal como se documentó en las pasadas elecciones, donde su hermano Miguel pugna por ser impuesto como Presidente Municipal en medio de una vergonzosa derrota, que solo puede ganar por la vía del fraude.

Otro caso en esta espiral de violencia es el de Esteban Lendechy Córdoba, hoy acusado, junto con Gustavo Jorge López, Bernardo Ramos Ruiz y otros secuaces, de lesiones e intento de homicidio por una agresión, el 13 de julio pasado, contra integrantes de la FATEV de Las Choapas, entre ellos su, Filadelfo Espinosa Hernández, a quien les exigían 20 mil pesos por dejar pasar a trabajar en el pozo Los Soldados 497, a cargo de la constructora Consorcio Paz para Pemex.
 
La violencia engendra muerte. Los violentos, por analogía, arrojan muertos. La violencia entre los sindicatos de obreros es el resultado de la falta de aplicación de la ley. Pelean por contratos, por cuotas, por derechos de piso, porque un político descerebrado los envíe a imponer por la fuerza la ley del más fuerte.
 En Agua Dulce y Las Choapas, los dos municipios más al sur de Veracruz, hay historia de violencia. Los sindicatos de Agua Dulce invaden territorio choapense y los de Las Choapas desean quedarse con contratos de los hidrómilos.
 
Los líderes son insensibles a lo que sufren sus agremiados. Les dan trabajo porque cada semana les rasuran un porcentaje de su salario, pero no se preocupan por las condiciones en que laboran, si cuentan con condiciones de seguridad e higiene, si les pagan lo que establece la ley. Filadelfo Espinosa es de esos líderes sin escrúpulos.
 
La Lendechy de Agua Dulce es Marjorie Oropeza Núñez, lideresa de la Alianza de Sindicatos de Trabajadores (ASTRAC), que disputa los contratos a base de amenazas, como lo hiciera con el seudo dirigente de los adheridos a la CTM, Samuel Calderón Córdoba, al que le armó un escándalo público y retó a dejar sus oficinas y salir a liarse a golpes con sus agremiados.
 
Samuel Calderón terminó siendo aliado de Marjorie Oropeza, pese a todo lo que se decían públicamente. Firmaron un pacto de no agresión el 4 de abril de 2012. Sin embargo, dos semanas después denunció que Marjorie, Adolfo Sastré Palacios y Víctor Cuevas habían contratado a dos hondureños que trabajan como pistoleros en Agua Dulce para ejecutarlo a él, a Samuel Calderón.
 
El asunto fue puesto en conocimiento del subprocurador de Justicia en el sur, Jorge Yunis Manzanares, pero no hizo nada al respecto. En ese caso se señalaba al hoy occiso Adolfo Sastré como uno de los que contrataron a los hondureños.
 
Poco después, un grupo de trabajadores de Agua Dulce llegó a Las Choapas. Irrumpió en una reunión y golpeó a placer a agremiados de ASTRAC. Iban en busca del dirigente Roque Villegas, pues según dijeron había “órdenes de matarlo”.
 
La espiral de violencia cada vez es mayor. La alerta está encendida desde hace meses. Sin embargo, hay pasividad oficial, indiferencia ante las agresiones, amenazas, los heridos, la evidencia de contratación de sicarios y la impunidad que proviene de la política delincuencial, que lejos de someter a todos como indican las leyes, se alía con un sindicato de albañiles, lo usa como grupo de choque y le da acceso a contratos que trafica con los constructores para tenerlos bajo su control para lo que se ofrezca.
 
Hoy, Adolfo Sastré está muerto. Desapareció diez días. Encontraron su cuerpo en una fosa clandestina. Lo torturaron y lo degollaron. Sastré había sido señalado de contratar pistoleros para ejecutar a otros líderes sindicales. Y de ello tuvieron conocimiento las autoridades pero no hicieron nada al respecto.
 
Lo peor no es que lo hayan matado sino que pudiendo evitarlo, no hubo autoridad alguna que metiera orden y diluyera el nivel de violencia. Fue como una muerte anunciada.

¿Y ahora quién sigue?

([email protected])(@moralesrobert)


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