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Arturo Reyes Isidoro

Prosa Aprisa

Víctimas civiles colaterales

20/07/2011 10:14 a.m.
Narré ayer, al comentar que a la barda perimetral de la Casa de Gobierno en Xalapa le acaban de subir por lo menos dos metros más, que cuando la habitó el gobernador Dante Delgado Rannauro, siendo ya residencia oficial del entonces Ejecutivo del estado, él la abrió por primera vez a los vecinos, con los que convivía periódicamente, lo que lo hizo muy querido por todos.
 
Cada 2 de abril, fecha cuyo nombre lleva la colonia en la que se asienta la ex Casa Veracruz (así la bautizó durante su sexenio el entonces gobernador Miguel Alemán Velasco) apoyaba para celebrar la fecha e incluso asistía al festejo que se realizaba en la calle Hernán Cortés.
 
Un buen día incluso, con la asesoría –según supe– del ahora notario público Francisco “Pancho” Mora Domínguez, quien entonces era vecino de la colonia, envió a censar a todos los vecinos para saber cuántos niños había en cada familia y cómo se llamaban.
 
Una vez que tuvo el resultado, cada quince días, cuando había partidos de futbol de los Tiburones Rojos, alquilaba dos autobuses y desde muy temprano enviaba a los pequeños (casi todos de familias de clase media-media para abajo) al puerto para que los pasearan por el Acuario, el balneario Mocambo y remataban en el estadio Luis “Pirata” Fuente, siempre, claro, con su respectivo lunch.
 
Hoy esos niños son todos hombres ya y recuerdan a Dante con gratitud y cariño, como lo recordamos todos los vecinos, que yo soy uno de ellos (a veces, sin esperarlo, cuando pasaba su convoy frente a mi modesto hogar, lo hacía detener, se bajaba y pasaba a saludar a mí familia y a los vecinos).
 
Dante mandó pavimentar o a empedrar todas las calles de la colonia y a pintar las casas de las familias muy pobres. También fue un vecino que asistía los lunes a la escuela primaria de la colonia, “Rafael Ramírez”, y en diciembre organizaba posadas que se realizaban en la calle Guillermo Prieto, frente a la fachada principal de la residencia oficial, donde los niños se llenaban de dulces y los adultos de antojitos. El entonces gobernador se mezclaba con todos, sin distinción alguna.

Pero hete aquí que, de pronto, esa calle, la Guillermo Prieto, de un día para otro se acaba de convertir en la más peligrosa no sólo de la colonia sino seguramente de Xalapa y de todo Veracruz, en especial para los jóvenes, para nuestros jóvenes y, curiosamente, no ha sido a causa de la delincuencia organizada y sin organizar, sino ¡de los propios policías!, de quienes integran el cuerpo de seguridad del gobernador Javier Duarte de Ochoa, hoy sí, ahora sí, en mala hora, vecino nuestro.

El lunes, en el portal www.lineacalienteveracruz.com del colega Edgar Hernández, se publicó: “Todo inició cuando un día común y corriente para un habitante de la colonia 2 de Abril, que se dirigía a comprar pan, fue intervenido agresivamente por un comando de policías fuertemente armado.
 
Sin dar oportunidad para identificarse y dar una explicación innecesaria de lo que hacía por el lugar, el equipo de seguridad que resguarda uno de los costados de la Casa Veracruz integrado por más de diez elementos, sujetó del cuello, tiró sin consideración al piso y encañonó al transeúnte que por desgracia pasaba por el lugar, bajo la excusa de ser necesaria la acción debido a qué hay muchos ‘halcones’ (informantes del narco) por el lugar, luego de que se dio a conocer de manera informal que la casa anteriormente señalada será la residencia oficial del gobernador Javier Duarte.
 
Los habitantes de las calles aledañas no están contentos con la llegada de tan digno vecino ya que su sola presencia en la colonia representa peligro inminente y no todos, como la familia del mandatario, cuentan con varios y agresivos escoltas de seguridad; incluso, más allá de sentir temor, sienten estropeado su derecho a transitar libremente por las vías cotidianas que dirigen a las escuelas, al trabajo o simplemente al mandado. En fin, el gran vecino aún no llega y nadie quiere que lo haga”. Pero llega.

Esa persona que sufrió la agresión a las cuatro de la tarde es un joven hijo de un conocido arquitecto de la ciudad, ex funcionario del Ayuntamiento. Pero no ha sido el único caso. Otro joven, miembro de una conocida familia de la colonia, como cotidianamente lo había hecho desde que era niño, pasaba por la misma calle hablando por teléfono celular cuando le cayeron encima estos arbitrarios con placa y armas de alto poder, le arrebataron su celular, lo tiraron al piso, le exigieron que les dijera con quién hablaba, lo golpearon (quedó bastante lastimado), le dijeron lo mismo de los “halcones” y luego lo soltaron sin ninguna explicación. Está traumado el joven.
 
A un familiar mío, que venía del servicio religioso nocturno de la iglesia de La Piedad, casi le pasa lo mismo cuando lo vieron entrar a la calle solo, de inmediato un vehículo encendió las luces y dos más atrás también (uno era una camioneta llena de hombres armados) pero para su fortuna pronto dobló la esquina también su joven esposa que se le emparejó enseguida y entonces aquéllos apagaron las luces y lo dejaron en paz. Ella está muy temerosa y no quiere volver a transitar jamás por la calle que siempre fue habitual para ellos.

Nunca pensamos llegar a vivir una situación así. Ahora resulta que los jóvenes de la colonia y los que no pero que tienen la desgracia de pasar frente a la Casa de Gobierno son “halcones” en potencia. Y a madrearlos sin mayor averiguación. Su delito es que son jóvenes. Nos sentimos indignados pero impotentes. Con quién nos quejamos.
No soy policía ni especialista en cuestiones de seguridad, pero estos tan agresivos ni siquiera son discretos en sus operativos.
 
Todos los vecinos saben (si hubiera un “halcón” de verdad también lo sabría) cuando llega el gobernador a la Casa de Gobierno porque su operativo resulta aparatoso. Cierran calles adyacentes, atraviesan vehículos, hasta que entra. ¿Acaso no sería mejor, más seguro, que nadie se enterara de si llega o no; de si está o no?

Triste, lastimosamente, todas las familias estamos recomendando a nuestros jóvenes que no pasen más por ahí, por una que fue nuestra calle de paso. Rogamos a Dios que nunca se dé en el área un acto de violencia, un hecho armado. Aunque no es necesario que lo haya para denunciar que los vecinos ya somos las primeras víctimas colaterales ¡y por culpa de quienes se supone están para garantizar nuestra seguridad! ¿No que no hay víctimas civiles?
 

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