Cada quien su vida, sin duda alguna, pero en ocasiones no puede uno evitar comentarios de reconocimiento para alguien y tal vez molestos para otros, pero la realidad lo hace inevitable.

Por fin, luego de tantos años en la función pública, vuelvo poco a poco a la vida normal, a la que todos viven y hacen, sin prisas por horarios sin horario y exigencias propias del quehacer gubernamental y/o político.

El caso es que ayer al anochecer recorría un súper de la ciudad y me llamó la atención que un colega, quien en tiempos del gobernador Rafael Hernández Ochoa estuvo un lapso en la entonces jefatura de Prensa, hoy dirección general de Comunicación Social, al encontrarme no dejó de advertir que por fin me veo tranquilo y disfruto, me dijo, mi nueva vida, algo que ha advertido también –y me lo ha dicho con gusto– Mónica, la joven señora del estanquillo donde me surto de revistas.

Pero no es eso de lo que me quiero ocupar sino que en el súper pagué en la caja y distraído y sin levantar la vista le dije a la persona que echaba las cosas en la bolsa que enseguida le daría una moneda. Iba a sacar la morralla cuando me preguntó si continuaba yo en Prensa del gobierno.

 

Entonces, con sorpresa, advertí que era un viejo conocido, un antiguo compañero que precisamente en los tiempos del gobernador Hernández Ochoa hizo periodismo con una revista que luego dejó de publicar y muchas veces me lo encontré después tratando de ganarse la vida de diferentes formas.

Por un sentido de solidaridad decidí darle más de lo normal pero se negó a aceptar nada, hizo alusión a nuestra amistad, me dijo que para eso éramos amigos, en fin, a mi me dio gusto verlo muy bien en su aspecto, lo que me da idea que goza de buena salud –y se lo dije–, advertí que de su camisa colgaba una credencial  que otorga el Insen a los adultos mayores, que el hombre se veía feliz, sonriente, disfrutando de su trabajo, con un detalle que también me gustó: cuando llegué a pagar a la caja no estaba porque había ido a guardar una bolsa que un cliente había olvidado y que regresó a reclamar cuando yo todavía estaba ahí, es decir, que mi antiguo colega se distingue también por su honestidad.

Por eso digo al principio que en ocasiones uno no puede evitar comentarios de reconocimiento y que tal vez pueden ser molestos para otros, porque este amigo se gana la vida con toda dignidad y no tiene telarañas en la cabeza que le impiden mostrarse ante todos en un trabajo que no es ni indigno ni vergonzoso, y que nos muestra que siempre hay caminos para vivir o sobrevivir cuando alguna empresa personal que emprendemos no resulta, en cambio, a mi paso por la función pública conocí –y conozco– a varios hombres que se dicen periodistas pero que nunca he sabido que hayan ejercido o que siquiera publiquen una hoja y que de la forma más indigna para un ser humano andan verdaderamente mendingando, hasta resultar molestos, a ver quién les tira una moneda.

Insisto en que cada quién su vida, pero siempre me pregunté cómo era posible que alguien muy trajeadito y con cara de muy decente anduviera “vendiendo” boletos para una rifa que todo mundo sabe que nunca realiza ni realizará o  “suscripciones” para una publicación que nunca ha existido ni va a existir o pidiendo lo que se le quisiera dar a veces en forma insistente y molesta y en ocasiones hasta en forma agresiva, pero no buscara un trabajo remunerador ya fuera de voceador, cargador, lo que fuera, que lo dignificara incluso ante su propia familia.

Pero, insisto, cada quién su vida.
Dirigentes, políticos del PAN en el estado, a través de un joven interlocutor de ese partido, me invitan a platicar, a tomar café, a intercambiar puntos de vista, a comentar los asuntos que son de interés público. Reitero: no estoy peleado con nadie en lo personal ni aferrado a mis ideas ni a mis opiniones. Agradezco la intención y estoy abierto.

 

El periodismo por su propia naturaleza es y debe ser plural y siempre he estado convencido que muchas ideas, muchos puntos de vista, la diversidad ideológica, enriquecen la vida de cualquier comunidad. Veracruz es tan grande e importante como para dejar que sólo los periodistas impongan sus puntos de vista pero también como para permitir que sólo los políticos quieran decidir la vida del estado.

No puedo dejar de señalar que me dio gusto que el día de noviembre en que como parte de la Dirección General de Comunicación Social comparecí con otros compañeros para la glosa del VI Informe de gobierno recibí el saludo respetuoso pero atento del joven diputado blanquiazul Ricardo García Escalante y le pedí –y espero que lo haya hecho– que me saludara a su padre Ricardo García Guzmán, alcalde de Pánuco. Otro joven panista me ofrece ahora acercarme con sus mayores.

Ante la invitación, no puedo dejar de señalar que, en cambio, nadie del PRI estatal ha intentado algo similar. Seguramente mi espacio no les despierta interés y por lo tanto no les interesa. Allá ellos.

Y lo triste, lo más triste es que escenas que antes sólo eran propias de otros países muy lejanos en especial del Lejano Oriente hoy son el pan nuestro de cada día en nuestro país. Lo ocurrido desde antenoche y que continuaba anoche en Apatzingan no deja lugar a dudas de que el país está en gravísima crisis de seguridad.