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Arturo Reyes Isidoro

Prosa Aprisa

En efecto, no pasó nada

24/06/2015 10:41 a.m.

“El tiempo nos dio la razón”. Eso dijo ayer temprano Javier Duarte de Ochoa en conferencia de prensa. O sea, fue puro cuento eso de que hubo peculado, desvío y sustracción indebida de recursos federales (e impunidad) para financiar campañas políticas.

Para la postura oficial todo fue una estrategia electoral para enrarecer las campañas, se trató de ataques mediáticos para favorecer a ciertas corrientes políticas (Miguel Ángel Yunes Linares) y en especial una candidatura.

Ahora –dijo– es momento de informar y poner las cosas en su correcto contexto… para que los veracruzanos y de manera particular aquellos actores políticos que en su momento y actuando de buena fe se pronunciaron erradamente (¿Pepe Yunes?), conozcan con detalle de este tema. “No más verdades a medias, ni mentiras disfrazadas de manto legaloide”.

De acuerdo a una nota de la reportera Odila Romero Hernández, colaboradora de “Prosa aprisa”, dijo que peritos y auditores se dieron a la tarea de revisar a fondo los archivos y demás documentos de las dependencias y entidades ejecutoras del gasto público federal, y nada. Como en la famosa bolita yucateca: ¡Nada por aquí, nada por allá! ¿Dónde quedó la bolita?

En todo caso, si hay una culpa es de omisos, negligentes e irresponsables “servidores públicos” quienes no entregaron la información que acreditaba la correcta aplicación de los recursos federales en el momento que debieron haberlo hecho. “Deben responder quienes han fallado a Veracruz”. ¡Sí, deben ser quemados en leña verde en plena Plaza Lerdo para escarmiento!

¡Chin! No cabe duda. Utilizaron y funcionó muy bien aquella vieja fórmula de Fab (fue un detergente del siglo pasado que hacía milagros: “Remoje, exprima y tienda”, decía su comercial cantado acompañado de un pegajoso fondo musical y que en su versión impresa mostraba a una joven mujer bailando de alegría y con una sonrisa de oreja a oreja mostrando una prenda blanca, blanquísima, como la que nos enseñaron ayer apenas despuntaba el día laboral.

En “Prosa aprisa” del 1 de junio publiqué:
“La fuerza de los hechos hace que uno termine por creer que ciertamente en Veracruz no pasa nada.
Lo digo porque en una de esas, con respecto a la denuncia que presentó la Auditoría Superior de la Federación (ASF) ante la Procuraduría General de la República (PGR) contra funcionarios y exfuncionarios de la actual y de la pasada administración por presunto mal uso de recursos públicos, no va a pasar nada, esto es, no habrá ninguna sanción y todo habrá quedado en el escándalo mediático.

Presuntos implicados lo repiten desde adentro y desde afuera del gobierno: no hay forma de que les comprueben nada, esto es, nadie se atreve a afirmar que no hizo nada indebido sino que no hay modo de que se los prueben. Están tranquilos, muy tranquilos, se pasean muy tranquilos, duermen muy tranquilos, y muy en corto comentan y confirman la versión que circula en mentideros políticos y periodísticos, que además ya se ha hecho pública en columnas periodísticas, de que entregaron al Auditor Superior de la Federación, Juan Manuel del Portal, 120 pruebas de descarga de las grandes, de nueve dígitos, suficientes para que el respectivo expediente llegara ‘solventado’ a la PGR, endeble, muy endeble, de tal forma que se caerán las acusaciones una a una y, como en los cuentos de hadas, se casaron y fueron muy felices por el resto de sus días”.

Héctor Yunes y la crítica
“Los veracruzanos exigen y merecen resultados. Para nadie es un secreto que quiero continuar sirviendo a mi estado. Las críticas arreciarán, la fabricación de mentiras continuará, los rumores en contra de un servidor y de un proyecto aumentarán”.

Así comienza el artículo del pasado domingo y que semana a semana distribuye y publica en varios medios el senador Héctor Yunes Landa. Cuando dice que quiere continuar sirviendo al estado se está refiriendo a su aspiración de ser el próximo gobernador del estado, aspiración legítima tanto como político como ciudadano.

Pero luego generaliza cuando advierte que: “Las críticas arreciarán, la fabricación de mentiras continuará, los rumores en contra de un servidor y de un proyecto aumentarán”. ¿A qué vino eso?
Él y todos los políticos –que se lo pregunte a su amigo el gobernador Javier Duarte de Ochoa–, más si ostentan alguna representación popular u ocupan un cargo público, están sujetos al escrutinio público que incluye el de los medios.

Para quienes escribimos y publicamos como periodistas y hacemos crítica o análisis críticos, como es mi caso, no deja de ser preocupante que quien aspira a gobernar Veracruz y por lo tanto a ejercer el poder no le guste la crítica, le moleste y sea alérgico a ella.

Lo digo porque, por ejemplo, todavía no es gobernador, menos candidato, sino un aspirante más y ya muestra asomos de intolerancia: mis compañeros columnistas Manuel Rosete Chávez y José Ortiz Medina me confirmaron que se negó a ir a un programa de televisión que transmiten por internet porque en ella estaría el también columnista Raymundo Jiménez.

De su propio equipo se filtró que el pasado 8 de junio, al ofrecer un desayuno en Xalapa para celebrar el Día de la Libertad de Expresión, que había sido un día antes, con el que comenzó un recorrido proselitista por el estado, dio instrucciones precisas que se cuidara bien de no invitar a Raymundo. El columnista lo ha hecho objeto de críticas e incluso ha dado cuenta de sus desavenencias con otros compañeros, lo que no le ha gustado.

Pero otros compañeros comentan que les ha llamado para reclamarles por lo que publican. Carajo, estamos tratando se salir de Guatemala y ya se asoma Guatepeor. Y todavía más –y triste porque todos nos conocemos–, según comentan algunos compañeros del medio, algunos de sus colaboradores ya empiezan a perder el piso, han perdido su humildad y adoptan una actitud de perdonavidas.

Dicen que las comparaciones son odiosas, pero no cuando sirven para ejemplificar: otros aspirantes, en cambio, hablan personalmente con los columnistas, tratan de explicar, de argumentar, de convencer, pero con sus puntos de vista, sus argumentos, sus razones, y no excluyen ni le agarran ojeriza a nadie por más que los critiquen o difieran de lo que dicen.

Ojalá y esté equivocado en mi apreciación muy personal, pero las palabras del senador en su artículo del domingo parecen confirmarla: no le gusta, le molesta la crítica. Si eso es ahora, qué será cuando llegue a gobernador, si es que llega, cuando tenga el poder, todo el pinche poder: querrá sólo unanimidad, aplauso, cero crítica u otro punto de vista. Ojalá esté yo equivocado.

Si alguien sabe, porque lo ha vivido, lo que es llevar una mala relación con la prensa desde el poder por la chinga que le ha puesto muchas veces por una mala conducción de su política de comunicación social, ese es precisamente Javier Duarte.

El pasado 15 de junio, en su desayuno con la prensa de Xalapa con motivo del Día de la Libertad de Expresión, dijo: “… les digo que un gobierno que no tenga el apoyo, que no tenga la vinculación, que no tenga el contacto con quienes hacen la labor de comunicar, como son ustedes, es un gobierno que está totalmente predestinado al fracaso. Es muy importante el poder tener esta relación, este puente de entendimiento y esta relación de binomio, que sin querer sucede entre comunicadores y gobernantes”.
 

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