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Arturo Reyes Isidoro

Prosa Aprisa

¿Réquiem por mi “pirata” favorito?

08/04/2010 06:54 p.m.

Busco la película El cartero de Neruda que hace muchos años vi en sala cinematográfica porque necesito hacer un obsequio para intercambiar comentarios. Acudo a Mixup, la tienda más grande y surtida de películas y la buscan y rebuscan y un empleado me dice finalmente que no, que ya no la tienen en catálogo, lo equivale a decir que ya no la editan ni la venden. Y qué cree usted. Se me ocurre ir a Plaza Clavijero con los famosos “piratas” ¡y ahí sí la tienen!

Siempre he querido ver la película japonesa Rashomon, una de las obras maestras del cineasta Akira Kurosawa, basada en el cuento del mismo nombre de Ryunosuke Akutagawa  (he oído decir que nuestro laureado escritor Sergio Pitol afirma que es la mejor película que ha visto en su vida) y acudo también a Mixup y ahí sí, en efecto, la tienen, pero sólo en su idioma original, el japonés, y traducida sólo al inglés, pero yo la quiero en español  o con subtítulos en español. Una versión así es imposible conseguirla en las mejores tiendas de películas del país e incluso no la he conseguido en España (he recorrido todo Madrid y todo Barcelona, y nada). La última vez que fui a Mixup la versión original en japonés y en inglés costaba, hace ya bastante, 700 pesos (hoy debe andar entre 800 u 850 pesos, fácil). Ya desalentado y conformado de que no voy a conseguir la versión que quiero, un día voy a la Plaza Clavijero con el joven que se especializa en vender copias piratas de cine de arte ¡y él sí la tiene y a sólo 30 pesos! (en la ciudad de México me la han ofrecido hasta en 10 pesos).

Otro día visitando a otro vendedor de cine de arte en Xalapa (copias piratas casi inconseguibles ya) me encuentro con una verdadera joya cinematográfica, imprescindible: El ángel azul, la primera película sonora alemana, estrenada en 1930, basada en la novela de Heinrich Mann, el hermano del famoso Thomas Mann, que marcó el debut de Marlene Dietrich y la catapultó a la fama y a la historia del cine, pero donde tiene también una soberbia actuación el actor Emil Jannings (creo que es la mejor película que habré visto en mi vida, pero ya otro día haré comentarios sobre ella). Búsquela en el comercio establecido y nunca la va a encontrar.

Y claro, de nuevo caigo en un dilema ético: ¿procedo correctamente si compro a los “piratas”  la versión que siempre he querido ver de Rashomon?, ¿me quedo con las ganas de verla para siempre por atender un prurito ético?, ¿hago bien y compro la versión en japonés y en inglés aunque no le entienda nada y además pago en promedio unos 800 pesos cuando tengo la otra opción por sólo 30?, ¿me quedo sin la versión de El cartero de Neruda o sin la joya que es El ángel azul? Sí, confieso, he pecado de pensamiento, palabra y acción, por mí culpa, por mí culpa, por mí grande culpa (¡tum, tum, tum! Golpes de pecho).

¿A qué viene todo esto? A la jalada esa de nuestros diputados federales que aprobaron el martes una reforma legal que persigue el delito de piratería por oficio, es decir, que ahora las autoridades municipales, estatales o federales, podrán actuar contra vendedores y distribuidores sin necesidad de que exista una demanda por parte de un interesado. Así que de aquí en  adelante quien viole el artículo 29 del Código Penal federal y el 223 de la Ley de Propiedad Industrial podrá recibir penas de dos a seis años de prisión y multas de 5 mil 746 a 574 mil 600 pesos.

Perfecto. El apego a la Ley. Qué bien. No estoy a favor de violar la ley, pero no puedo dejar de ver que este es un problema más grave y complejo e incluso es un problema social que tiene, en la inmensa mayoría de los casos, su origen en la pobreza, pero también es causado en mucho por culpa del gobierno federal.

Leo en el diario Reforma del miércoles que el diputado panista (no podría ser de otro partido ni de otra condición social) Camilo Ramírez, secretario de la Comisión de Justicia, aseguró que esta reforma “es un gran avance, pues protege la propiedad intelectual y golpea uno de los tentáculos financieros del crimen organizado”. Que no se haga. Esta práctica, es cierto, promovida por el crimen organizado, que es al que se debe atacar, en realidad afecta los intereses del señor Carlos Slim, el hombre más rico del mundo y dueño de las tiendas Mixup, y del señor Emilio Azcárraga, dueño de Televisa, que comercializa muchos vídeos y películas, etc.

El problema se tiene que ver más allá. Creo que la mayoría de estos “piratas” han terminado en eso orillados por la falta de fuentes de trabajo que el gobierno de Felipe Calderón prometió crear y no lo hizo, por los miles de despidos producto de la grave crisis económica en que tiene sumido al país el gobierno federal. Me atrevo a hacer un comentario quizá temerario, quizá un despropósito: mil veces prefiero a los “piratas” invadiendo calles a plena luz del día o tratando de ganarse la vida lícitamente con productos ilícitos que, ante la persecución a la que se verán sometidos ahora, verlos por la noche amparados en la oscuridad a la vuelta de la esquina de mi casa esperando al primero que pase para asaltarlo y poder llevarle el pan a su familia, a sus hijos, o, peor, que desesperados vayan a engrosar las filas del narco y se dediquen a secuestrar o a ametrallar y matar a inocentes.

Insensibles por los –creo–  casi doscientos mil pesos que se llevan al mes por dedicarse a elevarnos los impuestos, ejemplo diario de incumplimiento de la ley y de corrupción, lo que los diputados federales debieron haber hecho fue haber exigido a Calderón y cómplices la creación de más empleos, la aplicación de los programas de asistencia social sin ningún sesgo partidista y electoral, enfrentar y castigar deveras a los grandes capos del contrabando, pero no autorizar cárcel para miles, millones de mexicanos que encontraron en la venta de productos “piratas” a muy bajo precio la única forma de sobrevivir. Ante la aprobación de la reforma deberán construirse muchas, miles más de prisiones porque ahora las autoridades no van a tener cárcel dónde meter a los millones de “piratas” de todo el país.

No defiendo lo ilegal. Pero sería bueno que los panistas diputados y del gobierno federal preguntaran también al grueso de la población su opinión, porque los “piratas” son la única vía que tienen para acceder a muchos productos, en especial los 8 millones de pobres creados en este sexenio. Algo que me sorprende: por lo menos en Xalapa hasta ayer no advertí que ningún jefe de información de ningún periódico ordenó a sus reporteros ir a los mercados donde trabajan los “piratas” a pedirles su opinión así como a quienes asisten a surtirse ahí.

Y una cosa más: ¿quién garantiza ahora que el gobierno federal no va a usar esta reforma para coaccionar, amenazar, a los “piratas” de que o votan por el PAN o les aplican la reforma al 29 penal federal?, ¿quién garantiza que cualquier autoridad municipal, por rencillas personales, no va a ver ahora la gran oportunidad de vengarse metiendo a la cárcel a ambulantes “piratas”?

Y los dejo porque corro a ver si todavía alcanzó a mi “pirata” favorito que quedó de conseguirme la primera película de Alfred Hitchcock, que además creo que es la primera película sonora del cine inglés. Otra joya. Digo, antes de que se lo lleven al tambo. Y de nuevo: por mi culpa, por mi culpa, por mi grande culpa. Feliz fin de semana a todos.

 


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