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Arturo Reyes Isidoro

Prosa Aprisa

Los casos de Héctor Yunes y Manuel Espino

18/08/2010 09:35 p.m.
Con bombo y platillo, el diputado local Héctor Yunes Landa, en su calidad de coordinador general de la agrupación Alianza Generacional, prepara la reunión anual de ese organismo político, que tendrá lugar el próximo sábado 28 de este mes en el World Trade Center de la zona conurbada Veracruz-Boca del Río.

Hasta donde se sabe, será un acto fuerte, en el que los aliancistas reiterarán todo su apoyo y harán patente su unidad en torno al Gobernador Electo Javier Duarte de Ochoa, reafirmarán su militancia priista, pero también mostrarán su músculo de cara a lo que viene para el 2012. Esperan una asistencia de por lo menos seis mil personas proveniente de toda la geografía estatal.
 
Llama la atención la capacidad de sobrevivencia política del diputado local por el distrito de La Antigua, quien de todos es sabido que en el pasado proceso para renovar la gubernatura agotó todos los recursos para intentar presentarse como aspirante a la candidatura tricolor, aunque no pudo con la maquinaria que ya había dispuesto otra cosa.
 
Pero su caso es hoy el más vivo ejemplo de la capacidad de los priistas para hacer política, para disentir, para inconformarse, pero también para entender que la política es negociación, es entendimiento y que por encima de intereses personales o de grupo es posible, en aras de la armonía, acordar y trabajar no sólo para mantener sino incluso para fortalecer las instituciones.
 
Decía, el caso de Héctor Yunes Landa acaso es ilustrativo también de la capacidad de los priistas para sobreponerse a los tropiezos y emerger como lo han logrado luego de la derrota en 2000 cuando perdieron la Presidencia de la República y ahora están en un tris de recuperarla.
 
A Yunes Landa sus malquerientes lo han acusado de traidor, pero adentro, donde se tiene el verdadero pulso y saben cómo estuvieron en verdad las cosas, seguramente han de valorar qué tan decisiva fue la participación del también presidente del Congreso local y la corriente humana que lo sigue, pues si esos votos se hubieran desviado quizá hoy estuviéramos ante otro rostro de la historia.
 
El representante popular por La Antigua finalmente se disciplinó, hasta donde se sabe logró un gran nivel de entendimiento con el hoy Gobernador Electo, se metió de lleno a la campaña y gracias a ello tan pronto termine con su responsabilidad en el Congreso asumirá nuevas responsabilidades que lo mantendrán en el candelero político.
 
Pero su caso también es una muestra del respeto por el compañero del gobernador Fidel Herrera Beltrán, un político político, quien tras asegurar el orden en la casa, no sólo ha mantenido su buena relación con el legislador local sino que incluso lo ha impulsado para que siga siendo un protagonista político y siga apareciendo en la primera fila. Ahí está el priismo, vivito y coleando.
 
Y todo lo anterior es digno de destacar porque en cambio en la casa de enfrente, en el PAN, donde según con su llegada al poder iban a cambiar radicalmente las cosas, íbamos a estar en el paraíso democrático, habría plenas libertades, serían los ciudadanos y militantes los que decidirían, se respetarían todas las expresiones, etcétera, acaban de dar una clara muestra de intolerancia y, de alguna forma, de represión, al iniciar el proceso de expulsión de su ex dirigente nacional Manuel Espino.
 
¿Cuál ha sido el pecado del señor Espìno? Defender la autonomía partidista frente al poder presidencial, oponerse a la injerencia de Felipe Calderón en las decisiones que corresponden a la dirigencia y a la militancia de su partido, oponerse a las imposiciones de candidatos como lo estiló el viejo PRI, reclamar democracia efectiva y señalar los errores que el panista en el poder presidencial ha cometido.
 
El martes, de hecho, Manuel Espino quedó con un pie fuera de su partido y su primera reacción fue que de todos modos buscará la candidatura presidencial para 2012 como candidato externo, de consumarse su expulsión.
 
Una de las cosas que no le perdonan es que en parte, tal vez en muy buena parte, fue causa de la derrota de su partido en la pasada elección para renovar la gubernatura en el estado de Veracruz, pues en febrero hizo pública una carta en la que cuestionó severamente al presidente Calderón, su compañero de partido entonces, por la decisión que había tomado de imponer candidato como parte de una negociación, según denunció, con la maestra Elba Esther Gordillo.
 
Por el propio Espino fue que se supo cómo se negoció todo y cómo se maniobró para la designación y cómo a él, cuando pidió que le aclararan las cosas, lo vetaron para que no hablara ni siguiera incomodándolos durante la sesión en la que se impuso al candidato.
 
Esa famosa carta publicada inicialmente en el diario Notiver el 25 de febrero de 2010, terminaba prácticamente con una proclama de rebeldía: “Invito a los panistas de Veracruz a retomar el sendero de nuestra mística de servicio honesto y a represtigiar al PAN con acciones congruentes con lo que somos y pensamos. Estamos a tiempo de volver a empezar, pues no se trata de ganar el gobierno y perder los principios”.
 
Sus palabras no caerían en el vacío en un vasto sector del panismo duro en especial del centro del estado, de Córdoba y Orizaba, que llevó a defeccionar de las filas del blanquiazul al precandidato derrotado Gerardo Buganza Salmerón y con él a un considerable número de militantes, que seguramente constituyeron los votos que le faltaron al PAN para ganar el 4 de julio. De todos modos, por la secuela de los hechos, el panismo en Veracruz perdió el gobierno, pero también ha perdido los principios.
 
Ahí están dos hechos políticos palpables que pueden ser explicativos de por qué a unos les han salido las cosas bien y a otros no sólo mal, sino que tienen enfrente ya barruntos de tormenta que, quiérase o no, los dividirá pues es innegable que al duranguense ex presidente de la Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA) lo sigue una fuerte corriente del panismo nacional.

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