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Roberto Morales Ayala

Zona Franca

Duarte, lección y reclamo

10/02/2014 09:10 a.m.

Javier Duarte, el gobernador, tragó saliva. La dignidad de una familia le enseñó que no es dinero ni promesas fáciles lo que la sociedad desea, sino la confianza y la seguridad de tener a su familia libre de la desgracia.
Para no dar la cara a la sociedad de Coatzacoalcos, el mandatario no se presentó en aquella ciudad, en cambio mandó a traer a la familia del periodista Gregorio Jiménez de la Cruz, a la capital del estado.

Acompañado de parte de su gabinete, el secretario de gobierno, Erick Lagos Hernández, y el procurador de Justicia, Amadeo Flores Espinoza, Duarte de Ochoa le ofreció a la familia de Jiménez de la Cruz disponibilidad para dar cuanto antes con el comunicador, pero además apoyo económico y una casa en Coatzacoalcos.

La esposa del periodista, rechazó la oferta, “sólo quería noticias de su esposo, lo quería vivo y de regreso con ellos”, señaló el portal de noticias Plumas Libres en la nota que difundió ayer domingo con respecto a la reunión.

Esa insensibilidad del gobierno de la prosperidad cosecha tempestades, como quedó evidenciada la noche del pasado jueves seis, cuando convocó a rueda de prensa para dar respuesta pública a las acciones para dar con el periodista desaparecido.
 
Fue una noche en que los enviados del gobernador Javier Duarte tuvieron que tragar camote. La prensa les salió inquisidora, respondona y también escéptica, que no admitía excusas ni promesas mientras de Goyo Jiménez no se sabía —ni se sabe— nada.

Media centena de periodistas llegó a la sala de cabildo del palacio municipal de Coatzacoalcos. Ahí tuvo su encuentro, un atropellado y álgido encuentro, con Erick Lagos, Amadeo Flores, Gina Domínguez y Enoc Maldonado Caraza, fiscal especial e investigador del caso.

 Gina Domínguez, la vocera, la “gobernadora”, la dama de hierro, la censora del gobierno duartista, quiso hablar. Iniciaba su discurso y su voz era acallada. Desde diversos puntos de la sala de cabildo se escuchaban reclamos: “No te creemos”, le decían. Se oían otras voces, todas cargadas de furia. No le creían el discurso a Gina y no le creen la promesa al gobernador de Veracruz. No le creían que vayan a resolver el caso Gregorio Jiménez.

A partir de ahí, la vocera del gobernador sólo fue una espectadora más de la embestida de la prensa de Coatzacoalcos contra los enviados de Javier Duarte.

 En un oficio que hoy circula profusamente en internet, los periodistas locales le formularon una serie de exigencias a los gobiernos federal y de Veracruz, así como a la Comisión Nacional de Derechos Humanos.

Tres de sus exigencias tienen que ver con las condiciones para el ejercicio de la libertad de expresión; que el gobierno de Veracruz cesara en sus presiones a la prensa para sofocar las manifestaciones públicas por el plagio de Goyo Jiménez, y que las manifestaciones no afecten la relación laboral con los propietarios de los medios. Textualmente, esas propuestas son las siguientes:

“Que las autoridades correspondientes garanticen la libertad de expresión y seguridad en el ejercicio periodístico que se realiza desde el río Tonalá hasta el Pánuco, en la entidad veracruzana.
“Que el Gobierno del Estado deje de coaccionar y amedrentar a los propietarios de los medios de comunicación, y estos a su vez a los reporteros a su servicio, para impedirles la participación en las manifestaciones por el plagio del comunicador.
“Y que el ejercicio de la libertad de expresión y manifestación no ponga en riesgo, de ninguna manera, la relación laboral de los reporteros con sus patrones, dueños de los medios”.

Remataba el oficio con una sentencia lapidaria: “Como si el silencio no fuera también decir la verdad”
Ya nadie volvió a pelar a Gina. Centraron su atención en el procurador Felipe Amadeo Flores Espinoza, en sus explicaciones, en sus excusas, pero sobre todo en lo que quiso decir y luego rehuyó.

Uno de los periodistas, Ignacio Carvajal, del diario Liberal del Sur, le preguntó si renunciaría en caso de no esclarecer los agravios y crímenes de periodistas en Veracruz. Amadeo dijo que ahí la lleva, que en el caso de Regina Martínez, la corresponsal de la revista Proceso asesinada en 2012, hallaron al culpable y lograron que lo condenaran a 37 años de prisión —¿qué no eran 38?—, y que así han hecho con los demás agravios a periodistas.

Le insistió el reportero si la investigación del caso Goyo Jiménez lo ponía nervioso. El procurador le respondió seco: “He hecho miles de investigaciones”. Después ya no quiso más e instó a más preguntas pero de otros reporteros. Pero no dijo si renunciaría o no.

Hubo más recriminaciones, quizá la más agria la que impugnaba que hubiera designado a Enoc Maldonado como fiscal investigador del caso Goyo Jiménez cuando tiene acusaciones de haber dado positivo en el examen antidoping cuando era director de la Agencia Veracruzana de Investigaciones.

“No sé de donde sacan esas informaciones. Por eso hay tantos problemas, por eso la gente no confía en lo que hace la autoridad porque se distorsiona la investigación”, respondió Felipe Amadeo Flores. Sólo le faltó decir que el descrédito del gobernador es culpa de la prensa.

Javier Duarte y su gobierno sufren un problema de desconfianza. El pueblo no cree en ellos. No les cree porque un día mienten y otro día agravian a la sociedad.

Los periodistas se arrebataban la palabra, formulaban sus preguntas de manera simultánea y expresaban reclamos abiertos. Erick Lagos intentó sofocar la crítica. Dijo que entendía el sentir de los compañeros de Goyo Jiménez y se aventó un rollo digno de un secretario de Gobierno: muchas palabras y cero credibilidad.

 Quiso explicar que es imposible otorgarle seguridad a cada uno de 8 millones de veracruzanos, pero que se hace todo el esfuerzo. “Es usted un mentiroso”, le reprochó la reportera Romana Ortega. Y le dijo que las fuerzas del orden llegaron dos horas después al lugar del plagio. Y le dijo que si no pueden con su responsabilidad, que renuncien.

Se fueron. Amadeo y Enoc Maldonado casi huyeron cuando Gina Domínguez se puso de pie, como si ella tuviera el mando, como si ella fuera el gobernador. Concluyó la rueda de prensa. Gina se quedó a decir que tenía la autoridad para hablar a nombre del gobernador Javier Duarte. Por inferencia, cuando ella fue callada por los periodistas, también era callado el gobernador de Veracruz.
 
Triste episodio para Javier Duarte y su gabinete de seguridad. Gina Domínguez se quedó sin voz, se perdió el control sobre un sector de la prensa, el procurador fue bajado de su pedestal y el secretario de gobierno fue acusado de mentiroso. Algo así como la noche triste.

([email protected])(@moralesrobert)


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