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Arturo Reyes Isidoro

Prosa Aprisa

La pobreza; ¿la solidaridad?

26/08/2009 03:02 p.m.
En mis inicios como reportero en Xalapa y en el Diario de Xalapa, aparte de la información general que me tocaba cubrir también me asignaron la suplencia de la llamada “nota roja”, por lo que cuando el titular dela página policíaca Joaquín Romero Hernández descansaba, que era los domingos o cuando tomaba vacaciones, me tocaba ir a la Policía Judicial, entonces frente al hotel María Victoria, a tomar nota de los sucesos del día. Un domingo al anochecer, a mediados de los años 70, llegué y los secretarios de las mesas me facilitaron los expedientes de las averiguaciones previas que se estaban iniciando. Entre las cosas que encontré estaba el caso de un campesino al que habían encontrado en una finca ajena con 4, 5 elotes que se había atrevido a cortar, lo habían detenido y lo habían puesto a disposición de las autoridades judiciales. Joven, muy inexperto, con un malentendido y tonto por no decir que pendejo excesivo celo profesional, sin ningún sentido de solidaridad ni humanidad como reportero, redacté la nota que apareció publicada al día siguiente y me di por satisfecho de haber cumplido con mi deber profesional… hasta que por la tarde-noche regresé a la PJ y el entonces subjefe de la Judicial, Felipe Amadeo Flores Espinosa, me dio a entender el terrible daño que le había yo hecho al detenido. “Cabrón, tu condenaste a ese pobre hombre”, me reprochó y me explicó entonces que esa persona había cortado los elotes por necesidad, para poder comer, y que no obstante que la acción caía en el delito de robo de frutos que se tipificaba como grave sin tener derecho a salir libre bajo fianza (no sé si todavía sigue igual el Código Penal), él lo pensaba dejar en libertad porque en efecto se había comprobado que  se trataba de un “jodido” que había actuado por hambre y que  los contados elotes no iban en proporción a lo grave de la pena que le podría esperar; en pocas palabras, que se trataba de algo injusto –él estaba en desacuerdo con el sentido de la Ley–,  pero que ya publicado el caso se había  visto obligado a consignar al detenido ante el juez correspondiente. Nunca me he repuesto de ello y aún cargo con eso en la conciencia. Esto me lo recordó el domingo que pasó (23 de agosto) una nota que vi publicada en la sección “Testigo” (policiaca) del diario Milenio El Portal firmada por Víctor Báez con el encabezado: “Lo atrapan robando atún en Wal Mart”. El primer párrafo es más que ilustrativo: “Personal de vigilancia del centro comercial Wal Mart de esta capital detuvo la noche del viernes a un desempleado que salió sin pagar tres latas de atún”. Se da el nombre del “peligroso delincuente” y sus “generales” y todavía publican la fotografía de la persona así como, qué terrible,  la foto del cuerpo del delito: tres (cabría el adjetivo de “pinchurrientas” si no se tratara del caso de sobrevivencia de una familia) cajitas que envuelven tres latitas de atún que creo haber visto en los supermercados a 17 pesos cada una y que juntas no hacen ni un kilo del producto. Me puse a pensar. Si hubiera estado en el momento en que sucedieron los hechos hubiera pagado los 51 pesos que importaban las tres latitas de atún, hubiera hablado con el gerente de la tienda para que no fincaran ninguna acusación contra el pobre desempleado y para que lo hubieran dejado en libertad, le hubiera surtido una despensa básica, le hubiera dado un abrazo y a lo mejor y hasta me hubiera puesto a llorar con él su desventura: desempleado en plena crisis económica, con la vuelta a clases de los hijos y la exigencia de los uniformes, los útiles escolares, los zapatos, de paso las cuotas escolares, sin tener para comer…
No que esté a favor ni haciendo una apología del delito, pero ese desempleado –como lo califica la misma nota–  es evidente que fue a delinquir por desesperación y no porque su condición sea  la de un ladrón profesional, de carrera si cabe el término, porque responda a esa sintomatología. Pienso, deduzco, que si fuera de mala entraña no hubiera salido con tres latitas de atún sino con algo de valor como una cámara fotográfica, un “dvd”, alguna joya, algo de valor que hubiera podido vender o empeñar. Pero no.  Se trataba de tres latitas de atún, alimento, comida. Y había que exhibirlo ante la opinión pública. Y se le exhibió. Palo dado ni Dios lo quita. Quién sabe ahora qué fue más grave. Si la acción y el monto de lo sustraído o el desprecio público al que se la ha expuesto ante su propia familia, ante sus hijos (si los tiene), ante sus amigos, ex compañeros de trabajo, vecinos, conocidos, por el terrible delito de estar desempleado y haber buscado qué comer a costa de lo que fuera. Como profesional del periodismo que me considero (he hecho de él una verdadera carrera; en mayo próximo cumplo 40 años publicando), me pregunto, pregunto: si escribimos, si somos cajas de resonancia de las autoridades en su llamado a estar unidos, a sumar voluntades, a ser solidarios con los que menos tienen, para  enfrentar la crisis (la de los pobres es permanente aunque ahora se resalta porque afecta a los que tienen); si luego nos consideramos justicieros,   ¿no deberíamos también poner nuestra parte siendo más cuidadosos y no exhibir a los pobres a los que el hambre, la sobrevivencia de sus familias,  los llevan a actos desesperados incluso a conseguir alimento sustrayéndolo en forma indebida e ilegal? Creo que los medios tienen una grande y grave responsabilidad social y ahora quiero llamar la atención de muchos amigos, compañeros reporteros, colegas de muchos años muchos de ellos hoy en cargos directivos, de todo el estado, para que no sólo se exhiba sino se denuncie a los verdaderos delincuentes, de cuello negro, sucio o de cuello blanco, a los peces gordos causantes de las crisis, pero no a estos pobres infelices que lo que necesitan es de nuestra solidaridad, de nuestra comprensión, de nuestro apoyo, incluso si es posible de nuestro afecto.
En el puerto de Veracruz murió una mujer dedicada a la prostitución. Sin familiares, sin hogar, sin duda víctima también de la pobreza, la infeliz tuvo que ser velada en plena vía pública. El caso cobró relevancia nacional y la foto del ataúd en la acera en pleno centro del puerto ocupó las primeras planas de los diarios nacionales. Según consignaron las notas informativas, el Ayuntamiento porteño donó la caja, pero para poderla sepultar no había dinero. Sus compañeras de oficio hicieron una coperacha y para cuando tomaron las fotos del ataúd les faltaban 300 pesotes para completar lo que costaba el servicio. Sobre el caso, en alcalorpolítico.com, el excelente diario on line que dirige nuestro colega y amigo Joaquín Rosas Garcés, se publicó una declaración hecha tres días después por la diputada perredista Margarita Guillaumín: “¿Qué pasa con las autoridades municipales que tienen la administración de los panteones?”, dijo. / Cuestionó que si las leyes civiles no permiten enterrar personas en el patio de su casa, por qué el ayuntamiento de Veracruz no se hizo cargo en su totalidad de este lamentable caso. / “Es obligación de las autoridades desde proporcionar el ataúd y todos los gastos, llevarlo a la fosa común si es necesario”. / Guillaumín Romero consideró que debiera exigírsele al cabildo sensibilidad ante la desgracia, y no discriminar, este caso por su condición de mujer y de trabajadora sexual”.
¡Qué cinismo! ¿Y dónde estaba la flamante presidenta de la Comisión de Derechos Humanos y Atención a Grupos Vulnerables (je je) que reaccionó hasta tres días después? ¿Por qué con el fuero que tiene no fue ella personalmente a enfrentar a las autoridades municipales para exigirles que se hicieran cargo de todos los gastos? ¿Por qué hablar de enviar el cadáver a la fosa común? ¿Porque era sexoservidora? ¿Por qué la sensibilidad que exige de otros no la demostró ella mochándose aunque hubiera sido con los 300 pesos que hacían falta? ¿Por qué no, aunque hubiera sido para los reflectores, se presentó a acompañar en el velatorio a las sexoservidoras? ¿Por qué no hizo quedar mal a las autoridades municipales y de paso dar un ejemplo de solidaridad ofreciéndose a cubrir todos los gastos quitándole un pelito al gato de la jugosa “dieta” (miles de pesos mensuales) que recibe como diputada local?  ¿Por qué no, aunque hubiera sido para taparle el ojo al macho, envió siquiera una corona o un ramo de flores? Ella es igual que todos los “políticos” que sólo se la pasan en los cafés, en la comodidad del cubículo, en los “foros”, en las conferencias de prensa, señala y señala, critica y critica, bla, bla, bla. Pero ya vimos que cuando hay que responder con hechos ante una necesidad de los grupos vulnerables, nada. Después que hizo su declaración, seguramente esa noche durmió a pierna suelta,  a pleno ronquido y con la conciencia tranquila. Qué conmovedor. Ya para terminar, algo más grato. Este jueves 27 de agosto, a las 18 horas, en la Galería de Arte Contemporáneo ubicada en Xalapeños Ilustres, Sac Nicté García presentará el documental Nomadas, de su autoría. Estará acompañada por su madre la colega y amiga Sonia García, a quien de antemano felicito y le envío mi más afectuoso y cariñoso abrazo.
 

 

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