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Arturo Reyes Isidoro

Prosa Aprisa

Confirman los hechos un claro deslinde

15/02/2011 08:38 p.m.
El miércoles hace una semana la periodista Carmen Aristegui planteó a la familia Vargas, propietaria de MVS Radio, que la restituyera en su puesto para no ceder ante las presiones del gobierno federal. Ella pidió entonces que fuera el lunes que pasó, lo que si bien no se pudo cumplir se compensará ahora con su retorno el próximo lunes 21, es decir, una semana después de la fecha que ella había propuesto. "Solicito a MVS que reconsidere mi despido. El país no está para perder los espacios que hemos ganado", dijo en conferencia de prensa el miércoles 9. El hecho de que retorne a su programa radiofónico que se transmite de lunes a viernes de 6:00 a 10:00 horas confirma que los propietarios de la empresa decidieron escucharla, así como a la opinión pública que se volcó en simpatías para la periodista y en exigencias y protestas contra la presión del gobierno federal. En efecto, el país no está para perder los espacios ganados. En Xalapa, a invitación del periodista Edgar Hernández, estuve en el parque Juárez para
expresar solidaridad con Carmen Aristegui y para protestar también contra cualquier intento de coartar la libertad de expresión.

En diciembre pasado, apenas a unos días de que había asumido el poder la nueva administración, la colega Jacy Meza, autora de la columna “Mesa Política” que se publica en diversos medios del estado, preguntó al menos en dos ocasiones al recién estrenado gobernador Javier Duarte sobre si realizaría prácticas que se habían venido celebrando en el pasado inmediato reciente y la respuesta siempre fue la misma: “Usted está muy acostumbrada todavía a otros tiempos”. Por ejemplo, el 19 de diciembre la periodista choleña (de Soledad de Doblado) le preguntó: “Señor gobernador, ¿esta Nochebuena se abrirán las puertas del palacio (al pueblo), las puertas de la Casa de Gobierno, para algunas piñatas?”. Fue cuando le dio a entender que se había quedado en el pasado. Y por supuesto no se abrieron ningunas puertas como se hizo en los años anteriores. Ese estar acostumbrado a otros tiempos hacía referencia a que las cosas cambiarían como hay indicios de que han estado cambiando.

La respuesta vislumbraba también ya un claro deslinde –aclarar algo, de modo que no haya confusión en ello, dice una acepción de la Real Academia Española sobre el concepto deslinde– del actual gobierno con respecto al inmediato anterior, lo que con el paso del tiempo se ha venido confirmando en los hechos y se continúa reconfirmando y seguramente se remarcará en el futuro con otras acciones que llamarán la atención pública.

Lo traigo a colación porque conocidos míos en el servicio público, personas a las que traté tantos años a mi paso por el gobierno, me acaban de comentar que sigue el desmantelamiento de todo lo que huela a “otros tiempos”. Uno de ellos me dijo que en días pasados de pronto llegaron trabajadores a su oficina a borrar todo lo rojo que encontraban y cualquier otro indicio del pasado reciente, y otro me comentó que se acabó con los famosos “Lunes de Puertas Abiertas” y que les dijeron que en realidad eso no funcionaba, que sólo servía para quitar el tiempo a los funcionarios y para crear falsas expectativas a decenas de peticionarios porque no se resolvía nada, además de que las mesas eran usadas por parásitos profesionales que sólo iban a pedir dinero sin ninguna justificación.

Otro más me comentó, sorprendido gratamente, que ahora se les da su lugar, del nivel que sean; que se acabó con la concentración de poder y con la toma unilateral de decisiones; que cuando algún ciudadano o algún alcalde o algún diputado se quiere brincar las instancias que representan las dependencias y van a ver directamente al gobernador a su despacho, de la oficina de éste se les invita cordialmente a ir a ver primero al jefe de departamento, al director o director general de área o al secretario de que se trate y que sólo cuando han acordado con alguno de ellos entonces se le notifica al ejecutivo quien interviene. Ya no se decide sin que ningún colaborador esté al tanto o se entere de algún asunto de su oficina por la prensa.

Pero algo que me ha dejado verdaderamente sorprendido y bien impresionado que me relató una persona seria y creíble, bien enterada, es lo que le pasó a un contratista en días pasados. Estuvo a ver a las autoridades con las que trata y a la hora de hablar de números se dio, como dicen, por bien servido y ofreció de inmediato su respectivo diezmo. El funcionario con el que acordaba se vio sorprendido de pronto y no supo cómo proceder. Pidió tiempo porque dijo que iba a consultar y cuando lo hizo la orden que recibió fue tajante: no debía recibir ni un quinto y debía darle la seguridad al contratista de que en este sexenio se trabajará con estricto apego a la normatividad.

Soy de los que siempre he creído que se debe señalar lo que está mal o no está bien, pero también que se deben reconocer lo que se está haciendo bien. Ahora no tengo ningún reparo en comentar lo que comento porque me ha sido hecho saber por personas serias, ajenas a partidarismos, inconformes incluso muchas veces con algunas decisiones internas, pero ahora sorprendidas por todo lo que están viendo y viviendo. En estos casos, el gobernador merece todo el apoyo de la sociedad, de los medios, de las iglesias, de las organizaciones diversas representativas de la vida del estado, si de poner orden, si de ajustar decisiones y acciones a la ley, se trata.

Pero decía líneas arriba, de que hay deslinde, lo hay, aunque hasta donde tengo entendido el nuevo gobernante actúa con el mayor cuidado, con la mayor sensibilidad, para evitar roces con el pasado y trata de amortiguar hasta donde más puede los golpes que significan las decisiones que va tomando y que, me dicen de adentro, no van a parar.

Es propio de la política y de los políticos que siempre haya encuentros y desencuentros entre ellos, pero creo que al final lo que verdaderamente debe contar es que las decisiones que se tomen beneficien a la población.

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