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Pablo Jair Ortega

Columna Sin Nombre

Regalo de navidad

26/12/2016 08:11 a.m.

​Desde hace unos meses, un gato negro rondaba por el barrio y ya tenía jodidos a muchos vecinos porque les rompía sus bolsas de basura. En la casa, de hecho, tuvimos que comprar un bote sellado porque en las madrugadas se escuchaba al animalito entrarle con todo a lo que encontraba de alimento, no sin antes meterle garra al plástico y dejar regado el desperdicio en la puerta de la entrada.

Las primeras veces uno se levantaba espantado por los extraños ruidos; se asomaba desde la ventana y ahí estaba esa bola de pelos, agazapado en la penumbra y con el camuflaje perfecto de su pelaje oscuro. Sólo se le veían los ojitos brillar, sin espantarse; se me quedaba viendo desde afuera con cara de “No la hagas de pedo, tengo hambre” y yo con cara de “No mames, son las 4 de la mañana; come sin hacer tanto pedo”.

Uno quisiera haberle adoptado, pero el asunto es que ya es un gato de edad avanzada, muy taimado y desconfiado, de esos que difícilmente tendrían la certidumbre para entrar a un pequeño departamento desconocido, que a la vez ya es territorio de la Jackie y el Tito, con sus banderas bien plantadas, así como sus hijas y compañeros perrunos. Es aquí donde uno quisiera tener un ranchote como el Alex Huerta (AKA Javier Duarte) para entonces alojar animalitos que uno va recogiendo de la calle.

Pues el gato negro ya era conocido en el barrio y hasta mi vecina la venezolana le puso comida en la banqueta de su casa para que ya no estuviera rompiendo bolsas; también tenía la idea de llevárselo a su negocio para mantener alejados a los ratones.

(De hecho, gracias en parte a los gatos que pululan por la colonia, podemos decir que afortunadamente casi no se ve fauna nociva; y por el contrario podemos presumir que en el área verde se ven conejos, tlacuaches, chachalacas, ardillas, lechuzas, a veces viene un tucán y hay un buen de tordos).

Este día 24, poco antes de salir a festejar con grandes amigos la Noche Buena, sacamos a los perros a su respectiva miada vespertina, y en el recorrido, cerca de un lote baldío, había una extraña bola de pelos tirada entre la hierba y lo primero que se pensó fue: “Ya envenenaron a este wey”.

Pero no, estaba echado… o mejor dicho echada (sí, resultó que era gata), porque estaba amamantando a la intemperie a sus recientes crías, que en ese momento deben de haber tenido apenas una hora de vida. La gata apenas se movía y sólo abría los ojos para verte con cara de “Pérate, wey, no estés chingando, acabo de parir”.

El asunto es que uno se queda pensando en las pobres crías ahí expuestas a un clima frío y posibles lluvias. Aparte la madre sin comer, sin agua, y sin poder despegarse de los 4 gatitos que acababan de llegar a este mundo. El asunto era también cómo acercarse a una gata que amenazaba con soltar arañazos y mordidas violentas al primero que se le acercara: reacción natural de defensa a sus crías.

Con los vecinos se dispuso de una reja de plástico y periódico como aislante, para que en un momento dado se le pudiera acercar como refugio. Luego llevarle leche a la mamá y unos pedazos de jamón ahumado La Higuera, por aquello de consentirla y no entre en depresión post-parto.

Hubo un momento donde se pudo trasladar a los neonatos felinos con todo y mamá hacia una casa, pero ésta huyo atemorizada y se decidió dejar la caja en la calle para que los pudiera seguir amamantando. Por la madrugada, entre tragos de Jack Daniel’s y cerveza, se les escuchaba a los gatitos chillando a todo pulmón y la mamá no aparecía, por lo que se les llevó a la cochera y envolvió en cobijas por aquello de la baja temperatura.

Según los vecinos, la gata ya apareció y estuvo cerca de sus crías, pero anda escondida, temerosa de la perversa humanidad.

Eso fue por la madrugada, en plena Navidad…

Hay científicos que hablan sobre una plaga de gatos en el mundo, pero yo creo que no es así: más bien es un plan muy bien estructurado a largo plazo, desde los tiempos del Egipto antiguo, para dominar el planeta.

Dicen que los gatos poco a poco lo están logrando a través de superpoderes; que a través de una guerra bacteriológica, el infectado se convierte en zombie adorador cariñoso de los gatos, aunado a que --me perdonen los amantes de perros-- son bien chidos y uno no deja de adorarlos.

Tal vez en un futuro muy lejano, cuando los gatos ya tengan totalmente controlada la Tierra, se hable de que cualquiera de estos 4 gatos sea un Mesías gatuno, por aquello de que nacieron un 24 de diciembre de 2016. La gata negra quizás sea la madre del salvador de la raza felina y habrá un libro sagrado donde se narre la historia de los cuatro gatitos cuyas vidas serán el parteaguas de los nuevos habitantes peludos y bigotones del orbe.

Ojalá se cuente que unos humanos buena onda alimentaron a la madre y le dieron refugio al Elegido y a sus hermanos, porque ya ve cómo al paso de los años cambian la historia de acuerdo a su conveniencia.



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