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Pablo Jair Ortega

Columna Sin Nombre

Policías, los abusones históricos contra migrantes

02/04/2014 01:41 p.m.

Desde hace años que se trabaja en este oficio, nos quedó siempre claro que quienes conducían el negocio de los indocumentados era la autoridad.

En Minatitlán, era común ver hoteles como el Napoleón, en pleno centro, que se convertían en base de operaciones de quienes traficaban con los migrantes en su deseo de llegar a Estados Unidos. Ahí los hospedaban como una especie de garita donde les permitían seguir o no, dependiendo de la cantidad de dinero que tuvieran, resguardados por elementos de la Policía Municipal; si éstos se llegaban a enterar de que ya no tenían plata, a los migrantes los presentaban en la cárcel preventiva como detenidos en “exitoso” operativo.

En trabajos posteriores en la región, se platicó con migrantes asegurados en el retén del Instituto Nacional de Migración en la carretera federal a la altura de Acayucan; allí, un centroamericano dejó dos frases lapidarias para el recuerdo: “El problema no es llegar a Estados Unidos; el problema es atravesar México”. La otra: “Todas las autoridades en México son fáciles de comprar”, e insistió en que a él lo habían detenido sencillamente porque se le acabó el dinero.

En Acayucan, no hace mucho tiempo la trata de blancas incluía los sexoservicios de centroamericanas. Reclutadas a la fuerza o no, la realidad es que eran retenidas en la “Llave del Sureste” en su paso al sueño americano.

Otro dato para las historias de la nota roja involucra a los que aparecían despedazados sobre las vías del tren (antes de que La Bestia se pusiera de moda): algunos era migrantes detenidos por policías de la región, quienes eran extorsionados y golpeados. Para borrar cualquier marca de la tortura, simplemente los aventaban al tren y se inventaba la historia de que se había caído del ferrocarril.

Hoy parece que las cosas no han cambiado y en su momento fue más fácil echarle la culpa a la delincuencia organizada de todos los males que padecían los migrantes.

En parte es cierto: en Coatzacoalcos ha habido operativos de las fuerzas armadas donde rescataron a cuantiosos grupos de personas de origen extranjero, quienes relataban que personas armadas los llevaban a casas de seguridad a bordo de camionetas (lo mismo que en Las Choapas). Pero tampoco se puede pensar que los malosos sean los únicos culpables: al menos en los últimos meses no ha habido en el sur de Veracruz operativos vistosos de rescate a migrantes como sí hubo en otros años y no precisamente por la eficacia de la autoridad, sino porque sencillamente los malosos redujeron a nada esta diversificación de sus actividades delictivas.

Destaca, por el contrario, la reciente denuncia que se hizo a la Policía del municipio de Jesús Carranza por golpes a guatemaltecos el pasado 23 de marzo, de acuerdo a datos proporcionados por Vicente Vásquez Cruz, agente del Ministerio Público Investigador auxiliar de la Fiscalía de Atención a Migrantes del estado de Veracruz, con sede en Acayucan. A lo anterior, se suma el presunto intento de violación a dos niños de escasos cinco y seis años.

Y es que más que echarle la culpa al ferrocarril, es verdaderamente difícil que éste sea la única causa de los males: el tren seguirá pasando y será (como en toda su historia) el vehículo por el cual miles migran todos los años. Es por el ferrocarril, por ejemplo, que se asentaron gentes provenientes del Istmo de Tehuantepec a la zona sur de Veracruz; por el tren, pueblos enteros como Río Verde, en San Luis Potosí, emigraron a Tampico o Ciudad Madero, Tamaulipas: la estabilidad económica que representa la actividad industrial siempre será un magneto para atraer a quienes buscan una mejor manera de vida, incluidos los migrantes.

De los anterior podemos decir como ejemplo que hoy en Coatzacoalcos y Minatitlán ya se ven personas de raza negra pidiendo limosna. El flujo permanente de dinero de la región, se ha convertido en uno de los lugares más fáciles para mendigar.

Pero tampoco se debe perder de vista que si bien el asunto de la migración es más complejo que culpar a las empresas ferroviarias, la verdad histórica obliga a voltear los ojos a policías o delincuentes que saben del gran negocio que implica traficar indocumentados.

Y es que así como siempre habrá ferrocarril, siempre habrá migrantes: al menos en el antiguo Puerto México no se ve que se reduzcan los numerosos grupos donde se pueden contabilizar hasta 200 personas. No ha bajado el flujo de migrantes y permanecerá seguramente así por muchos años.

La estrategia, al igual que la situación, debe ser igual de compleja y debería integrar todo un sistema de protección al migrante, especialmente en esas zonas remotas, alejadas de la civilización, donde es fácil cometer delitos y realizar abusos de la autoridad.


Y es que como decía aquel entrevistado en la garita: “Todas las autoridades en México son fáciles de comprar”, la historia nos obliga a voltear no al gusano de acero, sino a todas las alimañas que los migrantes se encuentran en el camino.


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